El debate se intensifica. La falta de vivienda, con manifestaciones para pedir medidas que puedan paliar la situación, ha dado pie a otras reflexiones. En el centro de todo, en realidad, está la actividad económica. Si un determinado territorio genera oportunidades todo se concentrará ahí. Y la ley de la oferta y la demanda hace el resto. En Barcelona se ha llegado a ese punto. La ciudad es un polo de atracción para los turistas y para los nómadas digitales, pero también para buena parte del conjunto de la población catalana.
La explicación la acaba de ofrecer el Consejo Económico y social de Barcelona (CESB), al señalar que el 40% de los puestos de trabajo de toda la región metropolitana, un territorio de cinco millones de personas, se concentra en la ciudad. Sería ideal trabajar en un lugar y poder vivir en otro, con un transporte rápido adecuado. Pero –todavía—no es el caso. Por tanto, a los que trabajan en Barcelona les conviene no alejarse mucho de la urbe. ¿Resultado? Los precios aumentan, la densidad es mayor, y la vivienda escasea.
Las administraciones en Catalunya no han pensado ni planificado el futuro. Es cierto que ha habido un aumento de población tal vez inesperado, pero no se ha previsto esa concentración tan acusada. Por eso, algunos urbanistas señalan ya desde hace unos años que la clave para que todo se pueda reequilibrar es generar mayores oportunidades económicas en el conjunto del área metropolitana, y más allá de la primera y segunda corona de Barcelona.
Las inversiones internacionales se deberían promover fuera de Barcelona, para generar núcleos económicos distintos, que, a su vez, puedan favorecer la construcción de vivienda, con suelo más barato que en la capital catalana. En Tarragona han comenzado a interiorizar esa necesidad, y se va a crear el área metropolitana de Tarragona con la participación de ocho municipios. Ese debería ser el camino, el de generar polos económicos conectados entre sí, sin que dependamos todos de esa ciudad, Barcelona, que no podrá, en algún momento, ofrecer más oportunidades y quedará agotada.
Porque, a pesar de que se sostenga que Barcelona depende del turismo, la ciudad concentra muchos otros sectores. El turismo representa el 15% de su PIB, pero hay otros sectores que son cruciales, como el de las finanzas, las actividades creativas, o el sector ligado a las TIC y las actividades científicas.
Barcelona es determinante. Pero deben serlo también otras ciudades, en un territorio mucho más amplio. ¿Cómo hacerlo? Los ayuntamientos y el Govern de la Generalitat deberían colaborar e impulsar políticas conjuntas, y, por qué no, políticas que contemplen medidas fiscales.