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El exministro de Sanidad, Ernest Lluch, asesinado a manos de ETA, durante una rueda de prensa / FONDO AUDIOVISUAL FUNDACIÓN ERNEST LLUCH

El exministro de Sanidad, Ernest Lluch, asesinado a manos de ETA, durante una rueda de prensa / FONDO AUDIOVISUAL FUNDACIÓN ERNEST LLUCH

Opinión

Les Corts recuerda a Ernest Lluch

"Hasta hace unos días este CAP llevaba el nombre del distrito: Les Corts. Ahora se llama Ernest Lluch. El cambio responde a una iniciativa de la fundación creada en memoria de quien fuera ministro de Sanidad entre 1982 y 1986"

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El barrio de Sant Ramon, en la frontera entre Barcelona y L'Hospitalet, tiene un centro de atención primaria (CAP) conseguido por los vecinos a base de reclamaciones y protestas. Muchos de los servicios de Barcelona fueron conseguidos a partir de las luchas vecinales.

Hasta hace unos días este CAP llevaba el nombre del distrito: Les Corts. Ahora se llama Ernest Lluch. El cambio responde a una iniciativa de la fundación creada en memoria de quien fuera ministro de Sanidad entre 1982 y 1986.

El 21 de noviembre hará 25 años que fue asesinado por la banda terrorista ETA: un tiro en la nuca cuando estaba en el aparcamiento de su domicilio, en la avenida de Chile, también en Les Corts.

En su ardiente campaña en defensa de la memoria de las víctimas y para evocar la propensión de Lluch al diálogo, el PP de Valencia ha eliminado su nombre de un centro sanitario. Con ello consigue dar satisfacción a Vox y demostrar que las víctimas del terrorismo le importan mucho, siempre y cuando pueda utilizarlas políticamente.

Además, Lluch era catalán y el anticatalanismo es una de las señas de identidad del Partido Popular, convencido de que le da votos en el resto de España.

Se dice que Lluch, catedrático en Valencia primero, y en Barcelona más tarde, hubiera preferido ocupar la cartera de Economía, pero que tuvo que hacerse cargo de la sanidad ante la feroz oposición de los colegios de médicos a Ciriaco de Vicente. Verdadero o falso, lo cierto es que Lluch se entregó al trabajo con ahínco.

La reforma sanitaria que impulsó fue una revolución que aún sobrevive, pese a los recortes a que está siendo sometida en aquellos territorios donde gobierna o ha gobernado la derecha.

Las principales características de su proyecto eran dos: la medicina preventiva y su universalidad.

Se partía de la base de que la atención sanitaria debe empezar por prever los problemas, ya que si se detecta la enfermedad en una fase inicial, el tratamiento es casi siempre más fácil y eficaz. De ahí la importancia de la asistencia primaria.

La experiencia ha demostrado luego que, además, la prevención es más barata, pero ese no era el objetivo de la reforma. El objetivo era la democratización de la sanidad.

El proyecto de una sociedad más justa pasaba, creía Ernest Lluch, por conseguir que toda la población dispusiera de unos servicios públicos iguales, al margen de su capacidad económica.

Como señalaron algunos de los que intervinieron en el acto en el que se impuso el nombre de Lluch al antiguo CAP Les Corts, un ciudadano tiene que tener la convicción de que será atendido, tenga o no dinero.

La otra gran reforma buscada por los socialistas -la de la enseñanza- topó con un estamento mucho más fuerte que los médicos: la Iglesia católica, titular de multitud de centros de enseñanza. Aunque la situación general mejoró, tuvo que acompasarse a la fuerza de las sotanas, dispuestas a bendecir cualquier nueva cruzada si se tocaban sus privilegios y su derecho a adoctrinar a las criaturas. Y a veces a meterles mano.

La Ley General de Sanidad redactada bajo la dirección de Lluch y aprobada en 1986 fue, en cambio, un notable avance, que aún hoy sirve de modelo para quienes defienden el derecho de la ciudadanía a la atención médica.

Pero se halla amenazada.

Los primeros hachazos le llegaron con la excusa de los recortes. Y el primer abanderado de los mismos fue Artur Mas, antes incluso de que los aplicara Mariano Rajoy.

Entre quienes defienden la sanidad pública están los vecinos de Sant Ramon, orgullosos de haber conseguido el CAP. Lo recordó Marta Plana, hija de uno de los dirigentes vecinales de los años ochenta, presente en el acto de renombrar el CAP.

Poco después, los vecinos recordaban que las luchas nunca terminan y salían a la calle para protestar contra el concejal del distrito, David Escudé. ¿De dónde habrá sacado el PSC a un tipo así? Lúcido como él solo, anunciaba al mundo que, cuando el estadio del Barça esté a pleno rendimiento, los residentes sufrirán restricciones de movilidad porque habrá gente que quiera ir al fútbol en coche. El paso siguiente es confinarlos, como a las gallinas.

A los vecinos les parece que hay prioridades que el concejal no acaba de entender. Creen que entrar o salir de casa es más importante que ir al fútbol.

Además, saben cómo se defienden los derechos: si consiguieron tener un CAP ¿cómo no van a conseguir que se respete su derecho a moverse libremente por su barrio? Sea para ir a comprar el pan o para acudir al CAP Ernest Lluch.

Y están convencidos de que el que fuera ministro y vecino de la zona -que iba al fútbol a pie y se movía por la ciudad en transporte público- hubiera estado de su parte.