La letanía es la misma desde hace ya muchos años. Es cierto que ha habido razones de peso para que pudiera tener una cierta justificación. Las cosas no se han hecho bien en la capital catalana, perjudicada, a su vez, por un proceso independentista irracional y contraproducente para todos. Pero ha primado en Madrid el deseo de dejar claro a todo el mundo que la única ciudad que avanzaba, que corría en paralelo a como lo hacía el mundo, que era moderna y cosmopolita, era la capital de España. Y que Barcelona estaba inmersa en un periodo de decadencia. Se actuaba como perdonavidas. Pobre gente, ¡No saben lo que hacen, con lo que habían sido en el pasado! El último gesto de esa actitud ha sido el protagonizado por Isabel Díaz Ayuso, que ha llegado a asegurar que no tiene por qué pedir perdón por haber conseguido para Madrid un premio de la Fórmula 1 a partir de 2026. 

Su comentario ha sido ilustrativo. Porque en Barcelona la actitud que ha imperado ha sido otra, completamente distinta. Se ha defendido que pueda haber dos premios de Fórmula 1 en España, que sea compatible, teniendo en cuenta que el de Madrid será un circuito urbano, y el de Montmeló es un circuito estable, muy querido por los pilotos, por sus características técnicas, y que se utiliza por muchos equipos para entrenar antes del inicio de la temporada. Ha pesado también la autocrítica, el hecho de que hubiera dudas en el pasado sobre las carreras de Fórmula 1, sobre su sostenibilidad, en un momento de gran sensibilización ambiental. El Ayuntamiento de Barcelona, cuando estaba en manos de Ada Colau, redujo su aportación respecto a la que había ofrecido el exalcalde Xavier Trias, aunque no forma parte de la propiedad del Circuito de Montmeló, formado por ese ayuntamiento, la Generalitat y el RACC. Pero no se ha cargado contra Madrid, pero no se ha ido de forma frontal, aunque sí contra el estilo personal y, a veces, folklórico de la presidenta madrileña.

¿Qué sucede? En Madrid se ha instalado un discurso acomplejado, y se busca superar Barcelona y Catalunya con todo lo que se pueda y esté al alcance. Se deseaba que el Primavera Sound se instalara en Madrid. Los responsables del festival lo probaron, y han renunciado, después de un sonoro, --valga la redundancia—fracaso. La propia Ayuso no ha parado de reclamar el Mobile World Congress para Madrid. Pero sigue en Barcelona. Y parece que va para largo. En su momento –y aquí sí que hubo importantes errores y luchas locales—Madrid buscó doblegar la Fira de Barcelona con Ifema.

La apuesta madrileña fue importante para que en Barcelona todas las instituciones abrieran los ojos y llegaran a acuerdos que pasaron por reforzar una gobernanza propia. En el caso del arte, claramente Madrid tuvo más vista y también suerte, porque todo se alineó de forma favorable para poner en marcha Arco, la feria de arte más importante, pese a que había nacido en Barcelona, con Artexpo en 1976.

Madrid ha mirado y mira hacia Barcelona. La capital catalana, además, sigue siendo el gran vivero de una parte importante de la industria audiovisual, y también genera directores teatrales y musicales para el Teatro Real. No ha perdido poder. Sigue siendo la gran ciudad española más atractiva para el turismo internacional y para profesionales liberales que desean pasar una parte del año. Y acaba de recibir una importante inversión, la de AstraZeneca, para impulsar la ciudad como hub de la industria farmacéutica.

Díaz Ayuso no debe pedir perdón por ningún logro que Madrid consiga, pero tampoco puede vivir cada día de la tensión que ella misma genera con Barcelona y Catalunya. Si mantiene su actitud no hará otra cosa que reforzar lo que parece una evidencia: su complejo con Barcelona. Y el de una parte del Madrid institucional, que da la sensación de que recibiría con fervor que Montmeló dejara de organizar el premio de Fórmula 1 a partir de 2026, cuando se acaba el contrato en vigor, para ser la única ciudad en España que disponga de tal evento. ¿Y la Copa América de Vela? Se organizará en Barcelona a partir del próximo verano. ¿Una alegría para toda España? Esperemos que sí.

Las dos ciudades tienen una enorme potencia y eso es un valor para un país. No sucede lo mismo en Francia, ni en el Reino Unido, ni, incluso, en Italia, donde prima con claridad Milán. Sin embargo, se juega a que una domine a la otra, a que una sea la gran referencia de todo. De la misma forma que Madrid no tiene rival en el campo del arte, por disponer de fondos de las casas reales durante siglos, y por la inteligencia de eventos como Arco, Barcelona se ha caracterizado por acoger las giras de las grandes bandas musicales del mundo, por un turismo internacional que tiene iconos, --entre otros-- como la Fórmula 1 y por un ecosistema de startups tecnológicas que trata de líder una nueva industria. Que nadie tenga complejos sobre nada, ni pida perdón por nada.