Francisco Gaudier (Barcelona, 1947) está en plena forma y contento. Acaba de celebrar el 175 aniversario del Círculo del Liceu, del que es presidente desde 2018. Recibió a los reyes de España, y pudo comprobar que “están en los temas, escuchan y preguntan”. Hijo y nieto de la burguesía industrial, del sector textil, comercializó en España marcas como Sebago o Levi Strauss. Dialoga con facilidad y con un optimismo que contagia al interlocutor. Vestido sin que le falte ningún detalle, guarda las formas, como guardián de otros tiempos, y, tal vez por ello, mantiene un cierto aire revolucionario en tiempos de zapatillas y camisetas con mensaje comercial. Gaudier habla claro, directo, y, enamorado de Barcelona, señala que la ciudad necesita un cambio político. “Barcelona necesita un alcalde que genere consenso, Colau no lo ha hecho”.
¿Cómo ve Barcelona, desde la presidencia del Círculo del Liceu?
El Círculo del Liceu no tiene unas opiniones concretas, pero yo le digo que desde el punto de vista urbanístico es un poco caótica, con muchas obras en las calles, con el Eixample peatonal y un caos circulatorio importante, que complica las cosas para los que vamos en coche y también para los que viven en esas zonas. Pero siempre pongo el mismo ejemplo con la Rambla de Catalunya, cuando se quitó uno de los carriles y luego ha resultado un éxito total. Veremos cómo queda todo, la calle Pau Claris, y esa parte del Eixample que le decía. No tengo un juicio claro hasta que no esté acabado. Lo que queremos es llegar al Círculo del Liceu y al Teatre del Liceu, y veremos cómo se remodelan las Ramblas.
¿Se ha tardado mucho en afrontar esa reforma de las Ramblas?
Bueno, se ha tardado, sí, y luego hay muchos chiringuitos que también hay que cambiar. Pero pretender que con la remodelación tendrá otros usos para los barceloneses va a ser complicado, porque es un espacio turístico y creo que lo seguirá siendo.
¿Es preciso que haya una oferta comercial distinta?
Es que no recuerdo otro restaurante que el Amaya, al final de las Ramblas, al que solíamos ir, o el bar del Teatre del Liceu, de enfrente. Antes, íbamos por la noche a buscar los periódicos extranjeros en los kioskos, o a comer chocolate con churros. Pero, por lo general, vamos al Liceu y luego te marchas de allí.
¿Seguirá dominada por el turismo, considera?
Sí, porque las Ramblas te llevan al mar, y las ofertas son de bares que gustan a los turistas. En todo caso, dependerá del tipo de turismo, porque creo que no es el mismo el que va al paseo de Gràcia a comprar lujo, que el que va a las Ramblas. Puede que sean turistas distintos.
Desde el punto de vista cultural, hay dos grandes polos en España, Madrid y Barcelona. ¿Ve una oferta teatral ambiciosa en Barcelona?
La oferta teatral está ahí, y se habla de que no hay oferta suficiente en castellano para gente de fuera o latinoamericanos que pueden visitar la ciudad. No lo sé. Estoy un poco alejado del mundo del teatro, pero es por desidia mía, porque cuando voy a alguna obra me gusta mucho y me lo paso bien. El otro día hablaba con Josep Maria Pou y me decía que va a estrenar una obra en catalán. Iré seguro. De pronto, ves cosas que te interesan y acudes.
En el Círculo del Liceu hay reflexión y debate sobre algunas cuestiones. Recuerdo la que se produjo sobre el Hermitage. ¿Qué falló en ese caso?
Ahora, con lo que ha pasado con Rusia, casi diría que el ‘no’ al Hermitage ha sido como una bendición. Creo que se trató de un choque de posiciones sin fácil solución. El Hermitage consistía en utilizar un suelo público para un tema privado. Esa era la realidad, y el Ayuntamiento estaba en contra. Hay que pensar que en algunas ciudades el Hermitage ha fracasado, como en Amsterdam. Pero repito que con la guerra, aunque ese ‘no’ al Hermitage pudo verse como algo negativo para la ciudad, ahora me parece positivo.
En todo caso, ¿es necesario acoger mejor el capital privado cuando se interesa por un determinado proyecto?
La colaboración público-privada siempre ha funcionado en esta ciudad. Y pasa en muchos campos. Creo que hay que mantener esa tónica.
¿La Copa América de Vela puede despertar la ciudad?
El Ayuntamiento se puede decir que ha plegado velas, porque no le gustaba mucho el proyecto y ha visto posteriormente que podía resultar muy positivo para la ciudad. Nos ponemos otra vez en el mapa, no se trata de una competición corta, es de casi dos meses, los equipos van a ir viniendo y es un movimiento que atañe a toda Barcelona. Yo felicité a la alcaldesa y ella me dijo que estaba contenta con el final feliz del evento, para que se organice en la ciudad.
Igual no tenía más remedio, después del sí del resto de actores implicados.
Puede ser, pero todo el mundo aprende. A veces tenemos el ‘no’ en la boca y luego vemos que por qué no hacer tal o cual cosa. Desde que es alcaldesa, se puede decir que ha habido un cambio importante. De rechazar el Mobile World Congress, o ponerle pegas, se ha pasado a que el Mobile tenga la sede permanente en Barcelona, o se ha conseguido la feria audiovisual más importante de Europa. Tendremos también en 2024 el congreso de arquitectos. Todo eso es positivo, nadie quiere cosas negativas para su ciudad.
Tras salir de la pandemia, se instaló en la ciudad la percepción de que vive una cierta decadencia. ¿Lo comparte, o es más una percepción que una realidad?
A ver, creo que hay que tener en cuenta que el llamado procés no ha ayudado a la ciudad. Las sedes sociales de las empresas se fueron y eso generó una desazón tremebunda. Esas sedes todavía no han vuelto. Hasta que no haya realmente una seguridad jurídica aquí no volverá nadie. En Cataluña nos creíamos el ombligo del mundo y no lo somos. Puede que el procés haya tenido algún punto positivo, para forzar una situación, sobre agravios comparativos, sobre los impuestos que se pagan y que no se recibe lo mismo. Pero de eso al lío que se organizó…
¿Se le fue de las manos a sus protagonistas?
Se le fue de las manos y lo pagamos todos.
¿Pediría a esas empresas que vuelvan?
Cuando tengamos una situación estable, ¿por qué no? Podrían volver, pero las empresas tienen en cuenta una cosa, y es la reputación. Cuesta mucho conseguirla y se pierde fácilmente. Y para generar confianza, falta seguridad jurídica. El dinero es muy cobarde.
¿No la tenemos esa seguridad jurídica?
Lo que veo es que no vuelve nadie. Es que fue algo muy iluso, porque sin tener un proyecto definido y pensando que Europa abriría sus puertas de par en par, al final todo acabó en nada. Puedes ser independentista o no, pero hay hechos, los 'facts' que dicen los anglosajones. Y es como el balance de una empresa: tengo o no tengo caja.
¿Qué aporta el Círculo del Liceu a la ciudad?
El Círculo es un foro de cultura, un ágora. Es nuestro objetivo y lo concretamos a través de muchas actividades, vinculadas al Teatre del Liceu. Sin el teatro, seríamos una cosa residual. Pero tenemos nuestra autonomía, con la presentación de libros, conferencias, actos, conciertos. Hace poco tuvimos a la embajadora de Estados Unidos. Ahora tendremos a Joan Prat, embajador en Bruselas, hemos tenido al cardenal Omella…
¿Es un observatorio?
Sí, es un buen observatorio, catalán e internacional. No podemos obviar la realidad financiera y económica, y para ello tenemos la ‘peña Actual’, que dirige un ex presidente, Ignacio García Nieto. Tendremos también a Jaume Guardiola, el presidente del Círculo de Economía.
Usted forma parte de una familia de la burguesía textil catalana. Se les ha criticado mucho, como clase social, por haberse dedicado a sus negocios, abandonando un papel social que había sido importante. ¿Cómo lo ve?
Quizá hay algo de eso, de concentrarse en las cosas particulares. Pero también ocurre que no se gana tanto dinero, que los impuestos no favorecen determinadas acciones, que las leyes de mecenazgo no sirven…Es cierto que cuesta más dar dinero para determinados proyectos. Pero también le digo que, en nuestro caso, hay familias que han sido muy generosas con el Círculo del Liceu, sin pedir nada a cambio. Depende de quién te pida el dinero. La ‘foundation’ para el teatro la promovió una familia catalana, y un señor norteamericano me dijo que me iba a aportar recursos, pero claramente me dijo: te lo voy a dar a ti, ya sé que el proyecto tiene sentido, pero te lo doy a ti. Quiero decir que depende de quién te lo pida, al margen de que debe haber proyectos consistentes.
¿Es un club de relaciones sociales, de intereses?
Es un club, y hay un poco de todo. Me hace ilusión que se establezcan relaciones y que se hagan planes fuera del Círculo. La ventaja que tenemos es que nos organizamos por peñas, donde los socios se especializan en temas muy distintos: gastronomía, derecho, lo que se considere.
En 2001 entran las mujeres por primera vez.
Sí, y le costó el puesto a Joan Anton Maragall, con una reunión hasta las dos de la madrugada. La solución viable que se dio es que él ponía su puesto de presidente a disposición, porque había recalcitrantes que no querían. Ahora, de 1.031 socios, unos 300 son mujeres. Son el 30%. La vicepresidenta lo es, la contable también, que es la que me permite dormir tranquilo. Mi mujer también es socia.
¿Dice que le costó el puesto a Maragall?
Fue la solución que se puso sobre la mesa. Pero esa decisión quedará, porque fue muy importante. La embajadora americana me decía que había llegado muy tarde. Sí, fue así. Es cierto que con las viudas de socios ya se permitía antes la entrada. Pero era un club de hombres, y hay que pensar en cada contexto histórico.
Con el incendio del Liceu, ¿el Círculo estuvo en peligro?
El Círculo del Liceu se defendió cuando el Teatre se reconstruyó con dinero público. Es una cosa especial, un círculo privado, conectado con el teatro, producto del interés de la burguesía catalana. El Círculo se constituyó seis meses después de la creación del Teatre, y ha prevalecido hasta hoy. Refleja el poder de la burguesía en un determinado momento. Isabel II dio el permiso para el Teatre del Liceu, pero no se implicó, ni patrocinó nada. Y por eso no hay palco real, ni el nombre Real. Alguna persona del Ayuntamiento, con el incendio, quería expropiar el Círculo, aunque nosotros éramos propietarios de sus espacios. No les gustaba esa cosa especial. Pero lo retuvimos como un espacio privado.
¿Debe haber un cambio en la gobernabilidad de Barcelona?
Nosotros recibiremos a todos los candidatos. Yo soy amigo personal de Jaume Collboni. También de Xavier Trias. Veremos si se presenta. Colau nunca ha venido al Liceu de forma oficial, aunque sí oficiosa, cuando hay puertas abiertas. Escucharemos a todos y la gente votará lo que quiera.
¿Collboni y Trias deben colaborar?
Sí, si, porque, además, no hay tantos candidatos para hacerlo.
¿Deberían gobernar?
Lo que se debería generar es consenso. Barcelona necesita un alcalde que genere consenso, Colau no lo ha hecho. Se empeñó en el tranvía que no sé si vale la pena. Luego está la cuestión de Via Laietana, que creo que no hay consenso sobre eso. El nuevo alcalde debería generar que la gente tenga de nuevo ilusión por la ciudad, porque la ciudad, ahora, está mejor que nunca. Hay más tiendas de lujo en el paseo de Gràcia. Creo que por lo que no apuestan los barceloneses, lo hacen los extranjeros. Yo he vivido mucho, y antes el paseo de Gràcia era una avenida solo de bancos. Ahora es una vía que se puede comparar con cualquier gran avenida de las grandes ciudades del mundo.
Volvemos a las realidades y a las percepciones.
La realidad es esa que le digo. Soy moderadamente optimista. Es una ciudad con mar. Hace poco me decía una señora colombiana en Madrid que estaba encantada, pero que sería la mejor ciudad del mundo si tuviera mar. Y le dije: esa ciudad la tiene usted a dos horas y media, aquí, en Barcelona. Esta ciudad tiene mucha resiliencia.
Con su experiencia, ¿Barcelona está en la mejor de las posiciones, al situarse un escalón por debajo de las grandes ciudades europeas, como Londres o París, al ser más barata que todas ellas?
Lo realmente importante de Barcelona es su situación geográfica. El buen tiempo, el mar, todo eso es lo que genera la buena calidad de vida, con montañas para esquiar, y la Costa Brava, y un aeropuerto internacional. Por cierto, cuando vas al aeropuerto y ves la ola de gente, creo que está claro que hace falta la ampliación. Los hábitos no han cambiado. Lo dije con la pandemia. No veo menos vuelos, sino más. Habrá más vuelos, seguro, y por eso hay que ampliar el aeropuerto.
Pero lo que se defiende, desde el Ayuntamiento, con Colau al frente, es el decrecimiento.
Hay una crisis energética, la guerra en Ucrania, con una crisis que se avecina, es cierto. Pero nadie se quiere quedar en casa. Me da la sensación de que nadie sabe nada. Y cuando veo que se abren más tiendas de lujo en Barcelona, ¿qué significa? Las empresas no toman decisiones altruistas. Y deciden venir aquí.