El museo barcelonés dedicado a lo prohibido por el poder, político y económico, ha sido elogiado incluso con desmesura por los medios del régimen. Quizá tenga algo que ver con esas adhesiones inquebrantables el hecho de que la primera obra que compró Tatxo Benet para formar su colección Censored fue la recopilación de fotografías pixeladas de los reprimidos por el Estado español, entre los que figuraban los activistas encarcelados tras el golpe a la Constitución de 2017. La feria Arco de 2018 obligó a descolgar Presos políticos de la España contemporánea del estand de la galería Helga de Alvear.

La segunda pieza que adquirió el mecenas que ha creado el museo fue No vestida para la conquista, una escultura en la que un lobo encula a una minera boliviana que a su vez sodomiza a Juan Carlos de Borbón. La exhibición de la obra había provocado el cese de la dirección del MACBA en 2015.

La orientación política de ambas obras ya da una pista del proyecto de Benet, el nuevo presidente y CEO de Mediapro, después de que los accionistas mayoritarios hayan defenestrado a Jaume Roures, su compañero, socio y jefe durante 30 años. Además de productos agrícolas de su tierra natal, Lleida, también posee una librería que no vende más que libros en catalán o inglés, nunca uno escrito o traducido al castellano.

Al parecer, el fondo del museo está compuesto por 200 creaciones, de las que esta muestra exhibe 42. Entre ellas no figura la que dio origen a la afición del Benet por reunir obras prohibidas, que cuelga de las paredes del Museo de Lleida donde “quedará instalada hasta que las presas y los presos hayan recuperado su condición ciudadana de pleno derecho y los y las exiliadas hayan podido volver a su vida cotidiana”, según reza la web de la galería de la Generalitat.

Benet reconoce que no todo lo que colecciona es arte, que hay adquisiciones que tienen valor testimonial. Habría que añadir que su museo, muy visitado en estos primeros días de estreno, también exhibe grabados, fotos y vídeos que son pornografía y que como tal tienen difícil cabida en una manifestación cultural, por más respetable que sean las imágenes de un hombre eyaculando en la boca de otro hombre, las de mujeres lamiendo semen de un plato o algunos aguafuertes de la célebre Suite 347 de Picasso, tan explícita sobre el sexo del pintor Rafael con su modelo Formarina.

Benet ha mezclado material prohibido, restringido y marginal en un combo que puede resultar comercial, pero que como él mismo sospecha no aporta mucho a la ciudad, quizá no más que el Museo de Cera.

La maldita casualidad ha querido que el día de su apertura él mismo censurara la carta con la que Roures pretendía despedirse de los 7.000 empleados de Mediapro después de que Southwind lo despidiera y colocara al propio Benet en su sitio. Las “cosas inconvenientes” silenciadas por los poderosos también podrían aparecer en el catálogo de méritos para figurar en el recién nacido Museu de l’Art Prohibit.