Sostiene Pereira es una extraordinaria novela (que fue llevada al cine), escrita por el gran autor italiano Antonio Tabucchi. Cada vez que escucho hablar a Julio Manrique, efervescente dueño y señor de la escena teatral, en calidad de actor y director, suelo pensar para mis adentros “sostiene Manrique que el teatro es un juego… un juego nada banal”.

Le he visto mil veces sobre las tablas, defendiendo con extrema credibilidad personajes clásicos y contemporáneos. He disfrutado con sus puestas en escena, de sus direcciones dramatúrgicas cargadas de verdad. Ya le queda casi nada (1 de febrero 2024) para hacerse cargo de la dirección artística de todo lo que programe el Teatre Lliure a partir del nuevo año.

Por lo que parece, seguirá dirigiendo espectáculos y ejerciendo de actor, pero su agenda se concentrará intensamente en la dirección del Lliure y en todo lo que desfile por sus diversas salas. Conozco de cerca a Manrique, un hombre de cultura que tiene pinta de ciudadano corriente, Ciudadano Manrique, un tipo brillante que ha comprendido que el gran teatro de la vida, de vez en cuando, también se representa en un escenario, con una platea de atentos observadores.

Manrique ya nos ha dejado caer que, según su criterio, el dinero destinado a la cultura siempre acaba siendo bastante menos del que haría falta. Por eso defiende que desde el Lliure tratará de generar múltiples complicidades, fértiles círculos virtuosos. El inmenso Fabià Puigserver fundó el Lliure, allá por el ya remoto 1976, cuando todo, o casi todo, era posible y estaba por hacer.

Julio Manrique ya ha empezado a revelarnos, tímidamente, que está estructurando su programación y filosofía del Lliure a partir de ideas esenciales del gran Fabià. Un teatro con vocación de servicio público tiene que ser un teatro de arte para todo el mundo. El arte siempre en el epicentro de su actividad, para acoger de manera generosa a artistas y regalar arte a la sociedad.

Ya dirigió el Teatre Romea (2010-2015), eso le avala como estratega de una estructura cultural compleja, más allá de su dimensión artística individual. Hace unos días, el presidente de la Fundació del Teatre Lliure, el catedrático Guillem López Casasnovas, declaró abiertamente que apostaban por Manrique por su dilatada experiencia profesional en el ámbito de las artes escénicas y en la creación de proyectos artísticos.

Barcelona necesita talentos como él, desacomplejados, energéticos y cultos. Porque una ciudad como la nuestra no la hacen los edificios, los equipamientos y los teatros, sino más bien las mujeres y los hombres que le dan pleno sentido a todo el tinglado.