Ada Colau es una figura política muy mediática. La alcaldesa de Barcelona tiene carisma y, con un discurso tan ambiguo como populista, conecta muy bien con sus fieles. Domina la gesticulación con gran soltura, infinitamente mejor que Hereu, Clos o Trias, pero su capacidad para gestionar los problemas reales de la ciudad está bajo sospecha.

La agenda municipal, desde finales de julio, ha quedado totalmente diluida por las reclamaciones soberanistas del Govern. Colau está mucho más preocupada por analizar los últimos movimientos estratégicos de Rajoy y Puigdemont que de resolver el futuro de Les Glòries, el tranvía o la Modelo. Su inacción política solivianta por igual a grandes empresas y vecinos.

Si lamentable fue su ausencia durante la presentación de la candidatura de Barcelona para acoger la sede de la Agencia del Medicamento en Bruselas, igual de denigrante es su silencio por la crisis de Cementiris de Barcelona, que el pasado 15 de septiembre vivió su capítulo más bochornoso con el hundimiento de 144 nichos en Montjuïc.

El procés y las generosas subvenciones del Ayuntamiento a los principales medios de comunicación de Barcelona han tapado un escándalo mayúsculo. Las explicaciones de Jordi Valmaña, director general de Cementiris, y Eloi Badia, presidente, han sido tan escasas como insignificantes e inexactas, vergonzosas para las familias afectadas.

La presión de las familias, que emprenderán acciones legales contra el Ayuntamiento, debilita a los máximos responsables de la crisis. Badia, uno de los concejales más controvertidos, está con la soga al cuello. Tocado, podría cortar la cabeza de Valmaña, cuestionado en Cementiris de Barcelona por su opacidad y su especial instinto de supervencia con gobiernos locales antagónicos.

Badia se esconde y Colau, habitualmente muy locuaz, calla. La primera autoridad de Barcelona nada ha dicho del derrumbe y, mucho menos, del dolor de tantas y tantas familias que piden un trato digno y justicia. Su silencio, en la víspera de una fecha tan señalada como el 1 de noviembe, es despreciable. Infame.