“El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”. Esta frase atribuida a Winston Churchill, bien puede radiografiar lo que ha sido el estado de ánimo de la ciudad de Barcelona de los últimos años. A pesar de vivir en un mundo complejo, volátil e incierto, la ciudad se proyecta al mundo como una de las nuevas ciudades globales gracias a su notable capital reputacional en muchos ámbitos. Sin embargo, tenemos la rara habilidad de minusvalorar desde la propia ciudad algunos de los importantes logros fruto del trabajo colectivo de instituciones, empresas y sociedad civil. Pareciera que renunciamos a poner en valor algunos de los mejores activos colectivos que acumulamos. Barcelona es reconocida en el mundo por ser una ciudad con una extraordinaria capacidad emprendedora que genera valor económico, social y cultural nuevo. Así lo hemos demostrado a lo largo de nuestra historia contemporánea. ¿Por qué nos empeñamos entonces en autolesionarnos y rebajar nuestras expectativas como ciudad con una mirada cortoplacista cuando deberíamos desplegar una mirada mucho más estratégica y global?
Un buen ejemplo de ello es el debate que arrecia en los últimos meses sobre una supuesta crisis del 22@, el distrito tecnológico de la ciudad. Es cierto que estamos ante una desaceleración en el ritmo de contratación de espacios de oficinas fruto de un contexto económico internacional complejo, pero los datos muestran que no es tal en el aterrizaje o creación de empresas, que sigue a buen ritmo. La coyuntura que vivimos hoy, lejos de constituir una crisis, debe interpelarnos a reforzar y poner en valor nuestros activos estratégicos de ciudad, explotando a fondo las posibilidades que nos ofrece la reputación de la ciudad a nivel global y ponernos a trabajar de forma inteligente en una estrategia de activación y promoción para captar nuevas oportunidades e inversiones.
La memoria suele ser selectiva, por lo que vale la pena recordar de dónde venimos. El 22@ nace de un antiguo barrio industrial, otrora conocida como el Manchester catalán, que para sorpresa de muchos transitó de ser una zona industrial obsoleta a una extraordinaria área de desarrollo económico. Un proceso de transformación urbana que lo ha convertido en uno de los mejores ejemplos de cómo transitar de una zona industrial decadente en un área innovadora e intensiva en tecnología para consolidarse como un verdadero clúster de conocimiento que atrae a las mejores compañías y scale-ups del mundo.
En materia de promoción económica, las casualidades no existen. Hace ya más de 22 años que una visión atrevida y ambiciosa del Ayuntamiento de Barcelona apostó por transformar 200 hectáreas de suelo del viejo barrio industrial del Poblenou en un distrito productivo innovador que facilitara la concentración estratégica de actividades intensivas en conocimiento. Tras dos décadas, y tras varias crisis locales y globales después, el 22@ es reconocido internacionalmente como el primer distrito innovador del mundo. Nuestro particular Barcelona Valley acoge hoy a más de doce mil empresas, nueve universidades, tres centros tecnológicos, cinco incubadoras y aceleradoras de empresas, treinta y cinco coworkings y más de setecientas start-ups y scale-ups. Un gran polo de atracción económico que concentra el 78% de los noventa y seis hubs tecnológicos internacionales instalados en el área metropolitana generando alrededor de cien mil empleos en la ciudad. Un éxito en toda regla que tuvo sus momentos álgidos pero también algunos de incertidumbre.
El buen desempeño económico del 22@ y de Barcelona de los últimos años hizo que se quedara pequeño. Es por ello que se decidió dar un nuevo impulso para adaptarlo a los nuevos desafíos urbanos, sociales y económicos que afronta la ciudad abriendo un proceso participativo, Repensem el 22@, con la participación de los principales agentes de la que llamamos la cuádruple hélice, esto es, el tejido vecinal, el sector empresarial, las universidades y la administración pública. El resultado ha sido, apostar por ampliar el distrito tecnológico cruzando la Avenida Diagonal y mirando hacia el Norte para seguir potenciando la implantación de nuevas empresas y servicios vinculados a la economía verde y circular. Otro millón de metros cuadrados en el que está previsto un 30% de suelo para vivienda (el 60% de ellas viviendas sociales), frente al 10% actual, y un 70% para actividad económica con inversiones en más equipamientos para reforzar su condición de barrio e insertarlo plenamente en la dinámica de la ciudad. Barcelona se prepara así para seguir generando oportunidades económicas para las próximas dos décadas con una privilegiada pista de aterrizaje para las empresas intensivas en conocimiento y tecnología, y seguir así ofreciendo oportunidades de empleo estable y de calidad para sus ciudadanos.
A pesar del éxito del 22@, la historia nos ha demostrado que el crecimiento y el éxito no es lineal ni previsible. No estamos exentos de las dinámicas y las tendencias internacionales. La ingente cantidad de inversión inmobiliaria que ha aterrizado en la ciudad en los últimos años, que ha llegado a ser de hasta el 60% del total de la inversión en oficinas de España en el año 2021, ha generado una disponibilidad de gran cantidad de metros de oficinas que han empezado a comercializarse en un momento de ralentización económica internacional. Una realidad que puede generar cierta incertidumbre a corto plazo para aquellos que tienen que rentabilizar los activos inmobiliarios, pero que no debería hacernos perder la visión estratégica de medio y largo plazo de contar con techo económico disponible para los próximos años.
El 22@ es un activo de ciudad sólido, bien planteado y coherente con la visión de futuro de una ciudad moderna, competitiva y sostenible. Dicho eso, nada está escrito en piedra, por lo que si puntualmente hay que valorar actuaciones extraordinarias que permitan un mejor aprovechamiento a corto plazo de algún espacio o edificio se debe valorar. Sin embargo, no se puede elevar a la categoría de crisis el momento coyuntural que vivimos. Barcelona tiene una buena situación económica, sigue generando empleo y atrae a empresas y emprendedores. Nos deberíamos exigir responsabilidad, consistencia y coherencia para seguir mirando hacia los próximos veinte años y no únicamente a los próximos veinte meses. Barcelona tiene que prepararse para ganar la batalla del presente y del futuro, y eso exige contar con reserva de techo disponible tanto para oficinas como para vivienda. Aprendamos de las últimas dos décadas. El éxito indiscutible del 22@ y de Barcelona ha sido además de su visión y su capacidad de atraer talento e inversiones, su resiliencia para afrontar los altos y los bajos que tiene el camino. Volviendo a Churchill, podemos hacer de todo y hablar de todo, menos perder el entusiasmo.
Pau Solanilla, Comisionado de Relaciones Internacionales y Promoción de Ciudad del Ayuntamiento de Barcelona.