Grandes conciertos, estadios y enormes espacios para gozar de la música. Barcelona es un referente en toda Europa, con el Primavera Sound o el Sónar, pero hay otros espacios, otras vidas, apuestas culturales distintas que se complementan. Yvette Redondo entiende que puede considerarse como una “agitadora cultural”, porque pone en contacto a grupos de música con pequeñas salas, busca que esas bandas lleguen a editar un disco, y es “feliz” cuando comprueba que ayudó a sacar adelante un single, de Prison Affaire, que acaba actuando en Nueva York. Pero Redondo es trabajadora social y en sus ratos libres es cuando da rienda suelta a su pasión por la música. Con 41 años se considera joven, aunque es consciente de que ya tiene nuevas generaciones detrás. Y camina con una máxima: “Barcelona está muy viva, pero hay que moverse y montar sus propios conciertos”.

En conversación con Metrópoli, Ivette rechaza esa visión según la cual en Barcelona no pasa nada. “Esa percepción puede tener que ver con hacerse mayor, con que te interesan otras cosas, pero Barcelona siempre ha sido una ciudad con inquietudes”. ¿Qué ha pasado, sin embargo, en los últimos tiempos? Los grandes conciertos ocultan que “se han cerrado salas, como el Rocksound, por la que todavía guardamos un duelo”.

La idea de Redondo es que en Barcelona “el pastelito de la música está muy dividido, con estilos diferentes. Y a mí me gusta que la gente tenga su patio para chapotear, con pequeñas salas, para que se pueda permitir que gente como yo, no profesional, pueda organizar cosas sin que te pidan quién eres. Mi idea es que si quieres hacer una cosa, la debes hacer, algo que no es nuevo en esta ciudad, pero que ahora puede parecer revolucionario”.

Ivette Redondo, en la sala Meteoro con 'Metrópoli' / GALA ESPÍN (MA)

Su sello, Cuerdas Fuera Records, le permite buscar esas bandas que quieren tocar en Barcelona, y tratar luego de que editen un disco. Lo consigue de forma periódica, en salas como Meteoro, que le ha ayudado mucho y ella también a ese espacio, en el Poble Sec. “Meteoro me ha ayudado a mí, con mi sello, que constituí en 2016, para montar conciertos. Lo que quiero es una sala de unas 100 personas, que confíe en mi propuesta, y que también permita ejercer de pinchadiscos, a gente como yo que lo que hace es subir o bajar el volumen, pero que tengo una colección de discos brutal, que llevo para dar a conocer una determinada música”.

Yvette Redondo viaja y asegura que cuando tiene días libres o vacaciones “todo gira alrededor de la música”. Estuvo en Corea del Sur, donde se ha producido un movimiento musical extraordinario. “Intenté conectar con bandas de Punk y organizar conciertos, y lo que comprobé es la preponderancia del Kpop. Pero logré lo que llamamos ‘pinchadas’, gente que movilizas y que se une para escuchar una determinado género musical”.

¿Hay un mundo oculto, una realidad que no se percibe en Barcelona? Redondo explica que siempre ha sido así, porque depende de cada uno, de lo que organice y de las conexiones que establezca. Esa Barcelona ‘off’, con salas pequeñas, se mueve durante toda la semana, de miércoles a domingo, con conciertos, exposiciones, talleres, fotografía…Pero hay que tener los ojos bien abiertos, más que tener 19 o 20 años.

Ivette Redondo, en la sala Meteoro / GALA ESPÍN (MA)

“Comparto esa frase de John Waters, cuando dice que si crees que la mejor música es la que has conocido, entonces es que estás muerto. Waters dice que tiene amigos espías, que le ponen música trap en su casa. Él ya no sale, pero escucha la nueva música”, señala Redondo.

Porque, ¿Barcelona está muerta para los que ya no salen de noche, para los que no conocen esas pequeñas salas de música –a las que el Ayuntamiento les permite desde hace cuatro años que organicen conciertos en directo— y por eso la declaran finiquitada? “Cada uno evoluciona y tiene intereses distintos, pero yo lo que defiendo, por ejemplo, es que se acuda a iniciativas como Grapa y tinta, de ilustración y autoedición, en Sant Andreu. Es de día, puedes pasearte, tomar una cerveza, ir con tus hijos, comprar un fanzine y preguntar, hablar, conversar con gente más joven que tu, que también te preguntará. La comunicación intergeneracional no es un chascarrillo, funciona y es necesaria, en la doble dirección”.

'PINCHADAS ONLINE'

¿Los nostálgicos tienen razón, de qué se quejan? Esa pregunta planea en toda la conversación con esa agitadora cultural, que es partidaria de mirar siempre adelante, sin llorar tampoco por los recientes buenos momentos, cuando la sala Apolo acogía la gira de Le Tigre, una de las bandas favoritas de Redondo. “No me sirve de nada fantasear sobre lo que ya no tengo y prefiero centrarme en lo que puedo hacer hora”.

Y lo que hace es traer bandas, como una reciente de Helsinki, que quería tocar a toda costa en Barcelona. “Les dije que sí, que les ayudaba, pero que un concierto un miércoles podía ser complicado”, señala, en relación a la dificultad de llenar salas, aunque sean pequeñas, en días laborables. Pero se produjo un fenómeno que le ha llamado la atención, y es que, según el “universo” de Yvette, acudiría poca gente. Pero “se da la circunstancia de que hay otros muchos universos, que no son el mío, y que, a través de las redes sociales, acabaron llenando la sala”. Es decir, “hay gente, hay personas que buscan cosas y hay una ciudad muy viva”.

¿Y Madrid? Hay diferencias. En música electrónica, la ventaja de la capital catalana es abismal. En el punk y rock las cosas son de ida y de vuelta, porque los grupos viajan entre las dos ciudades de forma constante. “Madrid lo peta más en indiepop o el tontipop, y cuando montan algo en Barcelona está todo vendido. Barcelona parece más encorsetada, pero tiene muchas sorpresas. A mí me gusta trabajar con todos, les ofrezco Barcelona, pero con la conexión con Madrid o Valencia”.

Ahora bien, ¿cuál es el salto generacional? Yvette Redondo no tiene complejos en señalar que no utiliza los pronombres neutros, que le está costando. Pero que está en ello. “Conozco a gente de 19 o 20 años que me hacen chocar con esa realidad, con las que, además, descubres mundos distintos. Me pasó con un ‘chique’ que me explicó que hace ‘pinchadas’ online. Las fiestas se disfrutan en casa, y me hice ‘amigue’ de ‘elle’. En esas fiestas, la gente puede ir en pijama o vestida como en una discoteca. Yo no tenía ni idea de que eso esté ocurriendo, ¡y me considero una ‘agitadora cultural’!

VERMUTS MUSICALES EN LOS BARRIOS

Las ordenanzas municipales, y en Barcelona son estrictas, constriñen las salas de conciertos. El propio PAM del Ayuntamiento admite, como recuerda Redondo, que el consistorio tiene “demasiado protagonismo en temas culturales”. Lo que se necesita, a juicio de esa apasionada de la música, es más iniciativa individual, teniendo en cuenta que se trata, en todos los casos, de “supervivencia, de ir de un lado para otro, de insonorizar bien esa sala, de pagar aquella otra multa, de moverte todo el rato”.

Ivette Redondo, con 'Metrópoli' en la sala Meteoro / GALA ESPÍN (MA)

Hay realidades que funcionan. En esos ambientes, lo que gusta es el Benidorm Funtastic Drácula Carnival, o el festival de punk de Hamburgo, el Get Lost Fest. Se trata de estar atento a esas iniciativas, con satisfacciones como la de Prison Affaire. Para los que no quieran moverse de la ciudad, Redondo insiste: “Hay un montón de ‘Vermuts musicales’ en distritos, en barrios, en el Clot, en Sant Andreu. Hay festivales de soul o reagge, estilos musicales que se mantienen en el tiempo. Y se puede ir con hijos”.

¿Entonces, y si muere de éxito la ciudad por los grandes festivales como el Primavera Sound? “En Barcelona se puede ajustar todo, pasan muchas cosas, hay necesidad de más salas, y puede que se necesite una mediación entre la ciudadanía y la expresión cultural. Yo me enfado cuando veo que hay demasiados conciertos, porque pienso, ¿aquí no trabaja nadie? Porque yo no puedo salir un miércoles, un jueves y un viernes seguidos. Ahora bien, ¿me parece mal? No, me encanta”.

Barcelona se ha convertido en una ciudad que exporta música, conciertos, festivales, concentraciones. Pero Ivette Redondo, sin nostalgias, recuerda ese local, el Rocksound, que ha sido objeto de un documental en la última edición del festival In-Edit en Barcelona.

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