De él se puede decir, sin lugar a duda, que es parte importante de la historia del cine catalán, español y, siendo más justos, internacional. Con más de 30 películas en su currículum, Ventura Pons sigue siendo inquieto, vital, ilusionado e inconformista. A sus 72 años me cuenta que todavía le queda mucho por hacer, mucho por contar y me maravilla la cantidad de proyectos que tiene entre manos y los nuevos retos que tiene en la cabeza.
Lejos quedan sus exitosos inicios en el teatro, como director, donde sin duda se forjó el Ventura director de cine. Me cuenta que decidió abandonar el teatro por el cine cuando entendió que el teatro era algo efímero, que desaparecía al caer el telón, mientras que el cine quedaba para siempre, que el cine “fijaba” las cosas, era un legado que podía pasar de padres a hijos y a nietos.
Su pasión por el cine le ha llevado a ser director, productor y guionista de casi todas sus películas y me confiesa divertido que es la forma de trabajar en la que más a gusto se siente: no tiene que pelearse con nadie más que con él mismo. Su inconformismo ante las grandes majors del cine, que sólo proyectan películas muy comerciales, le empujó a reabrir los míticos Cines Texas de Barcelona, para después repetir con el Albatexas de Valencia y ahora está a punto de reinaugurar el Cine Las Vegas de Figueres, el más grande de Catalunya. La aventura ha sido un éxito y ha devuelto a nuestras carteleras películas que por motivos comerciales no vieron nunca la luz en nuestras pantallas o que difícilmente lo harían.
Ha recibido todo tipo de premios nacionales e internacionales, pero su verdadero premio es seguir haciendo cine.
Hablar con Ventura es hablar de Cine y es hablar de Barcelona. La ciudad que le vio nacer se ha convertido en el plató por excelencia donde se han filmado prácticamente todas sus películas. Cuando le pido que escoja un rincón de Barcelona me contesta: toda Barcelona. Y es que, para él, Barcelona es cine, es vida, es su historia y la de su familia. Es él mismo.
¿Cuál es tu rincón favorito de Barcelona?
Toda Barcelona, toda la ciudad. Es que no me quiero reducir a uno en concreto porque todos forman parte de mi vida, de mis películas. Ahora mismo, te podría decir la Dreta de l'Eixample, porque es donde vivo desde hace bastantes años y, la verdad, es que me siento muy a gusto. Mi última película, Sabates Grosses, estrenada este pasado setiembre, transcurre en la Dreta de l’Eixample, concretamente en mi casa, en Bailén con Casp.
¡Qué curioso! ¿Tantas historias tiene el edificio dónde vives?
Como en todas las comunidades de vecinos, detrás de cada puerta se esconde una historia humana, a veces divertida, a veces triste, y mi casa no es una excepción. Desde el facha catalán, al cura algo canalla, pasando por las porteras, personajes clave de la vida en cualquier comunidad, las historias de vida hacen de cualquier edificio un micromundo digno de ser contado. Y el mío no es una excepción. Además, arquitectónicamente es muy interesante. Es del arquitecto Francesc de Paula Nebot, el mismo que hizo El Coliseum, algo que se puede ver claramente en las columnas, pues son idénticas. La Dreta de l'Eixample está llena de edificios bonitos, señoriales que están recobrando su esplendor en los últimos años, conservando su imagen y esencias originales.
¿Has visto mucho cambio en el barrio en los últimos años?
Sí, por supuesto, ahora está lleno de extranjeros. Sin ir más lejos, en mi finca sólo quedamos dos vecinos de la época en que yo llegué, el resto son de distintas nacionalidades: Guatemala, Inglaterra, Rusia, Qatar. Es la evidencia de la multiculturalidad de Barcelona y a mí personalmente me gusta. Aunque a veces me doy cuenta de que entre mis vecinos y mi trabajo hablo más en inglés que en catalán o castellano.
Pero tú y tu familia habéis vivido en otros puntos de la ciudad ¿verdad?
La historia de mi familia en Barcelona se remonta a 1942, tres años antes de mi nacimiento. Mi madre era de una familia de payeses de la Segarra y la familia de mi padre era de Arenys de Mar. Su primera casa fue un piso de terrado en la calle Álvarez de Castro, al lado del mercado de Santa Caterina. Es esos tiempos era un barrio congestionado, con mucha polución y un tanto gris, triste, como toda la Barcelona de la posguerra. No tenía nada que ver con el barrio colorido y lleno de turistas que ahora conocemos. Vivieron ahí hasta que les salió la oportunidad de mudarse a la parte alta de la ciudad en busca de aire más fresco que respirar. Alquilaron un piso en el primer edificio de pisos de la Travesera de Dalt, donde vivieron hasta que fallecieron.
¿Qué cambio, no?
Radical. Si ves la Ciutat Vella y la Plaza Lesseps de esos años, la mudanza de un punto a otro podría ser como irse de la ciudad al campo. Salías de la Barcelona que todavía conservaba la congestión en su parte más antigua, la que quedaba dentro de las antiguas murallas, aunque estas ya no existiesen, a una nueva Barcelona abierta, despejada, donde se podía respirar sin tantos ahogos. Por eso, cuando trascurridos los años y después de haber vivido en dos pisos de la parte alta de la ciudad, le dije a mi madre que me mudaba a la calle Casp, me miro con extrañeza y me dijo: ¿te vas a vivir por debajo de la Diagonal? Para ella era volver a la congestión, a la estrechez, aunque donde yo iba quedaba fuera de las murallas. Las murallas las marcaban las rondas, por donde pasaba el autobús 29 haciendo un recorrido circular. De ahí la expresión barcelonesa de: “¡das más vueltas que el 29!”.
"Hay un dicho catalán que reza: “De fora vingueren i de casa ens tragueren” (De fuera vinieron y de casa te echaron) y yo lo he cambiado por “De fora vingueren i Universal i Faraona et feren” (De fuera vinieron y Universal y Faraona te hicieron)"
¿Y antes viviste en la parte alta?
Sí, no sé si a causa de esta fijación de mi madre de huir de la parte antigua o no, pero estuve viviendo bastante tiempo en Anglí con Bonanova y después en Madrazo con Brusi, en el edificio Frégoli, una maravilla arquitectónica de Esteve Bonell que fue premio FAD de arquitectura en 1975. Me gustaba ese edificio y por él pasaron muchas personas conocidas, pero me tiraba retornar más al centro de la ciudad, al Eixample.
Dime una cosa 'mala' de Barcelona.
Bueno, es una cosa mala y buena al mismo tiempo: el turismo. Está claro que ha aportado mucho a la ciudad, pero al mismo tiempo ha congestionado y, a veces, destruido partes de ella. Es relativamente fácil de esquivar, si Las Ramblas están colapsadas, te vas a una calle paralela y no encontrarás a nadie. Si en la Boqueria ya no se puede ir a comprar, es uno de los lugares que creo que el turismo ha destruido, te puedes ir a otros mercados maravillosos como el de La Concepció o Sant Antoni. Los mercados siempre me han gustado y son un lugar seguro cuando vas a un país extranjero donde infórmate, por ejemplo, de un buen restaurante; nunca te engañan. Pero es una pena que, por ejemplo, no se pueda pasear por el Gótico. Lo intento evitar porque la masificación me pone algo nervioso y sólo voy cuando viene alguien de fuera e intento llevarle por las calles y los rincones menos agobiantes, si es que queda alguno. El otro día paseaba con una amiga por el Gótico, fuimos a tomar una copa de vino al Paraiguas y después andamos por la calle Ferran. Me vino a la memoria un anuncio de radio de cuando era niño y la calle Ferran todavía se llamaba calle Fernando: “Venga a comprar a la calle Fernando, donde se compra paseando”. Todo cambia y debemos aceptarlo con naturalidad, aunque a veces nos duela un poco.
¿Y una 'buena'?
Enlaza un poco con lo que te comentaba. Barcelona se ha convertido en una ciudad universal, probablemente la más atractiva en la actualidad para la mayoría de viajeros. Esto ha dinamizado la ciudad y la ha hecho evolucionar enormemente, aunque, como te decía, tiene sus peajes a pagar. Barcelona es como las personas, que siempre tenemos dos caras, la más amable y la más oscura, y tenemos que aceptarnos con ambas.
Y me comentabas que Barcelona es tu plató.
Bueno, la verdad es que todos los directores tenemos nuestro plató, o por lo menos los que nos hemos ceñido a un estilo propio, característico y personal. Woody Allen tiene Manhattan, o lo tuvo durante mucho tiempo, Truffaut tenía París, Nanni Moretti tiene Roma, todos tenemos un plató en nuestra vida, que tiene relación con la lengua, la cultura, las gentes, el aire que respiras, y Barcelona es el mío.
Sé que hay una película tuya que habla de Barcelona y te hace especial ilusión por quienes son los protagonistas.
Por supuesto, “Universal y Faraona”. Hay un dicho catalán que reza: “De fora vingueren i de casa ens tragueren” (De fuera vinieron y de casa te echaron) y yo lo he cambiado por “De fora vingueren i Universal i Faraona et feren” (De fuera vinieron y Universal y Faraona te hicieron). Porque los tres protagonistas de este documental vinieron de fuera, se afincaron en Barcelona y la hicieron Universal y Faraona. Fueron transgresores, diferentes, únicos en su especie y amaron Barcelona igual que amaban sus tierras natales y, con toda seguridad, sacudieron Barcelona de tal modo que la hicieron despertar de un letargo un tanto gris, un tanto oscuro. Hablo del gran Ocaña, pintor, anarquista, activista LGBT, transformista, que dejó su Andalucía natal para instalarse en Barcelona y remover consciencias. Hablo de Gato Pérez, el argentino que con su música nos hizo bailar y disfrutar a todos. Y hablo del inigualable gallego-catalán, como el mismo se presentaba, Pepe Rubianes, que nos hizo reír a carcajadas al tiempo que criticaba todo aquello que le parecía mal de nuestra sociedad, que era mucho. Todos fueron grandes amigos, y no se puede entender la Barcelona actual sin su aportación a la cultura y a la sociedad barcelonesa, sin su descaro para romper moldes y sin su gran humanidad.
Y Ocaña fue también el protagonista de tu primera película, ¿verdad?
Sí, así es. Cuando decidí dar el paso del teatro al cine, mi primera película lo tuvo como protagonista y la verdad es que fue un éxito y la incluyeron en la mayoría de festivales internacionales, empezando por Cannes. Como ya te he comentado, era un personaje fascinante que revolucionó la Barcelona post-franquista y sin el cual es difícil entender la Barcelona cosmopolita, la Barcelona acogedora, esa Barcelona que no podemos permitir que nos roben, que no podemos permitir que nos la perviertan. Barcelona ha sido siempre una ciudad abierta a las gentes de todo el mundo, a la mezcla de culturas, a la solidaridad, y debe seguir siempre así.
Ventura Pons seguramente no se puede entender sin Barcelona, y Barcelona no se puede entender sin Ventura Pons. Este cineasta que, orgulloso, proclama que Barcelona es su plató, ha convertido a la ciudad en protagonista de muchas de sus películas y ha ayudado a ponerla en el lugar que ocupa hoy en día en el mundo.
Admirador sin disimulo de su ciudad, habla de ella con la misma emoción con la que habla de su familia, de sus amigos, de sus películas, de su vida. Y es que Barcelona es parte de su ser, la lleva en el corazón.
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