Juan Bayén
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Si la Rambla sigue siendo el paseo más fotografiado del mundo, a Juan Bayén, conocido como Pinotxo, le pasa lo mismo. Capaz de cocinar, servir platos, sonreír ante la cámaras de turistas, no turistas y conceder entrevistas a la prensa, radio y televisión, todo a la vez, Bayén debe de ser el barcelonés más simpático de la Boqueria y del mundo. Ochenta años antes de que Ferran Adrià lo descubriera y pusiese de moda, apareciesen colas de japoneses y se disparasen los precios, Juan era un niño que ayudaba a su madre y tenía un perro llamado Pinotxo que recogía los billetes con que pagaban los clientes. Pasaron los años, el crío adoptó el sobrenombre del perro, vistió chaleco y pajarita, y se puso al frente del negocio. Se abría un nuevo capítulo en la historia de la Boquería y de la gastronomía barcelonesa, que se cierra a los casi cien años de Juan.
Una de las escasas cosas buenas, inteligentes y no antipáticas que ha hecho el actual Ayuntamiento, es reconocerle su trayectoria profesional como uno de los mejores restauradores de Barcelona y concederle la Medalla de Oro de la ciudad. Entre los más que sobrados méritos y motivos, se destacan “su alma, esfuerzo y toda una vida detrás de la barra proyectando la imagen de la ciudad de Barcelona al mundo", según los Amics de la Rambla. Y añaden que ha sido “referente para barceloneses y visitantes por su buen servicio y gastronomía y, sobre todo, por su sonrisa”. Porque hay consenso en que su sonrisa es la de una ciudad que está perdiendo hasta las ganas de sonreír.