Ahora que tenemos tan cerca los arrebatos autoritarios de la extrema derecha que emergen sin control a propósito de la amnistía, deberíamos fijarnos bien para distinguir entre el orden y la autoridad frente al dictado y el autoritarismo. Los redactores y los ejecutores del Pla Endreça del Ayuntamiento de Barcelona tienen una oportunidad de oro para reivindicar sin complejos el imperio de la ley como máxima referencia de la paz social y la convivencia ciudadana.

El consistorio ha iniciado la instalación de señales de tráfico para indicar a los conductores de vehículos de movilidad personal (VMP), incluidas las bicicletas, que deben ir a pie en aquellas zonas donde la circulación de peatones es densa y existe peligro elevado de accidente. Es una iniciativa tan buena como ingenua. ¿Acaso hay algún ciclista o patinetista que no sepa cuándo debe disminuir la velocidad o incluso apearse?

La obligatoriedad del uso del casco en las motos o del cinturón de seguridad en los coches, medidas determinantes en la reducción de muertes y heridos en accidentes de tráfico, se impusieron por la fuerza de las sanciones, no por el convencimiento ciudadano. Es tan lamentable como real.

No parece que haya una salida más eficaz que la represión, como se hace con las multas por mal aparcamiento. Los consejos son incompatibles con la condición humana: parece que la única experiencia que vale es la propia; y no siempre.

Puede que esté influido por las manifestaciones de estos días en Madrid, pero el sindicato mayoritario de la Guardia Urbana acaba de quejarse de esta situación con una reflexión certera, la falta de respeto o temor a la policía. Además, sugiere que la forma de alcanzar los objetivos que les proponen –acabar con el top manta, entre otras cosas-- pasa por invertir más en tecnología.

Los agentes también tienen razón en este punto. El apoyo digital para la vigilancia evita la hipertrofia de la nómina policial y puede reducir el gasto en urgencias de la sanidad pública, además de poner en su sitio al incívico que circula motorizado por las aceras. ¿Qué sentido tiene a estas alturas advertirle de que no debería hacerlo?