Hace exactamente un año, el sábado 17 de junio de 2023, se vivió una jornada predecible y monótona en la mayoría de los ayuntamientos importantes de España. En prácticamente todas las capitales de provincia se conocía de antemano el desenlace. Sin embargo, Barcelona fue la excepción. Aquí, la alcaldía se decidió en el último suspiro, rompiendo con la previsibilidad del resto del país.
Jaume Collboni salió elegido alcalde por una carambola política que se materializó solo 24 horas antes del pleno, cuando muchos daban por hecho que el alcalde sería Xavier Trias. El líder socialista barcelonés logró un acuerdo in extremis con PP y comunes sin apenas contrapartidas.
A las cinco y media de la tarde, Collboni era noticia en toda España. Barcelona, una vez más, captaba la atención nacional por romper con el guion preestablecido. Luego vino el famoso Que us bombin de Trias y las recurrentes acusaciones contra Daniel Sirera, similares a las que Manuel Valls enfrentó en su día.
Precisamente, la jugada que se consumó hace un año quería ser replicada por parte de algunos dirigentes socialistas en el Parlament de Catalunya. El objetivo: lograr una investidura de Illa mediante malabarismos parlamentarios para luego gobernar en solitario con la "geometría variable", una estrategia acuñada por José Luis Rodríguez Zapatero en 2008 para gobernar España con acuerdos tanto a la izquierda como a la derecha.
El acuerdo que estuvo a punto de sellarse la semana pasada entre ERC y PSC en Barcelona para permitir la entrada de los primeros en el Ejecutivo local hubiera acercado posiciones entre ambos partidos para allanar el camino de Illa. Entre este domingo y lunes se esperaba la oficialización del acuerdo entre PSC y ERC. Collboni iba a soplar las velas de su primer año de gobierno con la introducción de un socio en su equipo. Algunos miembros del equipo de gobierno ya estaban haciendo las maletas para dejar hueco a los dirigentes republicanos.
Sin embargo, las divisiones internas en ERC frustraron esta posibilidad. La federación de ERC en Barcelona, liderada por Eva Baró y Elisenda Alamany, apoyaba la entrada en el gobierno de Collboni, pero los seguidores de Marta Rovira se movilizaron para votar en contra, forzando a la dirección a suspender la votación en el último minuto. El nuevo cambio de guion ha alejado a Illa de la presidencia de la Generalitat.
Si nos volvemos a centrar en Barcelona, lo factual es que la ciudad seguirá gobernada por los 10 concejales de Collboni, como ha sido hasta ahora. No es un drama, como ha demostrado el alcalde, al igual que lo hizo Ada Colau en su primer mandato (2015-2019) tras romper su acuerdo con los socialistas en 2017 por la aprobación del 155 en el Congreso.
A Collboni sólo le queda aceptar que Barcelona será gobernada por sus 10 concejales y maximizar la aplicación de la geometría variable de Zapatero. Tras aprobar sus primeros presupuestos mediante una cuestión de confianza, deberá tejer alianzas con los partidos municipales para aprobar las próximas cuentas de manera ordinaria en el pleno, aprobar las ordenanzas fiscales, y tirar adelante medidas propias que le compren sus compañeros de la oposición. No queda otra que aprender a gobernar en minoría y sacarle la máxima punta a la fórmula de Zapatero para gestionar la ciudad.