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Jaume Collboni visita el pesebre en el Ayuntamiento de Barcelona

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Opinión

Que la Navidad sea Navidad

"Barcelona debe conciliar raíces y diversidad, costumbre e innovación, tradición y modernidad. Sería importante que, como aquel anuncio televisivo de antaño, volviera a casa de la mano la Casa Gran, el Ayuntamiento, por Navidad y que sea Navidad"

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Habrá quien tras leer este artículo me tilde de tradicional e incluso peyorativamente de nostálgico. Es obvio que cada uno es libre de celebrar y de sentir estas fechas de la manera que considere, pero también es cierto que en una sociedad sus raíces se ahíncan en un acervo a compartir.

La Navidad o es Navidad o no lo es. No lo es tampoco si es laica. Su desnaturalización año tras año es notoria y en todos sus sentidos. El católico es esencial para los creyentes y con el tiempo se ha extendido en su alcance, pero, en gran parte, se ha desvirtuado.

No lo afirmo en referencia a quienes sean agnóstico o profesen otras religiones dado que es su decisión personal a respetar. Lo refiero por el paulatino e imparable proceso de “desnavideñación”.

En Barcelona podemos recordar aquellos pesebres irreconocibles en la plaza Sant Jaume instalados por el consistorio y objeto de controversia. U otros episodios más recientes del edil Collboni sustituyendo el Belén por una estrella de veinte puntas y antes el de la alcaldesa Colau organizando la feria del Señor Invierno en la plaza Catalunya.

Desplazar en la actualidad el pesebre de siempre frente al Ayuntamiento al interior del mismo no es baladí. Es el exponente de orillar tradiciones y sentimientos y de hacerlos cada vez menos visibles y con el tiempo ajenos.

Barcelona, muy a nuestro pesar, tiene su Grinch, el Ayuntamiento, que, cual ese personaje de ficción, se empeña por todos los medios en arruinar el espíritu navideño. La iluminación ajena de las calles de la celebración, el destierro educativo con el pretexto de lo laico o de la multiculturalidad, el lenguaje banal, etc. son algunos exponentes.

Incluso, alguna administración ya ha cambiado el nombre de las vacaciones de Navidad y Semana santa por las del descanso del trimestre.

Con relación a la iluminación navideña de muchas calles bien podría serlo la de cualquier momento del año. Otras bastantes luces podrían ser más propias de Chinatown, de motivos chabacanos o de cotidianos intemporales cuando no algunas bien pudieran colocarse en las celebraciones verbeneras.

Se agradece que, aunque sean escasos y excepcionales, poder observar algunos destellos tradicionales y que evoquen la razón navideña. La Sagrada Familia o los Reyes Magos se desplazan a la oscuridad del ninguneo mientras proliferan los renos, los Papas Noel y las cajas de objetos de regalo.

Siempre nos quedará el perenne árbol navideño. En paralelo, se ha de respaldar con convicción las Fires de Nadal como la de Santa Llucia o de la Sagrada Familia, la del juguete de la Gran Vía y tantas de nuestros barrios o aplaudir las tímidas iniciativas en el Port.

Barcelona es una ciudad de comercio y estas fechas son capitales para el empleo y para esta actividad económica. Este alegato comercial forma parte del relato navideño, faltaría más, pero no debiera distorsionarlo. La Navidad es también consumo sí, pero mucho más.

El carácter familiar y el de solidaridad se evidencian en estas fechas, aunque debieran perdurar más allá de su celebración. Tiene una componente de compromiso social, de solidaridad hacia los más necesitados y hacia nuestros mayores que viven en soledad. Una actitud a evidenciar en estos días para perpetuarla a lo largo del año venidero.

Es una llamada de atención y una voz de reacción obligada.

Un último apunte. Nuestros gobernantes debieran darse cuenta del impacto y arraigo de la tradición cuando decenas de miles de familias, abuelos, padres, hijos y nietos se agolpan para asistir a la Cabalgata de Reyes. Tradición y Familia cada vez están más proscritas o relegadas, pero quiérase o no, su arraigo está presente y no se resigna a celebrarse en las catacumbas domésticas. Son sentimientos varios y compartidos.

Barcelona debe conciliar raíces y diversidad, costumbre e innovación, tradición y modernidad. Sería importante que, como aquel anuncio televisivo de antaño, volviera a casa de la mano la Casa Gran, el Ayuntamiento, por Navidad y que sea Navidad.

Sin renunciar a su origen, en familia, con la sociedad y en la ciudad. Aunque algunos expresen ahora los mejores propósitos con un “Buenas Fiestas”, seguiré haciéndolo como siempre deseando al lector: ¡Feliz navidad!