Lo que ha pasado esta semana no será gratis en el Ayuntamiento de Barcelona. Ni para el gobierno municipal ni para la oposición. Y eso que Xavier Trias se esmeró en desmarcarse de la gran propuesta, es un decir, de Junts que por boca de Josep Rius propuso beneficiar a las empresas que volvieran tras irse durante el procés y multar a los que no la hicieran. ¡Ole tú!
Lo curioso del caso es que ni una sola de las 5.000 empresas que se fueron abrieron la boca ante la esotérica propuesta. Solo Foment del Treball puso el grito en el cielo porque se iba al traste su política de diálogo en busca del retorno de empresas garantizando la seguridad jurídica. Y otra cosa curiosa, descubrimos que la marcha de estas empresas que “no afecta a la estabilidad económica de Catalunya”, como nos dijeron por activa y por pasiva, realmente sí que afectó aunque la propaganda secesionista se empecinó en decir lo contrario. Precisamente porque muchas se fueron al perderse por el sumidero la seguridad jurídica. Y ahora lo dicen, en privado, pero muy claramente: no tienen intención de volver. Pero a pesar de lo que dijo Trias, el que hizo la propuesta es otro concejal, mano derecha de Carles Puigdemont, Josep Rius.
Por eso, todo tendrá consecuencias. Trias se esfuerza en pactar un gobierno con Jaume Collboni, pero puede Trias garantizar que su sucesor no haga juego a estas estridencias. El exalcalde propone a Jordi Martí, un hombre de la vieja Convergència con amplia experiencia municipal, pero no es el único de la lista. Que nadie se engañe, el que elegirá el sucesor vive en Waterloo. Además de Josep Rius, están en la lista, como nos explicaba Manel Manchón, los concejales Ramón Tremosa, Neus Munté, Victoria Alsina o Damià Calvet. El perfil elegido no sólo será el líder del partido sino también el primer teniente de alcalde, o sea, el número dos del ayuntamiento y líder del primer partido en número de concejales.
El malestar socialista ha sido evidente. En teoría esta pasada semana se debían intensificar los contactos, pero lo sucedido en Madrid ha dejado el més calent a l’aiguera y el posible pacto ha acabado de nuevo en el congelador. Si tenemos en cuenta que las relaciones con los comunes no pasan por su mejor momento, no es demasiado aventurado, más bien conservador, decir que la estabilidad del Govern municipal tendrá que esperar. Eso sí, Trias se ha encargado de tirar agua al vino al desechar una moción de censura.
Jaume Collboni dijo el pasado lunes, antes del vendaval político, que las cosas estaban como estaban. Sin avances. Luego, no es baladí, que el alcalde haya guardado silencio. Seguro que ha pensado que vale más por lo que calla porque hablar por hablar sirve para poco.
Trias ha tratado de hacer una contención de daños pero ha quedado en evidencia lo que verbalizó Dani Sirera: “Junts no es de fiar”. No es de fiar para los empresarios que se quedaron atónitos con sus propuestas y deja mucho que desear para sus socios políticos. Sin embargo, a pesar de los problemas que se le han podido generar por alimentar la desconfianza, Junts ha ganado un debate ante su electorado que seguro que pone en valor su “firmeza” y su arrojo para poner de rodillas al PSOE. Por si fuera poco ha desenterrado la bandera identitaria con un discurso xenófobo ante la inmigración. Eso casaría muy poco en un gobierno de coalición entre socialistas y neoconvergentes. Estos ahora señalan a los inmigrantes como delincuentes. No olvidemos que hace unas décadas se podían ver pintadas en Barcelona en las que se leía “aquí se roba en castellano”. Collboni debería tomar nota de esta actitud. De momento, seguimos igual en Barcelona y como diría aquel “lo que te rondaré morena”.