Esquerra Republicana ha abierto el melón del congreso de la agrupación de Barcelona, la más importante del partido. Lo ha hecho con dos candidaturas. La liderada por Eva Baró, actual vicepresidenta provincial y concejala de la Ciudad Condal, y Patricia Gomà, secretaria general de Educación de la Generalitat. En la lista de Baró, Joan Ignasi Elena, conseller de Interior. En la de Gomà, Oriol Amorós.

En la sede de la calle de Calàbria hubieran preferido una lista única, pero ha sido imposible. El enfrentamiento no es del agrado de la dirección presidida por Junqueras, que como siempre se ha desentendido de la pugna. Gane quién gane, Junqueras quiere ganar. No siempre fue así. Recuerden la que se lió cuando Alfred Bosch y el propio Amorós. No quieren que se repita, pero en estos momentos las sensibilidades están a flor de piel porque la derrota electoral de mayo se ha indigestado a un partido que cantó victoria antes de tiempo.

Joan Ignasi Elena ha moderado el debate entre los diferentes sectores y sensibilidades, pero ahora toma partido y, aunque Junqueras dice que no quiere saber nada, Elena es de su círculo más íntimo. Pere Aragonès también pone sordina a la cuestión, pero Gomà está vinculada con su entorno. Sin embargo, Aragonès tampoco se moja.

Todo esto viene a cuento porque en ERC están pasando cosas. Solo estar en el poder, en el Govern, evita que la baraja se rompa en el partido republicano. En Barcelona, dos candidaturas enfrentadas con apoyos nacionales más o menos claros. Marta Vilalta, desalojada de la portavocía que se sitúa en manos de Raquel Sans. Críticas, cada vez menos discretas, con el papel de Sergi Sabrià, número dos de Aragonès. Tampoco son inocuas las posiciones de unos y otros frente al candidato -derrotado- Ernest Maragall. Unos abogan por que se vaya y deje paso, otros piden que se quede. El candidato, ya les digo, no se va ni con agua caliente.

ERC está tensa. Es lo que sucede en un partido que sale trasquilado de unas elecciones y ahora afronta una negociación compleja con el PSOE y, no lo olvidemos, con Junts. Por eso, sus líderes han puesto sordina en la batalla y, seguramente, trabajarán para alcanzar el consenso. Que esté el conseller Elena en esta pugna no es baladí. Es un hombre de consenso, con temple, y desde su puesto como presidente de la Asamblea de Barcelona impondrá el sosiego. Barcelona es un ejemplo en un partido en horas bajas que ve como afloran tensiones, aunque de momento la sangre no llega al río. Pero empieza a ver sangre.

Estaremos atentos sobre cómo la solución en Barcelona será un ejemplo a seguir en el resto de Catalunya. Las derrotas en un buen número de municipios han abierto grietas en diversas agrupaciones. Posiciones estratégicas como el aeropuerto, energías alternativas, infraestructuras y zona de protección de aves, han abierto la veda en el seno de un partido que lucha por mantener la cohesión interna y retomar la iniciativa política, recuperando el protagonismo perdido en manos de Puigdemont.