Con la buena intención de reforzar el prestigio del Ayuntamiento de Barcelona y de la ciudad, la concejala de Sant Andreu, de Vivienda y Rehabilitación, Lucía Martín, enchufó a su pareja sentimental, Alicia Ramos Jordán, como asesora adscrita a la cuarta tenencia de alcaldía de Derechos Sociales y Feminismos. Con esta historia de amor, la más malcarada, altiva y despótica de las autoridades municipales incrementaba el número de matrimonios y parejas sentimentales que pululan entre los altos cargos de Colau, quien firmó y bendijo el nombramiento de sus camaradas. Al fin y al cabo, fue ella la primera que dio ejemplo y marcó tendencia contratando a su pareja.
Nueve meses, que es el tiempo de un embarazo, ha tardado el Comité de Ética del Ayuntamiento en dar a conocer que la actitud de Ada Colau causa “daño al prestigio y la imagen pública de la institución”, como si fuese la primera vez que la alcaldesa se salta todas las normas éticas que no le convienen, y perjudica a Barcelona de todas las maneras que se le ocurren o le aconsejan. A la que alguien se percató de la maniobra de Lucía Martín, Alicia Ramos dejó su supuesto trabajo sin explicar los motivos de su salida por la puerta más trasera. Altamente preparada, había sido diputada podemita en el Congreso de los Diputados hasta que dejó su escaño para ingresar en la corte de Colau. No debía saber entonces que todo lo que tocan Ada, Lucía y otras acaba malamente. Y es que, a veces, hacer según que cosas a dedo no funciona.