Cosa más horrorosa no se ha visto por el Tibidabo, que el trasto rodante de Marta Labata que intenta sustituir al histórico Tramvia Blau. La directora general de Barcelona Serveis Municipals Municipals (B:SM) gasta los mismos abrigos de más de mil euros que Elsa Artadi y es del sector más pijo y divino de la costra municipal. Su autorretrato en la red de quienes buscan trabajo o presumen de trabajos altamente remunerados provoca escalofríos, vistos los resultados. Pasada por tres escuelas de negocios y el campus de Harvard, se presenta como “persona orientada a la acción" y que cree "en el propósito como motor de cambio y en los valores como el compromiso, la cooperación, la excelencia, la innovación y la integridad como las mejores palancas de gestión”. De ser así, cuesta entender que haya trabajado para el Bicing y el Zoo, y formado parte de los consejos de administración de Cementiris de Barcelona, Tibidabo, Ecoenergías y el Centro Internacional de Convenciones de Barcelona, entre otros chiringuitos. También dirigió Bus de TMB y así de mal le va a Barcelona todo lo que Labata toca.
Penúltima exhibición de su talento es el artefacto hortera que sube y baja por el Tibidabo. No es un trenecito, como lo vende, sino un tractorzuelo pintado de un verde aciago y propio de una “playa llena de turistas y sangría”, según un barcelonés enfadado. El cacharro se ajusta a la estética de los comunes, que es chabacana, cutre, kitch, naif, ridícula y dañina para el gusto y la vista. Y aunque Labata se montase en él vestida de nueva rica sin clase, seguirá siendo de lo más feo de la Barcelona más fea.