De la primera lectura del título de este artículo hay quien pudiera interpretar que me refiero a la excelencia de un gobierno y de ahí el guarismo diez. Pero nada más lejos de la realidad. Un gobierno de 10 se refiere a los actuales concejales que configuran el actual gobierno municipal del alcalde Jaume Collboni, él incluido.
Es evidente que no se puede gobernar la ciudad con una decena de regidores. No me refiero políticamente, que sí es posible con pactos con terceras y varias fuerzas políticas para alcanzar los acuerdos imprescindibles, las Ordenanzas, los Presupuestos y el Plan de Actuación Municipal y de Inversiones, el PAM y el PIM, a la par que se nombran pléyades de comisionados que en apenas unas semanas ya rondan la decena.
Helenio Herrera, entrenador apodado “El Mago”, acuñó la expresión de que se jugaba mejor con 10 que con 11, pero en Barcelona se necesitan más jugadores de campo, léase concejales de gobierno para atender las necesidades de la ciudad sin preocuparse si visten la primera o segunda camiseta y sí hacerlo para que la suden y sean conscientes de que conforman el mismo equipo de gobierno y que su magia ha de ser la eficaz gestión pública.
El Ayuntamiento precisa de diez munícipes en los diez distritos para ejercer de concejales de ámbito territorial y otra decena que presidan sus consejos. Se necesitan múltiples ediles al frente de distintas áreas que ya concatenan por sí mismas diversas políticas o ámbitos sectoriales y que a su vez deberán distribuirse en dirigir las múltiples empresas públicas e Institutos municipales. A ello sumemos las administraciones de segunda instancia a la que pertenecen y a la que también deben concentrar cierta dedicación como es el Área Metropolitana, AMB, o la Diputación, DIBA.
Por si fuera poco, adicionemos la representación municipal en organismos, entes públicos, fundaciones, etc., consorciadas o mixtas, en las que el ayuntamiento está obligado a tener presencia institucional y la imprescindible presencia en audiencias públicas de ciudad, de distrito y de barrio, cuando no en los múltiples consejos sectoriales. Añadamos, por último, aunque podría continuar, las imprescindibles agendas de trabajo con reuniones vecinales, agentes económicos y sociales, de escucha, de diálogo y de propuesta con sectores varios.
Un gobierno de diez concejales no puede afrontar la ciudad por sí solo. No serían concejales de 10, sino un “gobierno de 0” por su incapacidad de llegar a todo y hacerlo con unas mínimas garantías de eficacia en la gestión. Sin perjuicio de ser factible la aritmética política desde la geometría variable de pactos con unos u otros de signos diferentes e incluso contradictorios, la consecuencia de no ampliar el actual gobierno de 10 en minoría absoluta sería un rumbo errante e inestable del presente y del futuro de nuestra ciudad.
En ningún caso, debe olvidarse que es mejor estar solo que mal acompañado y Jaume Collboni pidió el voto para ser alcalde y dejar atrás la nefasta etapa municipal de Ada Colau y no para que los comunes se incorporen al gobierno por la puerta de atrás cuando los barceloneses les han retirado el apoyo no siendo la exalcaldesa en dos elecciones consecutivas la lista más votada y además en cada una de ellas retrocediendo en voto barcelonés y concejales obtenidos. Tampoco la respuesta de suma puede ser reeditar fallidos tripartitos sino la suma desde la centralidad política y el equilibrio.
Es la hora de que quienes se sienten además de catalanes, españoles, y los independentistas pongan en común, en un mismo gobierno municipal o mediante acuerdos de ciudad, lo que les une, Barcelona y su compromiso con ella. Sería importante esta coincidencia para ensayar otras aproximaciones en ámbitos supramunicipales en las que sin mirar ni repetir pasados recientes, la altura de miras y desde el respeto a la Ley, permitan alcanzar objetivos caracterizados por el bien necesario. Barcelona, Catalunya y España lo precisan y nuestra sociedad también.