Xavier Trias nos dijo adiós. Lo intentó todo en su última etapa política. Ganó unas elecciones con todo en contra pero no supo armar una mayoría y perdió la alcaldía. Consciente de que en la oposición hace mucho frío y el desgaste es todo un depredador, también lo intentó todo para que su partido entrara en el equipo municipal. El caso es que Trias no era el problema, el problema es Junts y, sobre todo, el problema es Puigdemont.
Xavier Trias ha dedicado su vida a la cosa pública. Primero como pediatra en el Vall d’Hebron y luego desde la conselleria de Sanidad en la incipiente Generalitat comandada por Jordi Pujol. Y desde el primer momento desplegó ese talante cordial con los adversarios. Las necesidades sanitarias en aquella época eran ingentes y el pediatra Trias se arremangó desde la Dirección General de Ordenación y Planificación Sanitaria para poner orden en un sistema que hacía aguas por todas partes. Y lo hizo dando la mano, y de la mano, de los líderes municipales, en su mayoría socialistas y comunistas. Fue su forma de hacer y muchos alcaldes recuerdan aquella época de aquel primer Xavier Trias. Y lo hacen con cariño.
Luego subió a lomos de la política de primera fila como conseller de Sanidad en 1988, luego de presidencia, más tarde como líder de CiU en el Congreso de los Diputados y volvió a Cataluña para intentar conquistar la joya de la corona que siempre se había resistido a la derecha catalana: Barcelona. Tres veces lo intentó y a la tercera fue la vencida. Un PSC devorado por una fuerte crisis y sin tregua mediática, acabó cediendo y Xavier Trias fue elegido alcalde en 2011.
No fue un mal alcalde aunque gestionó de forma deficiente el crecimiento de un fenómeno que saltó a la calle el 15-M y que en Barcelona se apiñó en torno a los Comunes. Mantuvo una política de prudencia y los Comunes le birlaron la merienda y en 2015 la alcaldía. La gestión de los resultados electorales no son su fuerte. Y pudiendo gobernar, cedió la alcaldía a Ada Colau. Sí, Trias fue uno de los principales responsables de entregar la ciudad a una formación que eliminó Barcelona del mapa mundial. El procés hizo el resto.
En 2023 volvió a la carga de la mano de Junts, pero sin Junts. Trias per Barcelona ocultó a Puigdemont en las elecciones, pero Puigdemont estaba ahí. De comisario político en la candidatura Trias tuvo que asumir a Josep Rius, con un talante dialogante y amable, pero tajante en sus posiciones políticas como hombre de Puigdemont en Barcelona. Ocultar las siglas del independentismo radical le fue provechoso en las urnas, pero un fiasco en la negociación del nuevo gobierno municipal.
Los socialistas de Collboni detectaron el talón de Aquiles de Trias y se quedó sin alcaldía tras un acuerdo sobrero con Esquerra Republicana. “Que us bombin”, exclamó airado en su discurso cuando vio que se le escapó la alcaldía entre los dedos. Sus eternos adversarios, el PSC, le arrebataron la vara de mando con apoyo de los Comunes de Colau y del PP, todas las bestias pardas del nacionalismo de derechas catalán.
“Que us bombín”, dicho por Trias no fue un insulto, fue una reprimenda del viejo profesor. Un hombre que hizo de la política un combate de esgrima, con normas y respeto, y eso que fue víctima del navajeo barriobajero en los años del procés con los montajes de brocha gorda del Comisario Villarejo y la policía patriótica, que a pesar del escándalo nadie investiga en la almendra de la M-30, en ese Madrid DF que distorsiona la política española. También en esa almendra, Trias como líder del grupo de CiU, con su forma de hacer dejó huella. Xavier Trias y Vidal de Llobatera ha sido un icono en la política. Un referente en su forma de hacer. Con aciertos y con errores, pero siempre con la mano tendida. La ha tendido a Jaume Collboni en este año pero el alcalde lo ha rechazado porque sin Trias, su grupo municipal no es garantía ni de gobernabilidad ni de estabilidad. Puigdemont sigue ahí y no sería un buen negocio darle una pieza más para boicotearlo todo. Junts no solo es derechas, sino que es impredecible. Ahora pasarán su travesía del desierto porque los líderes del grupo no serán líderes en las elecciones del 27. Y sin Trias su valor añadido se diluye como un azucarillo. El último barómetro municipal es todo un ejemplo. Cuarta posición para los neoconvergentes. Seguro que añorarán a Trias. Los periodistas seguro que también. Personalmente, guardaré un buen recuerdo y espero encontrármelo a menudo en su cafetería preferida para desayunar. Adéu Xavier, pero siempre estarás ahí.