“Es un Evo inteligente y no se apellida Morales”. La frase denota todo lo que Joan Ferran percibe en la ciudad de Barcelona, con la convicción de que las instituciones, el propio Ayuntamiento, pero también el conjunto de los ciudadanos, han dejado de lado todo lo que molesta, lo que queda fuera del radar, pero que da sentido a la comunidad. Ese Evo, que se sienta en el poyete de la sucursal del Evo Banco, en la plaza Tetuan, --donde se produjo el incendio que causó la muerte a una familia, con dos niños tras ‘okupar’ el local—es un librero “amateur”. Coloca sus libros en hilera y espera algunas monedas con infinita paciencia. “Barba blanca, bigote y gorrito de esquiador lleva nuestro hombre. Ropa gastada, zapatos sin lustre, manos arrugadas, mirada cansada. Tristeza”, escribe Ferran.
Joan Ferran, (Barcelona, 1951) exdirigente del PSC de Barcelona, exdiputado en el Parlament, mantiene sus postulados. Los que tuvo de joven. Los que se resisten a ser enviados a la papelera de la Historia. No fue un revolucionario, aunque casi, tuvo conatos y se enroló en mil organizaciones. Pero sí quiso la transformación social, y tuvo mano en ello, con responsabilidades institucionales y orgánicas. Ahora está "jubilado", pero mantiene la capacidad de indignarse. Y apunta. Con mesura, sin llamar la atención. Aunque sus quejas se acaban escuchando en la dirección del PSC, la que lidera Salvador Illa, y la de Barcelona, bajo el liderazgo de Ferran Pedret y Carlos Prieto.
EL VECINO DEL QUINTO
Sus denuncias con sordina las ha plasmado en Flores de Arcén, retales de ciudad en un cuaderno verde olivo, (Ediciones Hildy), un libro en el que recoge los apuntes que anotó en el último año, días de pandemia, en los que Ferran paseó por la ciudad, con el ojo en rincones insospechados, y la mayor atención a las personas que buscan cómo sobrevivir. Salvador Illa, precisamente, presentará su libro el 16 de marzo, en la librería Byron.
El librero 'amateur' se busca la vida en una ciudad que comparte con la comunidad china y los centros de masaje, con los ladrones de móviles y los trabajadores municipales que limpian las calles. También con las prostitutas, con los “recolectores” que se sumergen en los contenedores de basura, con los jóvenes estudiantes que piden una contribución para la ACNUR, con los músicos del Metro, con los ladrones callejeros y con el joven “vecino del quinto” que rompe cristales de los bancos y quema contenedores. Y no falta en el cuaderno de Ferran un viejo conocido, El tunecino, Admed, que deambula por el centro de la ciudad y con una historia aprendida, y que ha interiorizado como si fuera un relato bíblico, acaba pidiendo limosna. Admed se ha hecho mayor. Y lleva más de veinte años con su particular forma de vivir y su macuto a cuestas.
Ferran, que se ha considerado un ‘jabalí’ de la política, de los que mordían al adversario con argumentos políticos, pero capaz de mantener las relaciones personales siempre alrededor de una buena mesa, tiene claro que la ciudad puede sufrir si las injusticias sociales se hacen más profundas: “La experiencia me dice que vivimos sobre un volcán, sobre un magma candente que se alimenta de la precariedad, el paro y los contratos basura. Presiento que se está gestando una gran revuelta contra el mundo de la opulencia y el consumismo. O no, quizás soy tan sólo un esclavo más del catastrofismo que gastan los de mi quinta al ponerse melancólicos”, sentencia.
El libro de Joan Ferran destila una cierta melancolía, sí, por la gestión municipal, por lo que se podía haber conseguido, a pesar de la transformación que ha experimentado la ciudad. No tanto por las cuestiones materiales, o los equipamientos o los servicios que ya presta el municipio, sino por un cambio en la mentalidad de la sociedad que, a su juicio, se ha endurecido, con una apuesta por el individuo.
Una melancolía que le lleva a pensar en los 'compañeros de viaje'. ¿Qué ha pasado con sus amigos y conocidos de su misma edad? ¿Cómo los ha transformado el tiempo?: "Observo que muchos de mis viejos amigos colegas viven bien. Algunos gestionan importantes negocios, otros son catedráticos o escritores de fama consagrada. Una vieja amiga se ha convertido en una actriz de primer nivel. Todos han evolucionado y aparcado dogmas para adquirir el don de la versatilidad".
Pero Joan Ferran siguen preguntándose por su propio comportamiento. Y no cede frente a su conciencia. El autor de Flores de arcén recuerda que la calle del Olmo, a escasos metros de las Ramblas y el Paralelo, reunía a familias humildes, que, sin embargo, mantenían un espíritu comunitario. Ahora es otra cosa. “Hoy en la calle del Olmo, a cincuenta pasos de una comisaría de policía, se oculta una gangrenosa llaga que nadie se atreve a extirpar. Ya no queda nada de aquella vida de barrio rica en amores y amistades, charlas de café y boletos compartidos de lotería”. Lo que hay es distinto. “Es el epicentro del narcoturismo que busca el paraíso en los narcopisos. Hoy es semillero de ocupaciones violentas, mercadillo de trapicheo, robo descarado, descuido y tirón”.
CRÍTICA A LOS LAMENTOS MUNICIPALES
¿Hay soluciones? ¿Cómo se aborda la inmigración? ¿Quién vigila las naves abandonadas donde duermen los protagonistas de esos “mercadillos de la miseria”? Joan Ferran no acusa a nadie. Deja que el lector tome conciencia de lo que apunta y que sea éste, en tanto que ciudadano, quien pida las explicaciones oportunas. Pero no por ello elude el compromiso, tras denunciar esos hechos que son noticia de forma periódica, sobre naves industriales o locales ‘okupados’ ilegalmente que acaban en llamas. “De nada sirven ahora los lamentos de las autoridades municipales, o autonómicas, alegando que una nave que ardió estaba vigilada y que, sin una autorización judicial, deviene imposible intervenir. Hace tiempo que sabemos eso. El tema es más profundo, se trata de conseguir un encaje digno de la inmigración sin que sean considerados retales, piezas sobrantes”.
Joan Ferran, exdirigente de un PSC de Barcelona que se enfrentaba sin ruborizarse contra el alcalde Pasqual Maragall cuando se consideraba necesario en beneficio de un determinado barrio o distrito, lanza su reclamación: “Urge abordar de inmediato los problemas de vivienda y marginación de los colectivos más desfavorables; al igual que es perentoria una intervención decidida contra las ‘okupaciones’ ilegales gestionadas por mafias. ¿Qué más tiene que arder par actuar?”
La familia que falleció, en la plaza Tetuan, había ‘okupado’ las oficinas de la entidad bancaria Evo Banco. Y la alcaldesa Ada Colau señaló que se había atendido a todos sus integrantes, con una vigilancia estrecha. Pero algo falló.
El ‘jubilado’ Joan Ferran ya no verá al librero ‘amateur, a ese Evo, el inteligente, en el poyete del local. Un Evo que no se apellida Morales y que, por tanto, no es un populista. Todo un mensaje del ‘escritor’ Ferran a la ciudad de Barcelona.
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