Muchas coñas se han desatado tras conocerse que el alcalde de Barcelona quiere formalizar la figura del alcalde de noche para gestionar el ocio nocturno, la actividad cultural y el descanso de los vecinos. No es un tema baladí y no es una ocurrencia porque siempre ha estado en los planes de Jaume Collboni desde el inicio de la legislatura.

Pero una cosa es predicar y otra dar trigo, o mejor dicho, la cosa es averiguar quién le pone el cascabel al gato. De momento, el alcalde de noche sigue en el alero porque a los 10 regidores del equipo de gobierno solo les faltaría una función más. En un primer instante se sugirió que el cargo recayera en un político, en un partido que se asociara con Collboni. Y aquí las coñas. No me imagino al bueno de Xavier Trias, con su edad, ejerciendo de alcalde nocturno por muy buenas relaciones que tenga con el mundo del ocio. Y poner a los comunes al frente de esta alcaldía sería tanto como poner a la zorra a vigilar a las gallinas. Por tanto, creo erróneo que esta alcaldía de noche que tiene que ser garante de la convivencia y del diálogo recaiga en un político. Mucho mejor en una persona de reconocido prestigio social que debe tener talante y mano izquierda, rehuyendo de la imposición y de la multa porque en este caso la letra no entra con sangre.

¿Pero quién es esa persona? No es fácil su elección porque lidiar en la Barcelona de noche en un problema en sí mismo porque el ocio y el descanso son conceptos reñidos en diversos barrios de la ciudad. Y no es lo mismo el barcelonés noctámbulo que el turista desmadrado. Tampoco se debe actuar de la misma forma en los barrios con amplia concentración de bares y restaurantes que en los barrios alejados del centro. Encontrar el punto de equilibrio es un reto pero también una necesidad porque Barcelona es una ciudad que se tira a la calle siempre que puede y el clima es un gran aliado. Por eso, el alcalde de noche debe estar bien visto por el mundo cultural y del ocio y además de trabajar por el equilibrio entre las diferentes sensibilidades debe afrontar lo que podríamos llamar un cambio de hábitos. Hábitos que han cambiado, cambian y cambiarán en una ciudad super poblada como Barcelona.

Por eso, desde la alcaldía se han fijado en Ámsterdam, Londres o en Nueva York, ciudades que tienen esta figura que aspira tener Barcelona y convertirse en la primera ciudad española en tenerla. Arbitrar, mediar, dialogar son verbos que definirán su papel al que podríamos sumar un concepto más: el alcalde de noche debe ser los ojos y los oídos del ayuntamiento en la calle. Debe ser la correa de transmisión de las inquietudes ciudadanas con el equipo de gobierno.

Más allá de las coñas y las burlas de chiste fácil de los que no ven más allá de la punta de su nariz y que hacen mofa de aquello que desconocen, la idea de Collboni es buena pero no puede fracasar. Y para no hacerlo el alcalde no puede errar en la elección de la persona. No me gustaría estar en su pellejo a la hora de tomar su decisión. No es sencilla y debe ir acompañada de un diseño de competencias lo suficientemente cerrado para evitar salidas de tono y lo suficientemente abierto para no encorsetar el trabajo del nuevo alcalde noche. Además de dotarlo de recursos humanos y técnicos, algo no fácil con un consistorio sin presupuestos.

De entrada declino cualquier ofrecimiento porque tengo que reconocer que no sabría por donde empezar. Porque convertir en aliados a vecinos y empresarios de la noche se antoja una tarea hercúlea no apta para cardiacos, pero es la tarea que debe abordar Barcelona para armonizar su futuro. Gran idea del alcalde Collboni. Ahora todo no equivocarse en la elección.