Núria Parlón es una de aquellas jovencitas absurdas que no trabajó hasta que entró y medró en el PSC cuando los socialistas ataban los perros con chorizos. Perteneciente a la promoción de las que ahora pierden el seso por aparecer en Vogue y se creen tan listas que resultan insoportables, trepó hasta la alcaldía de Santa Coloma de Gramenet, donde luce su talante intolerante y acomplejado de inferioridad cuando preside plenos o hace declaraciones pretendidamente progresistas que huelen a polilla y naftalina.
Con su estilo chillón y maleducado, ahora señala y acusa a medios de comunicación como este diario porque publica estadísticas que demuestran el aumento de delincuencia e inseguridad en el mismo municipio de donde huyó su vecino Gabriel Rufián. Presumiendo aún de socialista, coquetea con los secesionistas reclamando una consulta sobre la independencia, pidiendo la liberación de los políticos presos y dimitiendo de un cargo de su partido cuando no se opuso al 155.
Cobrando más que Pedro Sánchez y vegetariana del sector malhumorado, se apunta al ataque contra la prensa no afín que impulsan los partidos totalitarios disfrazados de demócratas. También presume de ser partidaria de abolir la prostitución y de representar a un municipio que lucha contra la trata de blancas. Con su estilo bravucón de mujer sobradamente sobrada, recuerda la frase de Umberto Eco que reza: “En las fiestas de los tontos, hasta el diablo parece tonto”. Aunque en femenino inclusivo.