Cuando lean este artículo puede que estén a punto de saber quién se ha llevado el Premio Planeta este año o puede que ya lo sepan. Porque las noticias corren que vuelan y a veces llegan antes de que se produzcan. Rumores nunca faltan, qué les voy a contar. Quién sabe si será un thriller truculento con asesino en serie al uso, una novela romántica de chica conoce chico, etcétera, un drama protagonizado por una mujer empoderada que descubre un secreto familiar de su madre o de su abuela, también empoderadas, una novela histórica a vueltas con romanos, cátaros, templarios, nazis o todos juntos y revueltos o un sesudo monólogo donde el protagonista se pregunta por la relación entre los sofistas bizantinos tardíos y la epistemología griega presocrática a causa de un trauma que padeció en su infancia. Quién sabe. Lo que es muy probable es que, cuando se publique, en la cubierta aparezca un personaje dando la espalda y mirando al horizonte.

Dicho esto, la gala del Premio Planeta es el paripé del año en Barcelona. Incluso esas personas que no se acercan a un libro ni para pedir la hora han oído hablar del Premio Planeta. El señor Lara, fundador de la editorial, era un tipo muy listo y acertó con la fórmula del éxito. Hoy, este premio es uno de los mejor dotados del mundo y es garantía de superventas. Es que estamos hablando de un millón de euros de adelanto de derechos de autor, que ahí es nada. Eso explica por qué se han presentado este año 1.129 manuscritos a concurso. Los lectores profesionales de la casa y la gente del sector editorial bautizan a esos manuscritos como planetas. Los lectores especialmente, que a principios de verano ya están leyendo a destajo todos y cada uno de esos manuscritos para seleccionar el grupito de diez finalistas que llegará a manos del jurado. No asistirán al paripé, qué le vamos a hacer, porque de leer no se come.

Quienes sí que irán pertenecen al quién es quién de nuestro mundillo de papel couché y cargos electos. En la cena de gala habrá alfombra roja, se comentará el modelito que llevará la ministra, se servirá un menú de postín que no llegará caliente a la mesa, los periodistas saquearán el catering y se hablará mucho. Sobre todo, de política y de fútbol, que viene a ser lo mismo. 

Luego se anunciarán los nombres del ganador o ganadora y del o la finalista. Entonces ya podremos hablar de libros. Surgirán tertulias en las que participarán iletrados, pedantes y algún pedante iletrado, que también los hay, que marearán la perdiz alrededor de la literatura popular, la literatura de verdad y los autores mediáticos, mientras los libreros piden planetas para la campaña navideña, porque hay que comer y no se gana uno la vida vendiendo a Proust.

Sin embargo, podrían hablar de otras cosas. Les pongo un ejemplo. Un estudio estadístico de los planetas aporta algún dato curioso. Sírvanse ustedes mismos.

Un 42,7% de los manuscritos presentados a concurso son españoles; luego están, por orden, los que vienen de Sudamérica, del resto de América, los europeos no españoles y los que no se sabe de dónde vienen, que son el 16%. De media, uno de cada 100.000 españoles ha presentado un manuscrito al Premio Planeta. Un 20% de los manuscritos españoles presentados son de autores madrileños. Los barceloneses son uno de cada diez, la mitad. Valencianos y sevillanos escriben uno de cada dieciséis manuscritos españoles presentados a concurso. En otras palabras, Madrid y Sevilla son capaces de generar un planeta cada 67.000 habitantes; Valencia, uno cada 84.000 habitantes. Barcelona en particular y Catalunya en general necesitan ambas 118.000 habitantes para que alguien escriba un manuscrito y lo envíe al Premio Planeta.

Es verdad que Madrid es la provincia más lectora de España, según el Gremio de Editores. Más de un 72% de los madrileños lee alguna vez en sus ratos libres. A más lectores, más autores, o eso dicen. Pero en tanto por ciento de lectores vienen detrás los vascos, los navarros y los catalanes, en este orden, con un 68 y pico por ciento los tres. La media española está en un 64,4%. Algo falla, porque el índice de lectura no explica que se necesiten 118.000 barceloneses para generar un planeta, mientras 67.000 madrileños o sevillanos se bastan y sobran. 

Alguna explicación debe de haber. ¿Se les ocurre alguna?