Las autoridades municipales de Barcelona han explicado estos últimos días que la ciudad ha llegado al “límite de su capacidad” en lo que a turismo se refiere. Primero lo dijo el teniente de alcalde Jordi Valls en la presentación del nuevo plan de la gestión de los 16 Espacios de Gran Afluencia (EGA) y luego el alcalde, Jaume Collboni, durant la convención What’s Next? que Turisme Barcelona celebró este lunes.

El ayuntamiento invertirá más de 44 millones en lo que resta de legislatura para poner orden en las áreas masificadas, pero en especial Sagrada Família, Park Güell y el entorno de la Boquería, lugares donde la presión turística impide el desarrollo normal de la vida ciudadana.

Parece que al fin se ha dado cuenta de que no basta, por ejemplo, con desplazar el aparcamiento de los autocares unos centenares de metros más allá. Los nuevos modelos de transporte –grandes coches negros, furgonetas, monovolúmenes, taxi multiplazas-- dejan al turista a pie de obra, donde el conductor trajeado les espera provocando casi las mismas molestias al vecindario que los autocares que bajan de Calella. En los últimos tiempos, el sonido de los claxon ha vuelto a ser habitual en esas zonas.

Los planes municipales son un poco buenistas, como siempre, porque no pondrán límite de afluencia, sino que una aplicación avisará a la gente en tiempo real si la Barceloneta, pongamos por caso, está colapsada. Parece lógico deducir que si el consistorio dice que ya no entra ni un alfiler más es que sabe cuánta gente cabe en ese barrio; y, en consecuencia, cuántos de los 20 millones de los visitantes de Barcelona van más allá de las posibilidades de absorción de la ciudad.

¿De qué sirve informar de que hay mucha gente en la Boquería al tipo que celebra su despedida de soltero y pasea por nuestras calles rodeado de amigotes luciendo un enorme gorro de peluche que imita los genitales masculinos?

No es una crítica, sino poner sobre la mesa que el ayuntamiento, como la industria turística, son conscientes de la saturación desde hace tiempo, pero que han esperado hasta ahora para verbalizarlo, para normalizar tímidamente ese reconocimiento. Saben que la gente lo comparte; de lo contrario, el PSC no habría hablado de su plan en la campaña de las europeas. Tampoco ha habido reproches por las nuevas medidas desde el sector ni desde la oposición.

“No es momento de crecer, sino de reconvertir”, coincide el alcalde y el jefe de la patronal hotelera. ¿Qué ha impedido ponerse manos a la obra hasta ahora? ¿Qué hemos ganado cancelando y arrinconando en la turismofobia a quienes defendían ese paso adelante tiempo atrás?