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Imagen exterior del 7 Portes

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Opinión

¿Cerrarán las siete puertas?

"¿Permitiremos que tan noble establecimiento se convierta en una reserva de tostadas de aguacate? Ya me sé lo de renovarse y morir, pero en este caso podríamos hablar de renovarse Y morir"

Publicada

En esta ciudad, a la que te descuidas, te chapan un buen restaurante de los de toda la vida y te lo sustituyen por una de esas imitaciones de los cafés de Williamsburg en la que nunca falta la maldita tostada con aguacate (o avocado toast, para los guiris). Ahora hay ruido de sables (o de tenedores y cuchillos) en el mítico Set Portes del número 14 del Paseo de Isabel II (que en gloria esté).

Han cambiado al gerente (o CEO, si lo prefieren: el nuevo procede del grupo Tragaluz) y cunde el descontento en las cocinas, dado que el personal no tiene derecho a compartir las propinas con el de la sala, lo cual me parece que tiene su lógica: por simpáticos y eficientes que sean los camareros, si el guisote o la paella no salen en condiciones, el buen burgués que los ha pedido no se va a quedar lo suficientemente contento como para dejar propina de ningún tipo.

En todas partes cuecen habas (nunca mejor dicho). Uno creía que el Set Portes funcionaba a las mil maravillas y resulta que no era exactamente así. Pero, aunque se librara de una expendeduría de avocado toasts, creo que ese viejo y querido comedero tampoco debería caer en manos de algún chef genialoide que impusiera su criterio culinario y nos dejara sin las tradicionales paellas, canelones y demás deliciosas antiguallas de esas que cada día son más difíciles de encontrar en nuestra ciudad (inciso: ¿a qué obedece esa renuencia a servir puré de patatas como guarnición en nuestros restaurantes? Fin del inciso).

Juraría que los clientes del Set Portes queremos que nuestro querido restaurante se mantenga siempre fiel a sí mismo, pues no en vano es una institución de la vida barcelonesa. Recordemos que lo fundó en 1836 Josep Cuyàs como un sencillo café y que en más adelante se convirtió en todo un edificio, con restaurante a pie de calle, gracias a Josep Xifré i Casas (1777 – 1856), indiano enriquecido en Cuba que, cuando regresó a su ciudad natal, quiso que todo el mundo se enterara de su llegada.

Por eso se construyó la Casa Xifré, donde se aloja el restaurante, que convirtió en la primera versión del que todos conocemos.

Ya en el siglo XX, se hizo cargo del local Paco Parellada, propietario de la célebre fonda Europa de Granollers. Fue en 1942 y contó con platos que alcanzaron rápida celebridad. Uno de ellos, ya existente, pero perfeccionado, se lo debemos a otro Parellada, Juli, que solo compartía con el otro el apellido. Este buen burgués, bastante dado a las comilonas, resultó ser un poco vago a la hora de comerse sus paellas. Parece que le contrariaba enormemente tener que pelar las gambas y demás tropezones marítimos del plato, así que pidió que le sirvieran la paella con todo limpio para no tener que usar más que el tenedor.

El hombre creó tendencia, hasta el punto que la paella Parellada se convirtió en uno de los platos estrella del Set Portes.

Con estos gloriosos antecedentes, ¿permitiremos que tan noble establecimiento se convierta en una reserva de tostadas de aguacate? Ya me sé lo de renovarse y morir, pero en este caso podríamos hablar de renovarse Y morir. Así pues, ánimos para la nueva gerencia, un poco más de solidaridad a la hora de repartir las propinas, un par de novedades en la carta (¡y ni una más!) y a seguir cumpliendo años bajo los soportales de la reina Isabel II.

Y como vea revolotear por ahí a David Muñoz, lo corro a gorrazos.