Todo ha quedado relacionado en la política catalana y española, aunque con distintas intensidades. La fuerza de los partidos catalanes en el Congreso –los dos independentistas, pero también el PSC, que ha incidido en gran medida en los últimos años en el discurso narrativo del PSOE—es innegable y ahora deberán, entre ellos, decidir el futuro presidente del Govern de la Generalitat y la formación del gobierno autonómico. Y de la decisión que se tome dependerá, también, el gobierno municipal de Barcelona. El alcalde, el socialista Jaume Collboni, llevará en pocas semanas un año al frente del consistorio. En solitario. Con muchas dificultades, pero con los presupuestos ya aprobados, y con distintas políticas adoptadas que han sido bien recibidas.

Ahora, sin embargo, llega la hora de la verdad. Y Collboni puede contar con un hecho determinante: los socialistas han arrasado en Barcelona en las elecciones autonómicas, mientras que los comunes se han visto mermados, Esquerra se ha desplomado, y sólo ha resistido Junts per Catalunya. ¿Qué hacer? Salvador Illa ha ganado las elecciones y Collboni dispondrá ahora, en una interesante relación que les puede llevar a las más altas instancias del poder en Catalunya: la alcaldía de Barcelona y la presidencia de la Generalitat.

Illa y Collboni han colaborado juntos, y ahora deberán decidir juntos, aunque Illa con una mayor responsabilidad. El primer secretario del PSC, candidato a la Generalitat, ejerció entre 2011 y 2016 de coordinador del Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Barcelona. Entre 2014 y 2016, Illa fue jefe de gabinete de Collboni. El destino los ha colocado ahora con grandes posibilidades de estar a un lado y a otro de la Plaza Sant Jaume. Cosas de la política.

El tándem deberá asumir el reto. ¿Pueden establecer una doble estrategia? Es una opción que se ha valorado en los últimos meses, que los más veteranos del partido avalan. Se trata de atar un acuerdo con Esquerra en el Ayuntamiento, y desde ese punto de partida buscar la colaboración con JxCat, una vez Xavier Trias se haya ido de forma definitiva a su casa. Y en el Parlament la idea que se ha manejado es la de llegar a un acuerdo con JxCat, pero sin la figura de Carles Puigdemont en la ecuación. ¿Demasiado arriesgado?

El PSC es el único partido en estos momentos que puede llegar a esos acuerdos, ofreciendo instancias de poder tanto a ERC como a JxCat. De hecho, en Catalunya, poco a poco, se ha ido estableciendo esa relación a tres, que sólo se ha visto truncada por las maniobras de Puigdemont. Por ejemplo, el PSC había llegado a acuerdos con los dirigentes de JxCat para gobernar la Diputación de Barcelona y otras diputaciones, tras las elecciones municipales. Pero Puigdemont no autorizó esa operación. Y de ello se aprovechó ERC, bien asentada en el mundo municipal.

La base de los socialistas nunca ha dejado de ser la de los grandes ayuntamientos del área metropolitana. Pero ahora puede alcanzar algo imposible de afirmar hace sólo unos pocos años. El PSC ha pasado de la marginalidad –en todos los años del proceso independentista, cuando se señalaba a los socialistas como unos apestados, tras la huida de los llamados dirigentes catalanistas, que, en su mayoría, recalaron en ERC--  a poder presidir la Generalitat y a gobernar en Barcelona. Y, en gran medida, y con la colaboración de muchos otros dirigentes que han empujado –la imprescindible de Miquel Iceta—esa situación se debe a ese tándem Collboni-Illa, por la perseverancia con la que han trabajado.

Lo que se ha diseñado puede verse frustrado, porque, como es lógico, dependerá de las decisiones que tomen tanto ERC como JxCat. Pero existe una idea madurada: políticas más inclinadas a la izquierda en Barcelona, sin maximalismos –por ello el recelo frente a los comunes—y políticas más acordes con el dinamismo económico y la modernización de estructuras que se han quedado casi obsoletas en la Generalitat. Por ejemplo: reordenar el turismo en Barcelona con ERC, y ampliar el aeropuerto de El Prat con una decisión tomada desde la Generalitat, con el concurso del Gobierno central y el apoyo de JxCat.

Son los dos partidos independentistas los que deben tener claras sus prioridades. El partido catalanista que nunca ha dejado de ser el PSC –por mucho que los que se fueron del partido lo negaran—estará esperando, con Illa y con Collboni.