Francesc Orella es un actor de larga trayectoria en teatro, cine y televisión, pero, en estos momentos, para todos, él es Merlí. El éxito arrollador de esta serie le ha hecho muy popular entre los más jóvenes y le ha llevado al primer plano de la actualidad. Su papel de profesor de filosofía con métodos poco convencionales ha conectado profundamente con el público y ha convertido la serie en un fenómeno, primero en TV3, después en La Sexta y actualmente en Netflix. Pero, como os comentaba, la carrera de Francesc se inició hace ya muchos años, cuando junto a su hermano se dedicaban de forma amateur a hacer parodias de personajes conocidos, y no ha parado de trabajar en la profesión que tanto ama desde entonces. Entusiasta de Barcelona, siente una atracción especial por sus parques, por sus zonas verdes y, muy en especial, por el parque de la Ciutadella.
Los parques y el de la Ciutadella en concreto ¿Por qué?
Me gustan los parques urbanos en general, también los 4 o 5 pequeñitos que hay por la ciudad, pero el de la Ciutadella es especial. Me gustan las zonas más ombrías del parque, tienen un aire más literario, más evocador. Pero lo que me atrapa de este parque es su variedad de rincones muy distintos entre ellos. La pérgola es maravillosa, el invernáculo es impresionante, pero, como no, yo me quedo con el umbráculo, concebido para albergar especies de árboles y plantas tropicales que necesitaban sombra para vivir.
¿Qué recuerdos tienes de tu infancia y el parque? ¿Ibas con tus padres?
La verdad es que los recuerdos que tengo de mi infancia en él son más de visitas con el colegio. Lo visitábamos a menudo porque allí estaban el zoo y otras instalaciones científicas para la divulgación. Pero lo que es un recuerdo recurrente es el mamut. Creo que cualquier niño de Barcelona de esa época se ha fotografiado junto a la trompa del animal prehistórico.
Y la historia del parque también es impresionante.
La historia del Parc de la Ciutadella tiene unos inicios tristes, devastadores para la ciudad. Antes de ser parque, en esas tierras se erigía la Fortaleza de la Ciutadella, un complejo militar construido por orden de Felipe V con el fin de controlar posibles rebeliones de sus habitantes. Es triste pensar que un gobernante construyera un complejo militar en el que sus cañones apuntaban hacia la ciudad y no hacia fuera, que sería lo lógico para defenderla de posibles ataques. ¡Entre la fortaleza de Montjuic y la de la Ciutadella, la ciudad estaba rodeada! Para su construcción se derribó gran parte del antiguo barrio pescador del Ribera, así como varios conventos y otras edificaciones de interés histórico.
Pero la historia a menudo se corrige y lo que fue un símbolo de represión se convirtió en el primer parque de la Ciudad y, en la actualidad, acoge el máximo órgano de gobierno de Catalunya, el Parlament.
Hablemos de tu carrera. ¿La vocación te viene de familia?
La verdad es que en casa no había nadie de la profesión, pero sí que éramos una familia donde nos gustaba mucho bromear, una familia cachonda, por así decirlo. Lo que es cierto es que mi caso es el clásico de vocación muy temprana, desde muy pequeño me gustaba interpretar personajes, imitaba a los profesores en el colegio y no le tenía miedo al público. Me gustaba tener una audiencia, ya tenía ese punto de ego necesario para ser actor, ese ego que debe ser proporcional con la humildad necesaria para entender que el público es el auténtico receptor de lo que haces. Desde pequeño me fascinaba la potencia de los actores, en las películas o las obras que veía, para transmitir emociones: hacer reír, llorar, provocar miedo Me parecía que aquella habilidad era algo muy potente, casi mágico. Y también me di cuenta de que yo tenía cierto talento para ello, que cuando interpretaba para mi pequeño público, también les transmitía emociones.
¿Cómo empezaste?
De forma totalmente amateur, junto a mi hermano, que después no se dedicó a ello de forma profesional. Hacíamos imitaciones de Los Hermanos Calatrava, unos cómicos que salían mucho por la tele y hacían la típica pareja de el feo, un poco tonto, y el guapo, más serio y formal. Empezamos a hacer imitaciones de ellos en público y, la verdad es que funcionó. A raíz de esta anécdota recuerdo otra muy graciosa: de niño estaba acostumbrado a ver a la típica pareja de payasos, el listo y el tonto. Un día le pregunté a mi padre: ¿Papá, que se tiene que estudiar para ser payaso tonto? ¡Como ves, la cosa me venía de lejos?
Pero mi primer trabajo profesional fue en 1978, participando en una 'Antígona' para niños. En esos momentos La Caixa patrocinaba temporadas teatrales seleccionando ciertas obras para que se representaran por toda Catalunya. A través de un amigo, me llegó la noticia de que para una de las obras buscaban un actor y me presenté. Y me cogieron. Y a partir de aquí, se fueron encadenado obras infantiles, después para adultos y hasta hoy.
¿Quién fue tu referente?
Muchos y ninguno a la vez. Admiraba a muchos actores nacionales e internacionales, pero no tenía especial predilección por ninguno. Si tuviera que citar a alguien, probablemente sería Narciso Ibáñez Menta, padre de Narciso Ibáñez Serrador. En aquella época emitían en televisión una serie que fue mítica, “Historias para no dormir”. A mí siempre me habían fascinado los personajes que daban miedo, las películas de terror, y me encantaba caracterizarme como ellos. Ibáñez Menta era un maestro de la caracterización y protagonizaba y dirigía esta serie. Daba miedo, mucho miedo. La verdad es que él, con su mirada y su voz profunda, ¡daba miedo incluso sin caracterización! Probablemente, fue de los actores que más me marcó, supongo que en parte porque los personajes de malo son los que siempre me han interesado más y, especialmente en cine y televisión, he tenido la suerte de interpretar algunos muy potentes.
"Si tuviera que citar a un referente, probablemente sería Narciso Ibáñez Menta, padre de Narciso Ibáñez Serrador"
Y fuiste a formarte a los Estados Unidos. ¿Qué tal la experiencia?
La verdad es que maravillosa, yo recomiendo a todo el mundo que se marche una temporada fuera, a Estados Unidos o cualquier otro sitio. Fui allí ya de mayor, con más de treinta años, cuando conseguí una beca para estudiar en alguna escuela de interpretación de las muchas que había en Nueva York. Yo escogí la del matrimonio Uta Hagen y Herbert Berghof, HB Studio, dos fantásticos actores de origen alemán instalados en EEUU. Conocí su escuela en unos cursos de un par de semanas que se hacían en Barcelona a los que me apunté y me encantó su forma de enseñar. Yo era autodidacta y complementaba mi trabajo como actor con formación que me permitiera aprender técnicas, perfeccionarme como actor. Aprendí mucho en esa época en Nueva York. Que conste que, aunque yo sea autodidacta en mis inicios, soy un gran defensor de la formación. Hay técnicas que se deben aprender como, por ejemplo, la vocalización. Es importante que, aunque estés susurrando, tu voz llegue clara al final de un patio de butacas de un teatro. Me enfado mucho con actores jóvenes que me dicen que ellos interpretan de forma natural y no se entiende lo que dicen. Siempre les digo lo mismo: tú puedes ser todo lo natural que quieras, pero lo que dices debe llegar claro y nítido al espectador, sino es un desperdicio. El talento es fundamental, pero el talento se debe educar.
¿Cuál de tus trabajos te ha llenado más?
Uf, hay muchos. He tenido la suerte de hacer cosas muy chulas, de tener la oportunidad de trabajar con grandes directores, Mario Gas, Lluis Pascual, Flotats, otros extranjeros, y repartos brillantes en muy buenas producciones. De teatro, te diría que selecciono una que en realidad no es una obra en sí, es una narración en forma de monólogo: 'La caída', de Albert Camus. Es un texto corto que hice con Carles Alfaro, un gran director de Valencia, yo diría de los pocos directores integrales que hay, que dominan todo en un montaje teatral. Es un texto muy contundente y cuando cayó en mis manos y lo leí, me llegó al estómago. Creo que ha sido uno de mis trabajos más potentes, con un montaje hipnótico que te envolvía en la historia. Hay un antes y un después de esa obra para mí. Si hablamos de cine, te diría que 'Smoking Room', donde yo tenía un papel muy pequeño pero que el resultado final de la película fue muy interesante. Y en televisión, probablemente una mini-serie, 'Las veus del Pamano' de la novela de Jaume Cabré, ya que la historia es muy buena y el personaje de alcalde falangista, malo de verdad, me encantó. ¡Ya sabes que me gustan los personajes de malo!
Un momento mágico en el escenario.
Los momentos mágicos en el escenario te los brindan los textos maravillosos y potentes que, algunas veces, tienes la suerte de interpretar. Es ese momento que me fascinaba cuando era pequeño y veía a los actores en una obra, ese momento en que ves que transmites emociones, que conectas de verdad con la gente que tienes delante, que lo que dices les está llegando. Recuerdo uno en concreto, interpretando la obra satírica “Rómulo el Grande”, donde en un momento yo, como Rómulo, le digo a mi hija: “hija mía, es más importante amar a una sola persona que a la patria” Una señora empezó a aplaudir totalmente en solitario, nadie se le unió, pero yo hice una pequeña pausa para que ella pudiera aplaudir y cuando terminó, la mire con gesto de agradecimiento y seguí con la función. Esa frase, tan simple pero tan fuerte al mismo tiempo, por lo que fuera llego a lo más profundo de esa mujer y ella tuvo la necesidad de expresarlo, aunque fuera en solitario, aunque por un pequeño instante ella se convirtiera en la protagonista de la obra. Es la magia de la actuación, las situaciones que dan sentido a nuestro trabajo.
Bueno, ha llegado el momento de hablar del fenómeno Merlí. ¿Qué ha significado para ti?
Sí, sí, hablemos de él. Es una de esas cosas que a un actor le pasan una vez en la vida o a muchos de ellos nunca. A mí me ha llegado con 58 años y una larga carrera a mis espaladas. De repente pasas de ser un actor más o menos conocido a, digamos, una 'estrella', poniendo el término en su justa medida. A mí me ha llegado ahora y bienvenido sea. El personaje me encanta y lo he disfrutado mucho, lo he sentido muy cercano, enseguida lo hice mío porque comulgo con muchas de las cosas que él piensa, tenemos personalidades parecidas en bastantes aspectos. La experiencia ha sido realmente fantástica porque la historia lo es y porque el equipo ha sido muy potente. Se ha creado una química espectacular entre todos, empezando por el director, Eduard Cortés, todo el equipo técnico y, acabando, en el grupo de actores. Lo hemos pasado muy bien y hemos disfrutado mucho durante el rodaje, aunque ha sido agotador a nivel físico ya que el plan de rodaje era muy agresivo. Ha sido muy fácil trabajar con todos los actores jóvenes, hemos conectado desde el principio, siendo conscientes de que teníamos entre manos una buena historia, con unos diálogos muy interesantes y unos personajes muy ricos que debíamos cuidar para que saliera un producto bueno. Y el éxito ha sido brutal, aquí en Catalunya, en el resto de España y en Latinoamérica. Ahora se han vendido los derechos a cadenas de otros países europeos.
"El papel de Merlí es una de esas cosas que a un actor le pasan una vez en la vida o a muchos de ellos nunca"
¿Podríamos decir que es una reivindicación del papel, actualmente un poco desprestigiado, del profesor?
Sí, totalmente. Pero sobretodo yo creo que le da un buen meneo al sistema educativo actual siendo crítico, pero de forma constructiva. Merlí es un profesor atípico, que va un poco contra lo establecido, en definitiva, un poco gamberro. Pero lo que en realidad está transmitiendo, es que el mundo ha cambiado, los chavales han cambiado, están recibiendo infinidad de estímulos que antes no teníamos y que, por tanto, no les podemos pretender enseñar de la misma forma que se hacía años atrás. Los profesores deben esforzarse en enseñar de forma atractiva para los jóvenes de hoy.
También ha entrado de lleno en la relación padres-hijos, ¿no crees?
Este es uno de los puntos que más me interesa de la serie. En ella hemos mostrado situaciones que muchos de los adolescentes de hoy en día están viviendo. A veces muy duras y, casi siempre, sin que los padres sean conscientes de ello. Y creo que hemos conseguido algo muy potente, algo que a menudo parece imposible, y es que padres e hijos se sienten a hablar de las situaciones problemáticas que aparecen en la serie que, a fin de cuentas, son las que están viviendo ellos, sus compañeros de clase, sus amigos o sus vecinos. Nos sentimos especialmente orgullosos de este logro y yo personalmente me siento muy contento de otro: ¡en los últimos 2 años han aumentado las matriculaciones en la asignatura de filosofía!
Y, ¿cómo llevas la popularidad?
En general bien, aunque debo reconocer que en algunos momentos es un poco agobiante. Te encuentras de todo, desde la gente que se te acerca de forma tímida y te pide hacerse una foto con toda la educación, hasta el que te llama a grito pelado desde la otra acera y además pensando que habla con el personaje, no con la persona. Pero es algo que se tiene que asumir como algo intrínseco al éxito en televisión, estás en casa de todos y, por lo tanto, eres “uno más de la familia”. Lo llevo con tranquilidad, sin creerme nada porque conozco bien esta profesión y sé que hoy estás arriba y mañana abajo, pero dando gracias porque considero este papel como un regalo.
Hablemos de futuro para terminar. ¿Qué tienes en marcha?
Ya sabes cómo funciona este mundo y que, por tanto, no puedo dar muchos detalles. Sí que te puedo decir que empiezo ya mismo dos películas casi simultáneamente y que en algunos momentos saltaré del rodaje de una a otra, cuando termine volvemos a los teatros con la obra 'Arte' y después empiezo el rodaje de otra película más. Es una de las peculiaridades de este trabajo, ¡o no tienes nada o tienes demasiado!
Al sentarte delante de Francesc en estos momentos, es inevitable no ver a Merlí. Pero los que conocemos su carrera desde hace años, sabemos que hay una larga trayectoria antes de Merlí y que seguro que habrá un exitoso camino después. Los grandes actores como él crecen con el paso del tiempo, evolucionan como evolucionó hace ya mucho tiempo el Parc de la Ciutadella.