Tiene nombre, claro, aunque no quiera decirlo. Le han ofrecido entrevistas en muchos medios de comunicación, pero no quiere exponer su vida en público. Tampoco se deja fotografiar. Es la única afiladora que hay en Barcelona.
Ella -la llamaremos así- se mueve principalmente en el Born y su entorno, cerca de la iglesia de Santa María del Mar. Nos la encontramos en plena calle, afilando un cuchillo, mientras un amigo fotógrafo la retrata sobre su bicicleta. Y eso, porque ejerce su ancestral oficio sobre ella, pedaleando.
-Cuando yo era joven, lo normal era una especie de carretón que se empujaba. Luego, ya aparecieron las motos -le digo.
-Ya, pero prefiero la bicicleta. Por todo: es más sana, no tengo que ponerle gasolina, no contamina y no hace ruido. ¡Nada como una bicicleta!
PAÑUELO Y GAFAS
Tiene razón. Uno aprecia su destreza, tapada con un pañuelo a lo sandinista y unas gafas, no tanto por ocultar su rostro como por evitar que los restos del cuchillo y de la piedra de afilar puedan herirla.
-No conozco que haya otra mujer afiladora en Barcelona. No lo digo por darme bola, sino porque me consta de que soy la única. Me parece una bonita profesión, muy útil por lo demás: permite a otras personas que puedan reutilizar sus cuchillos y que sigan cortando bien.
Lo dice mientras saluda a un colega que detiene su bicicleta y la saluda. En el velocípedo porta varias bolsas enormes. Nos dice que lleva ropa limpia, salida de una lavandería.
-Ves, otro oficio digno y que sirve a la gente normal. Por aquí -se refiere al Born- hay muchos jóvenes que se ganan la vida así, naturalmente, sin hacer negocio, ni especular, ni 'traficar' con los turistas, por ejemplo.
La afiladora 'misteriosa' dice que el oficio se lo enseñó un tipo argentino, y que ya quedan muy pocos del ramo en Barcelona.
La dejamos pedaleando, sacando chispas a los fierros.