La propuesta del alcalde Collboni sobre pisos turísticos ha conseguido su primer éxito: poner en el centro del debate la cohabitación de urbes modernas y turismo. Hay que decir que Jaume Collboni no ha hecho más que cumplir la ley, arremangarse y poner encima de la mesa una propuesta. En una palabra: actuar, con un concepto “asumir competencias”.

A diferencia de mandatos anteriores no es una propuesta de “decrecimiento”, sino una apuesta por la Barcelona cosmopolita y de futuro. La demanda turística es creciente y Barcelona es una destinación “top” representando el turismo el 14% del PIB. La pregunta es si hemos de mirar para otro lado o salvaguardar una ciudad atractiva de los excesos. El turismo genera empleo y actividad económica, sin duda, pero también influye en la pérdida de identidad, desposesión de la ciudad, presión en los espacios públicos, reducción del parque de vivienda, gentrificación y excesiva dependencia de estos sectores económicos de los bajos salarios.

Conclusión, turismo sí pero fijando un modelo. El mundo cambia y el mundo de los apartamentos turísticos a velocidad de vértigo. Barcelona ha puesto la pica en Flandes, pero no es ni mucho menos la primera. Ámsterdam, Nueva York o París ya han regulado los pisos turísticos. El sector apareció en 2010 como una plataforma colaborativa pero mutó. Ahora son compañías que cotizan en bolsa y aquella propuesta colaborativa es ahora puro negocio. La prueba es que en 13 años en Barcelona se han creado más de 10.000 pisos turísticos y con ellos han llegado los problemas. Ya no es un particular que alquila un piso a un turista, es algo más. Un sector que mueve 1500 millones anuales y que no se quedará de brazos cruzados ante la propuesta municipal. No perderán su parte del pastel sin hacer nada.

El sector hace hincapié en que solo el 1% del parque de vivienda está destinado a pisos turísticos y que no afecta al derecho a la vivienda. Lo cual no es cierto. Los barrios más tensionados han expulsado a buena parte de sus vecinos porque un alquiler estacional es mucho más rentable que un alquiler habitual. Evidentemente que el reto de la vivienda va más allá que los apartamentos turísticos, pero su existencia no ayuda en absoluto. Cuando un activo residencial se convierte en piso turístico para obtener mayor rentabilidad y tiene un uso económico, debe tener una regulación económica. Por eso sorprende que desde el sector se diga que Barcelona perderá la batalla del turismo. ¿En serio? Plazas hoteleras hay más que de sobra y el turismo no tiene por qué resentirse. Y decir que el Ayuntamiento se sobrepasa en su acción queda tan lejos de la realidad que evidencia su inconsistencia como argumento.

Collboni ha tomado la iniciativa y la batalla ha empezado. Será larga y es lógico que el alcalde fije una fecha -2029- para eliminar los pisos turísticos. Pero no debe olvidar la política de vivienda. Los datos de momento le dan la razón por mucho que los comunes se desgañiten con la insuficiencia de las medidas aunque estas medidas le saquen los colores. Este mandato se entregarán 3.300 llaves, más del triple que en el pasado de Colau, 5.000 viviendas en marcha, un 43% más en el parque público, se ha aplicado el índice de referencia de los precios de alquiler y se han ofrecido 27 solares a la Generalitat para construir 1.700 nuevas viviendas. No está mal para el primer año de gobierno y sin socios. El problema es que el Govern de la Generalitat es hoy por hoy una entelequia.

El debate está aquí, por suerte. Seguro que surgirán voces a favor, en contra, de quienes consideren que la propuesta se excede o que se queda corta. Los grupos municipales deberán retratarse con su voto, eso también, más allá de la verborrea fácil. Todos y cada uno de ellos deberán tomar posición y abandonar el estado de sorpresa con el que les ha dejado la propuesta municipal. No podrán ponerse de perfil ante un problema que existe y que requiere de soluciones. Lo que está claro es que no es una cortina de humo bajo la cual algunos se ha refugiado. También es seguro que se deberán transaccionar las medidas para encontrar el equilibrio necesario. Lo mejor de la propuesta, sin duda, es que ha abierto un debate en Barcelona, en Cataluña y en España. Ya era hora.