El Gobierno municipal ha cumplido y ha pasado la primera etapa de la nueva Ordenanza de Civismo. Contó con los votos favorables de socialistas y republicanos, la abstención de PP, Vox y Junts y el voto en contra, como no podía ser de otra manera, de los comunes.

Renovar la ordenanza no es un tema baladí. Hace falta darle un meneo porque la actual tiene 20 años de vida, y en 20 años Barcelona es otra ciudad. Hay que adaptarse, sin duda, para "fomentar y garantizar la convivencia ciudadana en el espacio público" de Barcelona, como reza el texto que ha pasado su primera prueba.

Como la cosa tiene su enjundia, la ordenanza estará 30 días en el trámite de información pública para recoger opiniones y propuestas.

Ha estado bien el consistorio no computando el mes de agosto porque en estas fechas el personal tiene otras prioridades. Lo contrario hubiera sido un craso error porque la Ordenanza de Civismo contempla endurecer las multas por consumo de alcohol, por orinar, por realizar pintadas y por masturbarse en la vía pública.

Además, el documento plantea agravantes por beber alcohol en presencia de menores, ya que cree que es una manera de incitar al consumo.

ERC votó a favor y el concejal Jordi Coronas explicó de forma sencilla su voto porque la actual Ordenanza "está caducada y es claramente insuficiente e ineficaz".

Simplemente, todos los grupos deberían haber recorrido esta senda, pero las cuitas políticas hacen su trabajo. Me sorprendió que Junts no metiera el dedo en el ojo.

Quizás porque hubiera hecho un ridículo mayúsculo, pero el argumento de Jordi Martí quedó en las actas para enmarcarlo.

Junts se abstuvo -no pueden votar a favor porque Puigdemont se subiría por las paredes- porque, según su portavoz “interino”, Jordi Martí, la reforma es “insuficiente” pero no votaban en contra -aquí viene el redoble de tambores- por “responsabilidad con los ciudadanos.

Tras esta afirmación, pondría emoticonos por su zafiedad porque no se podían llegar a la misma conclusión los junteros para levantar la reserva del 30%, me pregunto.

Bien diferente es la abstención del PP. Los populares se abstienen porque consideran que la reforma es tibia. Seguro que quisieran más mano dura. Incluso Vox se ha abstenido aunque se queja de lo mismo.

La ordenanza es tibia y encima no han incluido sus enmiendas, que piden más caña al infractor. Los comunes han votado en contra, en su línea. Las críticas a la tibieza de la norma por toda la derecha -PP, Vox y Junts- no han servido para nada.

Es como quien va con orejeras. Dicen los comunes que se ha pactado con la derecha y que la convivencia no debe sustentarse en "aumentar las sanciones pactando con la derecha a ver quién pone la multa más grande".

¿Pactado con la derecha? No parece.

Hace un par de días salía de casa a trabajar. No eran las siete de la mañana. Un tipo estaba orinando en los contenedores de residuos situados frente a mi portal. Un vecino le recriminaba su acto y el tipo en cuestión se puso agresivo porque él “meaba donde le daba la gana”.

No atendió a razones. Y ante gente así, defiendo la mano dura. Y la mano dura, señores comunes, no es ser de derechas sino ser imperativo con quien se la suda lo que le digan. ¿Multas? Sí, gracias. Y añado: y cañeras.

La Ordenanza de Civismo sería bueno que saliera con un amplio consenso. Estaría bien que los grupos municipales se dejaran de mirar el ombligo y se pusieran las pilas.

Algunos que olvidaran que sancionar no es de derechas y otros que ser de derechas no es pasarse cuatro calles.

El concejal Batlle abogó por repetir “un gran pacto” 20 años después y la comisionada de convivencia, Montserrat Surroca, fijó el objetivo de la reforma "con el máximo consenso posible y con la vocación de seguir hablando para mejorarla antes de su aprobación definitiva".

Pues eso, hablen de las cosas en serio y dejen sus veleidades, y debilidades, en un cajón. Es necesaria una reforma porque la Barcelona de 2005 poco tiene que ver con la actual. Y multar está bien porque hay personajes e individuos que solo entienden la letra cuando la sangre entra. Con buenas maneras, la convivencia no se garantiza.