Recuerdo haber leído hace años la noticia de una discoteca de Barcelona que organizaba sesiones nudistas para su clientela. La cosa consistía, durante unas pocas horas, en tomarse unas copas en pelotas y socializar con otros ciudadanos no textiles. La experiencia duró unas pocas tardes/noches y dejó de celebrarse por falta de quorum: parece que ir a la disco en bolas no era una idea demasiado brillante. La semana pasada tuvo lugar una iniciativa similar, pero no en una discoteca, sino en un cine. Concretamente, el Gerona, donde se proyectó una película a las doce del mediodía que pudo ser vista por unos cuantos cinéfilos sin ropa.
A mí la cosa me pareció una idea de bombero, la verdad. Ya me lo había parecido lo de la discoteca de hace años, pero ahí, por lo menos, se consumía alcohol, se fumaba, puede que se tomaran drogas, se socializaba y, con un poco de suerte, igual algunos nudistas, convenientemente entonados, conseguían intercambiar fluidos en los lavabos o quedar para intercambiarlos cualquier otro día. En cuanto a ver una película en pelotas, de verdad que no consigo verle el aliciente, a no ser qué estés en casa en verano, haga un calor del copón y te encuentres solo o con tu pareja: dudo que a nadie se le ocurra invitar a una docena de amigos para que vean la peli contigo y sin ropa.
Los organizadores del desahogo textil del cine Gerona eran gente de centros naturistas catalanes, un personal que está obsesionado por separar el nudismo del sexo, hasta el punto de que me huelo que muchos de ellos quieren creer que son dos asuntos que no tienen nada que ver el uno con el otro. Intuyo que la idea de la discoteca con priva, tabaco y puede que drogas les debió parecer de un sicalíptico intolerable, ya que su idea de la práctica del nudismo coincide más bien con llevarlo a cabo en lugares en los que no viene absolutamente a cuento. ¿Alguien me puede explicar a qué viene ver una película en bolas y en compañía de otros naturistas que se comportan como si tuviesen los genitales de adorno?
Para ir desnudos ya tenemos las playas y los campings. De hecho, en España, la desnudez no está prohibida en ninguna playa (si la gente se corta es tras observar que la tendencia general de los bañistas es tirando a textil o para no tener problemas con gente pudibunda, pero, en general, a casi todo el mundo le da lo mismo verle o no verle el culo al vecino). Pero los creyentes del nudismo muestran cierta tendencia a despelotarse donde no toca.
Hubo una época que, por Barcelona, te cruzabas a veces con alguien en bolas, nacional o extranjero. Llegó a alcanzar cierta fama un tal Esteban (que en paz descanse), que lucía un gran aro en la punta del ciruelo y que, cada vez que lo paraba la policía, recordaba a la ley y el orden que el nudismo en España no estaba prohibido en ningún sitio: hubo que rehacer las ordenanzas municipales para poder freírlo a multas y que se le quitaran de encima las ganas de enseñar el rabo anillado.
Otro entretenimiento nudista son las carreras en bicicleta, donde siempre se cuelga alguien en bolas. Y según que manifestaciones reivindicativas. O las cosas de las chicas de FEMEN. Lo fundamental es que estos desahogos carezcan del más mínimo componente sexual: como ya les he dicho, la obsesión del naturista fetén es expulsar el sexo de la desnudez. O sea, convertir el cuerpo desnudo en lo más aburrido del mundo, en algo que sirve para depositarlo sobre una toalla o un pareo de una butaca de cine y tragarse una película. Luego te vuelves a vestir, sales a la calle y prosigues con tu jornada habitual. Qué divertido, ¿verdad?
Me pregunto qué será lo próximo. ¿Qué tal una visita en pelotas al Congreso de los Diputados o el parlamentillo catalán? Los que no militen en ese naturismo meapilas siempre pueden seguir frecuentando clubs liberales u orgías en residencias privadas, los muy guarros.