El Centro Cultural Albareda acoge estos días la exposición VISIBLES: L’art de la intempèrie, veus per fer front l’adversitat. Es fruto de la iniciativa de José Luis Olesti, participante del programa Primer la Llar del Ayuntamiento. Tuvo la idea de hacer un recopilatorio de artículos de prensa relacionados sobre todo con la vida de personas sin techo, y con ellos formar diversos collages.

Tal y como explica el propio Olesti, el objetivo es “reunir esos artículos a los que nadie hace caso” y mostrarlos para ver si así generan un impacto social. Acumularlos todos “como si se tratara de una biblioteca”. Una curiosa iniciativa de denuncia social que también cuenta con otras formas de creación artística de participantes en la Xarxa d’Atenció a Persones Sense Llar. Todos ellos quieren denunciar la situación de exclusión residencial en una Barcelona donde, a día de hoy, más de un millar de personas viven en la calle.

HISTORIA SIN HOGAR

“Olesti”, así es conocido, tiene 61 años. Nació en Barcelona, en el barrio de Les Corts. Por conflictos familiares en los que prefiere no entrar, dejó su casa con 17 años. Fue haciendo su vida, y pasó por empleos muy diversos, desde escolta militar hasta en el mundo de la repostería. En 2005 empezó a vivir en la calle. “No estás seguro, no descansas. Siempre hay peligro, tienes que estar con un ojo abierto por miedo a que te molesten o te peguen”, cuenta. Por eso, decidió irse a vivir a la montaña, a Peu del Funicular. Allí pasó cerca de 10 años.

De esa época recuerda con gracia como adoptó una pareja de jabalíes: “Les daba de comer y eran como mi mascota. ¡Cualquiera se metía conmigo!”. En ese momento, ya recibía la atención del Centro de Acogida Assís. “Cada día bajaba de la montaña a Barcelona para buscarme la vida en los contenedores”, recuerda. Gracias a ese programa, conoció a Itziar, una educadora social en prácticas que “le puso los pies en la tierra”. Olesti explica como después de meses de acompañamiento, se dijo a sí mismo un “basta ya”, que dio comienzo a un cambio de vida.

IDEAS VISIBLES

Pasó 20 meses en pisos tutelados, hasta que le asignaron un piso propio en el barrio de El Raval de Barcelona. De eso hace ya dos años. Olesti colabora como voluntario en diversas asociaciones como Arrels Fundació o Assís. Lleva comida a personas sin hogar, y también les informa sobre posibles salidas y servicios de ayuda. A la vez, ha ido recopilando durante este tiempo todos los recortes de prensa que hoy forman los collages expuestos en el Centro Cultural Albareda.

La idea surgió en uno de los talleres participativos que organizan las entidades. Empezó recopilando noticias sobre personas sin techo en la ciudad de Barcelona. Pero poco a poco fue incluyendo piezas sobre inmigración, jóvenes en riesgo de exclusión o diversas iniciativas de acción ciudadana, también de otros países. Cada tema se ordena mediate un color, como las líneas del metro. Así, el naranja responde a Historias de Vida, el lila a Política social y el verde a Iniciativas ciudadanas.

Interior de la exposición / SM



La muestra pivota sobre los collages de Olesti. Ese es el núcleo. Aunque alrededor de todo ese trabajo, las paredes del recinto muestran diversas obras artísticas de otras personas que han sido o son sin techo. Desde poemas y fotografías de las calles de Barcelona, hasta pinturas abstractas, gafas decoradas con piedras o maquetas de madera hechas a mano.

TRASFONDO SOCIAL

El coordinador del Grupo de Trabajo de Sinhogarismo del Consell Municipal de Benestar Social, Antoni Cortiñas, apunta que lo importante de Visibles no son las entidades que participan, “sino que los verdaderos protagonistas son las personas”. Al final, es un espacio que recoge todas las creaciones de los distintos talleres de cocina, prensa o pintura que organizan para “impulsar la parte comunitaria de unas personas que sufren mucha soledad”.

Cortiñas asegura que las entidades “están por una cuestión de logística”, para dar organización a esos talleres o puntos de encuentro, pero quienes deciden e impulsan las ideas son los participantes con total libertad. En este sentido, insiste en el hecho de que “cuando una persona está en a calle, no tiene nada que hacer”. Muchas veces “la cabeza empieza a dar vueltas y acaba haciendo cosas que no debe como consumir drogas”.

De ahí la importancia de que la ciudad a través de las asociaciones impulse este tipo de talleres colaborativos. Para Cortiñas, “es una forma de que las personas que están en la calle o solos se mantengan entretenidos y distraídos, que se les pasen las horas más rápido y de que estén acompañados”. Cuenta como hay casos de personas que, por ejemplo, querían pintar. Y que gracias a estos espacios han conseguido materializar sus propias obras. Arte que quiere ser inclusivo, solidario pero, sobre todo, “visible”.

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