Muchos pedófilos se convierten en pederastas si se creen seguros y surge la oportunidad. Trístemente, en algunas familias. También se dan casos de pederastia en colegios o escuelas. No hace ni un mes, los Mossos d’Esquadra ejecutaron la Operación Damocles, contra una red de pederastas que había prostituido y agredido sexualmente en grupo a más de veinte menores con edades entre 12 y 17 años. Habían grabado 250 orgías entre 2016 y 2021 y tenían un total de 1.300 grabaciones en su poder. El horror.
Luego está la Iglesia. Se estima que 400.000 abusos de menores en España en los últimos ochenta años fueron cometidos por sacerdotes católicos. Es una aproximación estadística, elaborada a partir de una muestra realizada por el Defensor del Pueblo. Los abusos perpetrados por sacerdotes católicos en Irlanda, Francia o los EE. UU. indican que la cifra no es un disparate, sino muy probable. Si prescindimos de esta aproximación, los casos documentados con nombre y apellidos suman igualmente miles. Pero da igual. Ni que fueran centenares o docenas. El comportamiento de la Iglesia católica alrededor de los casos de pederastia de sacerdotes y religiosos es no sólo repugnante, sino delictivo. Y si no lo es, debería serlo. No merece perdón.
El problema no es que haya curas pedófilos o que alguno de éstos dé el salto y se convierta en pederasta. Eso puede ocurrir en cualquier institución. Es una mierda, pero es así. El mal existe. El problema es la respuesta que da la institución cuando descubre que uno de sus miembros ha cometido semejante maldad. La Iglesia católica española, sistemáticamente, no ha denunciado a la policía los casos de abusos sexuales de sus sacerdotes; es más, los ha negado, los ha ocultado, ha cambiado al depredador sexual de parroquia para que pueda seguir violando niños en otra parte, ha presionado a las víctimas para que guarden silencio, se ha comportado de manera soberbia cuando se le ha llamado la atención, ha mentido con descaro y no ha sido capaz de colaborar para poner fin a semejante lacra. Su hipocresía es odiosamente obscena y auténtica. Cualquier otra organización con ese historial de complicidades y encubrimientos hubiera sido ilegalizada hace años.
Barcelona es la provincia con más casos de abuso de menores a manos de sacerdotes católicos de toda España. Este mismo periódico listó los colegios religiosos de Barcelona donde se habían detectado actos de pederastia. Agárrense, que la lista es larga y no será completa. Allá va: Escola Pia Calassanci, Colegio Jesuitas Casp Sagrado Corazón de Jesús, Colegio Jesuitas Sant Ignasi de Sarrià, Colegio La Salle Congrés, Colegio La Salle Bonanova, Colegio La Salle Josepets, Colegio La Salle Comtal, Colegio Salesianos de Horta, Colegio Manyanet Les Corts, Colegio Manyanet Sant Andreu, Colegio Salesiano Rocafort, Colegio Sant Josep Oriol, Colegio Corazonista de Barcelona, Colegio Marista Valldemia, Colegio Sagrado Corazón Hermanos Corazonistas, Escolanía del Sagrado Corazón, Escuelas Pías de Sarrià, Iglesia de San Cayetano, Colegio Claret… ¿Saben lo que más me llama la atención? Que todavía tienen licencia de centro educativo y permiso para tratar con menores de edad. Qué vergüenza.
No nos dejemos a los monjes de Montserrat. Este febrero, en sede parlamentaria catalana, el abad del monasterio reconoció que no había hecho nada para impedir los casos de abuso que llegaron a sus oídos. Así, con dos cojones. Hablamos de varios monjes y docenas de abusos durante años, y no durante el franquismo, sino en su historia reciente. Eso sí, perdón y tal y cual. Dijo que el monasterio había elaborado un protocolo por si se producían nuevos casos, donde no salía por ninguna parte la obligada denuncia a la policía. Esa misma semana, se negaron a pagar una indemnización a la víctima que denunció el caso.
Pero la Mesa del Parlament de Catalunya, compuesta por Josep Rull, presidente (Junts), Raquel Sans, vicepresidenta primera (ERC), David Pérez, vicepresidente segundo (PSC), Glòria Freixa, secretaria primera (Junts), Juli Fernández (ERC), Rosa Ma. Ibarra (PSC) y Judith Alcalá (PSC), secretarios segundo, tercero y cuarto, respectivamente, han concedido la Medalla de Oro del Parlament de Catalunya al Monasterio de Montserrat.
Vale la pena citar con nombres y apellidos a los meapilas y chupacirios que han otorgado semejante premio a dicha institución, porque seguro que los monaguillos y chavales de la escolanía sodomizados y violados por los monjes del monasterio les agradecerán muchísimo el detalle. También estarán muy agradecidos los amigos del Laureado Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat, por el recuerdo que supondrá la condecoración para la honra del ejemplo y el sacrificio de sus miembros en la Cruzada.