Asentamiento de las chabolas en La Sagrera
Barcelona no puede estar sola
"Podemos limpiar la cara de la ciudad, impulsar el crecimiento, poner guapa a Barcelona, pero es implica meternos de lleno en políticas que no dejen a nadie en la cuneta"
El barraquismo es parte de la historia de Barcelona. Lo es desde 1870. Siempre ubicados en zonas no edificadas. Los que ya tenemos una edad recordamos bien las barracas de Can Valero en Montjuïc en los aledaños del cementerio, en el Poble Sec o en los aledaños del Pont del Treball Digne. Hubo más, sin duda. Llegaron a ser un centenar en los años de la posguerra. Todos acogían a la inmigración recién llegada de diferentes zonas de España.
Ahora, vuelven las barracas también con inmigración ahora venida desde el África Subsahariana, magrebíes y de diferentes etnias gitanas europeas.
Hoy las seguimos teniendo. Esta semana pasada ardieron varias chabolas en la zona de La Sagrera. Por suerte, todo quedó en un susto, pero podía haber sido peor: un drama. Las obras de la futura estación de La Sagrera han sido la excusa para que el poblado vaya creciendo. Como creció el de Vallcarca. Saben, sus ocupantes, que la estancia será breve porque ese espacio será ocupado por diferentes servicios. Sin embargo, se acercan porque esperan soluciones del Ayuntamiento de Barcelona. No de las administraciones, del ayuntamiento.
El chabolismo es un problema local pero que debe afrontarse de forma global. La Zona Franca, La Sagrera, Vallcarca han visto como crecen los asentamientos porque dedicarse a la venta de chatarra da para mal vivir pero no para tener, y pagar, una habitación, y menos para comer. Son asiduos de los comedores sociales.
El Ayuntamiento es contundente. Desalojó Vallcarca y esta pasada semana actuó en La Sagrera para evitar males mayores. No se le puede acusar de pasotismo, pero Barcelona está muy sola. Más de 5.000 sin hogar malviven en las calles y, de ellos, más de un millar en los poblados chabolistas.
¿Soluciones? Para todos no hay, afirman en el consistorio. Los servicios sociales hacen su trabajo y el ayuntamiento se pone las pilas sobre todo si hay críos. Pero reubicarles no es posible. Se les puede expulsar, desmontando los campamentos, pero el problema seguirá enquistado. Los desalojados buscarán una nueva ubicación. Sea en Barcelona o en su área metropolitana. L'Hospitalet, Cornellà, Montcada y otras ciudades del entorno serán su destino.
Y la infravivienda, la inseguridad, la suciedad y las enfermedades se trasladarán de sitio para tranquilizar las conciencias de los que las padecían en su entono y para sorprender y asustar a los nuevos vecinos.
La solución no es fácil, pero sí debe ser global. La Generalitat debe implicarse en primera persona. Con acciones coordinadas con los municipios y con presupuesto. Con un mínimo igual al que destina Barcelona a las personas sin hogar. El consistorio destina 51 millones de euros en prestaciones para que personas sin hogar tengan una vivienda de urgencia, lo que es claramente insuficiente, también las camas de las entidades sociales que solo son 2800 a pesar de que se han incrementado de forma exponencial, para realojar a una población que no deja de crecer.
Un dato es revelador: La mitad de los sintecho no ha recibido ningún tipo de ayuda en los últimos seis meses y la estancia en la calle supera los cuatro años y medio.
Barcelona tiene un problema y, por ende, Catalunya tiene un problema. El Govern debe aportar recursos, pero también debe ejercer una coordinación efectiva. Que la Generalitat destine 17 millones al conjunto del país, y 8,4 a Barcelona, es una cifra a todas luces insuficiente. Y la coordinación no solo debe centrarse en el territorio, que también, sino en el seno del propio gobierno para construir una política integral. Barcelona no puede quedarse sola.
Podemos limpiar la cara de la ciudad, impulsar el crecimiento, poner guapa a Barcelona, pero es implica meternos de lleno en políticas que no dejen a nadie en la cuneta. No se trata de políticas para limpiar conciencias sino de una lucha sin cuartel contra la exclusión social.