Gerardo Pisarello, Claudia Sheinbaum y Ada Colau en México
El regreso del peronista
Gerardo Pisarello vuelve a Barcelona porque parece que en Madrid no brilla lo suficiente en su cargo de secretario del congreso y prefiere volver al frente de batalla, bendecido por Ada Colau, quien, finalmente y tras quitarse de encima a Janet Sanz, ha optado por no presentarse como alcaldable y por marginar al pobre Bob Pop"
Qué poco dura la alegría en casa del pobre (barcelonés). Cuando Gerardo Pisarello Prados (San Miguel de Tucumán, 1970) se fue a Madrid para seguir con sus planes de destrucción del estado desde dentro (socialización del sufrimiento, le llamaban a esto los de ETA), muchos en esta ciudad respiramos aliviados, pues ya habíamos sufrido bastante al muchacho cuando estuvo de concejal de los comunes en el ayuntamiento, o cuando protagonizó un ridículo episodio de tira y afloja en el balcón del mismo con Jorge Fernández Díaz por un quítame allá esa bandera (española).
En esa misma línea cabe enmarcar su decisión de retirar la enseña nacional de su despacho en el congreso, lo cual es una manera muy peculiar de agradecerle a tu país de adopción que te bendiga con un sueldo público (en esos casos, come y calla parece el mejor consejo).
Ahora vuelve a Barcelona porque parece que en Madrid no brilla lo suficiente en su cargo de secretario del congreso y prefiere volver al frente de batalla, convenientemente bendecido por Ada Colau, quien, finalmente y tras quitarse de encima a Janet Sanz, ha optado por no presentarse como alcaldable del partido (¿qué estará tramando?) y por marginar al pobre Bob Pop, al que le había dado por ser alcalde de Barcelona para convertirla en la ciudad más queer de todas les que es fan i desfan.
Por esos quiebros de la política, en Madrid se libran de don Gerardo y se lo devuelven al remitente, para alegría de okupas, indocumentados y todo tipo de seres asociales descontentos con el trato recibido por los sociatas. Hay quien ya se ha echado a temblar, pues casi todas las ideas de bombero de la administración Colau tuvieron su origen en el prodigioso cacumen del señor Pisarello, en especial esas super illes que trajeron problemas nuevos sin resolver los viejos.
Pensemos en la de Consell de Cent. Muy bonita y paseable, sí, señor. Tanto que todo el mundo quería vivir allí y subieron escandalosamente los precios de apartamentos en venta y en alquiler. Por no hablar del tráfico, que fue a parar todo a la calle València, con los atascos y el sindiós previsibles. Pisarello fue el perfecto ejecutor de las ideas de Ada Colau, de ese todo para el pueblo, pero sin el pueblo que definió al ayuntamiento de los comunes, el partido de los analfabetos vehementes que sabía mejor que nosotros qué era lo que más nos convenía.
Su simpatía hacia los separatistas es otro de los peores rasgos de su carácter, como demostró el incidente de la bandera. Igual pensó que la catalana era sinónimo de progresismo y la española, de facherío recalcitrante. ¿Pero usted no es argentino? Entonces, ¿por qué se mete donde no lo llaman? ¿O es que cualquier socio es bueno para jorobar al país que lo admitió y le ha permitido ganarse muy dignamente la vida? ¿Está afectado el señor Pisarello por el síndrome Gonzalo Boye, un tipo que no ha dejado de incordiar desde que llegó a España, primero con ETA y luego con Puigdemont y sus secuaces, hasta el punto de que uno se pregunta por qué no lo deportamos a su Chile natal de una vez por todas?
La integración está sobrevalorada. Es suficiente con no incordiar, pero ni Boye ni Pisarello parecen querer darme la razón. Irse a otro país para amargarle la vida debería estar penado por la ley. Pero España, que es en ese sentido uno de los países más tontos del mundo, permite a sus turistas del ideal deambular por aquí con sus siniestros planes seudo sociales.
Aquí el único que recuerda con cariño a Ada Colau y los suyos es el pobre Bob Pop. Y ya ven cómo me lo tratan.