Miquel Barceló ha pasado por Barcelona estos días para promocionar las ediciones en catalán y castellano de su De la vida mía, una autobiografía que antes se había publicado en francés. En junio, con motivo de su exposición de cerámica en la Pedrera Barceló. Tots som grecs, el artista mallorquín ya había hablado de la edición de Gallimard, que le había encargado el proyecto años atrás.
Tanto esfuerzo y tiempo para la difusión de la obra y la firma de ejemplares no son muy habituales en los escritores más allá de los superventas, mucho menos entre pintores y escultores. O sea, que el de Felanitx se ha tomado mucho interés en su promoción.
La mala suerte quiso que a la polémica, gratuita, que se originó en torno al cartel del 125 aniversario del Barça se sumara la filtración de que Barceló andaba en tratos con la Sagrada Familia de Barcelona para trabajar en la puerta de la Glòria.
El pintor hizo ya una aportación impresionante a la catedral de Mallorca con la construcción de un muro de cerámica dentro de la capilla de Sant Pere en el que plasmó su visión de la multiplicación de los panes y los peces, como le había pedido el obispo Teodor Úbeda. Ese encargo le permitió trabajar con Antoni Gaudí, que a principios del siglo XX llenó de luz el templo, contratado por el obispo Pere Campins.
Colaborar de nuevo con Gaudí puede asegurar que la obra de Barceló en la Sagrada Familia permanezca a lo largo de los años, como la de la Seo de Palma. Una idea muy atractiva para el pintor. Pero quien filtró la posibilidad de ese gran proyecto quizá olvidó las dificultades que había atravesado la realización de la catedral bajo el mar. (Los restos de Úbeda descansan en la capilla de Sant Pere por su expreso deseo para evitar que la obra de Barceló sea destruida.)
Pues bien, el Patronato de la Sagrada Familia no tardó en replicar aquella noticia para echar agua al vino asegurando que no hay nada decidido, que los proyectos para la fachada Este aún están siendo estudiados por la comisión teológica y la artística.
Mucho me temo que igual no es del todo cierto, porque Jaume Plensa manifestó hace cuatro años que había declinado participar en el remate de esa fachada sin que nadie le desmintiera. Es posible que los patronos del sacro recinto desconfíen de las creaciones de Barceló, por más espirituales que sean y por más que el artista se funda en el barro bíblico para expresarse.
Pero de lo que estoy seguro es que negocian con puño de hierro con los vecinos que se verán afectados por la puerta de la Glòria cuando se haga. Ellos dicen que son 10.000 personas, unas 3.000 viviendas, además de 50 empresas. Y sospecho que el Patronato piensa que lo bueno -para sus intereses- no quiere ruido.
Aunque parezca mentira, hace 40 años Núñez y Navarro consiguió los permisos para construir justo delante de la fachada, logró vender la promoción entera pese a que todo el mundo sabía que el proyecto de Gaudí incluía algo así como una tercera plaza en el lado este del templo; aunque también parezca mentira, el Patronato solo se ha reunido en una ocasión con los afectados, y gracias a la presión del ayuntamiento.
No es de extrañar que Miquel Barceló prefiera ahora guardar un discreto silencio sobre la que sería su tercera gran obra tras la catedral de Palma y la monumental cúpula de la sala de los Derechos Humanos de la ONU en Ginebra.