Este martes, el Ayuntamiento de Barcelona votará -por enésima vez- una iniciativa de Esquerra en favor de la expulsión de la Policía Nacional de Via Laietana. Hace unos días, Junts clamaba contra Jaume Collboni por incluir El Born como uno más de los enclaves de su nuevo proyecto de Museu d’Història de Barcelona. Dos elementos simbólicos donde los haya con los que los dos partidos independentistas del consistorio buscan devolver el debate al terreno de los símbolos.
Republicanos y neoconvergentes saben que Barcelona no es independentista. Lo reconocen ellos mismos en privado. Y aun así, el independentismo se esmera en atender a unas parroquias diezmadas mientras el barcelonés de a pie suspira por la vivienda, los precios y el temor al próximo terremoto provocado por el Show de Trump.
Del éxito de sus esfuerzos da cuenta la escasa polémica generada en las redes, pese a que en el caso del Born se sumaran a los esfuerzos pesos pesados de otros tiempos como Pilar Rahola o Antoni Gelonch.
De la unanimidad provocada por el Born dan cuenta, por su parte, los tres cambios de nombre sufridos por este espacio. Tantos como alcaldes han pasado por Barcelona desde que se inauguró, bajo mandato de Xavier Trias y dirección de Quim Torra. Ada Colau ya rebautizó el memorial dedicado por Trias al 1714 para ir más allá de esa fecha, pero el cambio de fondo se augura ahora, con la integración del Born en la red del Museu d’Història de Barcelona.
Pasa a convertirse en una más de sus 17 sedes y a integrar, junto al yacimiento de la Guerra de Sucesión, salas dedicadas a los años posteriores. Habrá memoria, destacan sus nuevos responsables. Pero la memoria no se queda en siglo XVIII. Así, la primera exposición memoralística se dedicará este año al movimiento estudiantil antifranquista.
Un argumento que debería avalar Esquerra, cuya batalla ideológica en Barcelona se centra unos metros más arriba, en la comisaría de Vía Laietana y su tétrico pasado de torturas policiales. Una batalla que los republicanos mantienen viva desde el Ayuntamiento, el Parlament y el Congreso. De momento, han conseguido ya el apoyo formal del Govern de Salvador Illa, deudor de Esquerra desde su investidura.
El pasado noviembre, el conseller de Interior, Ramon Espadaler, hacía público que ha cursado petición formal al Gobierno para “resignificar” la comisaría de Vía Laietana. El problema es el alcance que cada partido da a ese verbo: resignificar. Donde los republicanos ven el vaciado de la comisaria, los ministros de Interior, Fernando Grande Marlaska, y Justicia, Félix Bolaños, ven la colocación de una placa en recuerdo de los torturados por el franquismo.
Así lo advertían desde Justicia e Interior después de que el también ministro Ángel Víctor Torres, asegurara que el edificio dejaría de albergar la comisaría central de Barcelona. El edificio se "resignificará", aclaraban después desde Interior, "pero seguirá siendo una comisaría”.
De ahí que Elisenda Alamany vuelva la carga, señalando incluso el futuro destino de los policías nacionales que hoy ocupan el número 43 de la Vía Laietana. Alamany los quiere recolocados cuanto antes en el número 74 de la calle Guipúzcoa.
Las instalaciones de la comisaría de la Verneda son efectivamente más amplias, cómodas y modernas. Doy fe de ello. Pero ese traslado sería tanto como abandonar el centro de la capital catalana, ahí donde se produjeron los peores disturbios del procés. Por eso se resisten a ello Marlaska y Bolaños, que no son inmunes al simbolismo y saben lo que representa ceder determinados espacios de poder.
Mientras, el PSC tendrá que seguir nadando entre dos aguas para no molestar a sus socios -en la reivindicación sobre Vía Laietana es uno de los pocos ámbitos en que comunes y republicanos van a una- ni incomodar al Gobierno.
Pero no parece que esta batalla simbólica, ni la del Born, vaya a suponer mayor problema para Collboni. Él, como los líderes de Junts y ERC, sabe que sus vecinos tienen preocupaciones mayores que el futuro de esos símbolos.