Soledad Prieto
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El 30 de noviembre del 2020, Soledad Prieto, directora de la prisión de mujeres Wad Ras de Barcelona, dijo: “Hemos sabido controlar la pandemia”. Esta semana, el coronavirus ha regresado a la prisión. La falta de prudencia o el exceso de confianza han traicionado a una directora a la que del cielo le llueven los clavos. Porque a la vez los sindicatos denuncian que se necesita más personal, que la plantilla está envejecida, que hay falta de seguridad y que la falta de trabajadores puede tener “efectos devastadores”.
En Wad Ras hay ciento veinte mujeres (algunas con niños) en régimen preventivo y cuatrocientas mujeres y hombres en sección abierta que sólo acuden al centro penitenciario a dormir. Con únicamente cinco funcionarios en el turno de noche, los sindicalistas afirman que “hay más sensación de impunidad y más inseguridad”. Consciente de que este edificio histórico dejará de ser prisión y las internas serán trasladadas a las nuevas cárceles de la Zona Franca dentro de siete u ocho años, sin contar los retrasos ya acumulados a causa de la tradicional ineptitud del departamento de Justicia de la Generalitat, Soledad Prieto es la encargada de dejarla envejecer, agonizar y morir sin dignidad.