Valiente y desacomplejado reportaje de Ángela Vázquez en este diario: Los argelinos siembran el terror en Ciutat Vella: más agresividad y menos miedo. Argelinos. Alto, claro, sin xenofobia, sin odio. El odio es cosa de los argelinos contra los marroquíes del barrio, que han pedido protección a la Guardia Urbana. Cervantes, que fue secuestrado y preso en Argel, los conocía bien y escribió en sus Novelas Ejemplares: “Morisma canalla. Polilla, picaza y comadreja de los españoles cuya ciencia no es otra que la de robarnos”.

¿Serán capaces los buenistas acogedores de censurar a Cervantes y a Don Quijote, ilustres paseantes, enamorados y ensalzadores de Barcelona? Ya lo hicieron en 2018 los independentistas ultraderechistas y racistas que boicotearon un congreso sobre Cervantes en la Universitat de Barcelona. “Admiróles (a Don Quijote y Sancho) el hermoso sitio de la Ciudad y la estimaron por flor de las bellas ciudades del mundo”.

Andrés Trapiello, en su biografía Las vidas de Miguel de Cervantes, considera que aquella opinión sobre los moros es “deplorable y poco acorde con la piedad cervantina”. Sin embargo, tenía una enorme compasión por los moriscos. Ahora, vecinos y policías de Ciutat Vella afirman: “Los argelinos son mucho más agresivos y tienen menos miedo porque, en general, están mejor pagados y les da igual pisar la cárcel porque están respaldados por la organización que los contrató”.

La organización comenzó a operar en Barcelona a inicios del 2000. Desembarcaban en verano para robar carteras, cámaras de video y de fotografía a los turistas y regresaban a Argelia pasada la temporada. Pero fueron creciendo y multiplicándose. En 2009, el primer argelino asesinado en la calle Hospital. En 2017, otro en el vecino barrio de Santa Caterina. Hasta que comerciantes perjudicados y desprotegidos por el Ayuntamiento pidieron ayuda a los primeros vecinos rusos del barrio. Cuenta una leyenda que los rusos dialogaron con los argelinos y no sirvió de nada. Cuando uno de ellos desapareció para siempre, no se sabe ni cómo ni dónde, su banda huyó a Argelia precipitadamente. Pero cuando los rusos prosperaron y se marcharon a barrios más seguros y tranquilos, los maleantes argelinos regresaron para quedarse todo el año y adueñarse de las calles.

Con este objetivo, han traído “más gente, más armas y más violencia”, cuentan los policías. Advierten de que “la comunidad argelina es de las más peligrosas”. Resultado: aumentan las batallas a machetazos. No son menas, matizan, sino “hombres más curtidos que vienen aprendidos”. Coincide la nueva oleada con el aumento de detenciones de yihadistas en Catalunya y Barcelona y con la aparición de pintadas en la ciudad que rezaban: Muerte a los infieles, grito de guerra de los terroristas del Estado Islámico.

“Miles de hombres solos y sin mujeres son como un ejército”, alertan agentes del CNI. Escribió Cervantes: “No era bien criar la sierpe en el seno, teniendo los enemigos dentro de casa”. Por estas y más razones, si el Caballero de la Triste Figura volviese a Ciutat Vella, estaría más triste todavía. Y censurado sería.