Rosa Clará, creadora de sueños
Clará, que ha construido un imperio con los trajes de novia, ya forma parte de la mejor historia de la Barcelona industrial y emprendedora
18 abril, 2023 00:00Noticias relacionadas
Qué mal lo pasé dentro de aquel vestido, el de mi boda. Me dio el día. Era de satén blanco, muy incómodo y no tenía nada que ver conmigo. Encima, la modista de alta costura escogida por mi abuela Lola (que pagó el traje), me convenció para que el velo de tul saliera de un gorrito de pedrería. Tengo el álbum escondido y tiré a la basura, sin decírselo a nadie, el vídeo del acontecimiento. Hubiera necesitado el consejo de Rosa Clará, fundadora de la más importante e internacional empresa española de moda nupcial. Pero hace 37 años de mi matrimonio, y esta empresaria --que trabajó durante años como jefa de ventas de Pronovias-- no fundó su marca homónima hasta 1995. Ahora, la emprendedora barcelonesa se extiende por 80 países, con casi 150 establecimientos propios y trajes con su firma se encuentran en unas 4.000 tiendas.
“Las novias de hoy vienen con una idea clara de lo que desean. Queremos que sientan que son ellas mismas y que estén cómodas con el vestido que elijan, que no se dejen influenciar; que celebren la boda que siempre han soñado”. Son palabras de Clará. Yo hice todo lo contrario. Siempre había soñado con una boda hippy en medio de un prado o en una ermita románica, con pocos invitados, un cuarteto de cuerda tocando a Mozart y el hombre de mi vida en mangas de camisa. Iba a llevar el pelo suelto y un vestido ibicenco. Fue todo al revés: una boda clásica, que complació a mi suegra --una encantadora y religiosa señora de Valladolid-- y a mi abuela paterna, pero asombró a mis padres. No se lo creían. Era la única forma de irme a vivir con el periodista barbudo que, vestido de traje oscuro, me esperó en el altar.
Nunca he sido mucho de bodas; sigo recordando con terror el gorrito de pedrería y el velo con el que tropecé al salir de la iglesia bajo la lluvia. Sin embargo, admiro a Rosa Clará por su carrera profesional y por esos vestidos que, cuando paso frente a sus escaparates, me parecen sencillos, elegantes y cómodos. El primer establecimiento de la empresaria se ubicó en el paseo de Gracia, en la calle más emblemática del Eixample. No se anduvo con chiquitas y se lanzó a la aventura a lo grande. Sabía lo que hacía y lo que quería. Es una señora valiente.
Rosa Clará ha cambiado la moda nupcial con unos vestidos vanguardistas para muy distintos públicos. Puedes ser la novia romántica con la que sueñan las jóvenes clásicas o enfundarte en unos shorts con blusa a juego para una boda playera o elegir un vestido de material cómodo que te permita bailar hasta caer rendida en la discoteca. En las bodas, como en la vida, hay gustos para todo. Y bolsillos muy dispares. Clará no ha querido vender solo vestidos de gama alta, o a medida (que diseña de vez en cuando). A partir de 2004 apostó por crear sus segundas marcas a precios más asequibles: Aire Barcelona y Alma.
Además de su larga experiencia en la moda, hay en la diseñadora un talento natural para la venta y el trato con la gente. Entiende la sociedad en la que vive, lo que quieren las jóvenes del siglo XXI. Sabe también cómo influir en sus sueños y deseos. En las últimas dos décadas ha vestido a muchas novias famosas: a Antonela Roccuzzo (esposa de Leo Messi), a Mery Perelló (en su enlace con Rafa Nadal), a las actrices Paula Echevarría, Alba Carrillo o a Candela Serrat. La lista es larga y su firma es portada de las más importantes revistas mundiales.
Su último logro ha sido designar un heredero. Muchos propietarios de empresas familiares de la vieja Europa se equivocan al querer perpetuarse, al tardar demasiado en dejar el bastón de mando. Todo lo contrario que en Estados Unidos, donde cualquier gran ejecutivo sabe que ha de designar y dejar claro quien es su sucesor. Además de nombrar un consejero delegado, Manuel Caro, que se encarga del área económica y financiera, Rosa ha conseguido que su hijo Daniel, arquitecto de profesión, aceptara su propuesta de ocuparse del área de producto. Por tanto, el Grupo Rosa Clará tiene una segunda generación capaz de tomar las riendas. Si Daniel Clará, que decidió poner el apellido de su madre en primer lugar, no hubiera aceptado, la empresaria se hubiera planteado la venta.
En 2020, en el punto álgido del Covid, las bodas cayeron un 60%, sembrando el pánico en un sector que, sin embargo, parece haber salido fortalecido del encierro. Tras la pandemia, 2022 fue el año de los matrimonios; se celebraron 190.000 enlaces, más del doble que en aquel horrible 2020. Tras el encierro y las restricciones, las parejas querían casarse por todo lo alto como si no hubiera un mañana.
Un día caluroso de agosto hice doblete; empezamos en una boda a las 10 de la mañana y acabamos en otra de madrugada. “Eso no es nada”, contó mi hija, que tuvo siete bodas veraniegas en distintos puntos de España. “Eso no es nada”, añadió mi vecina, dedicada al wedding planning, “yo he organizado cuatro en un fin de semana; quince en septiembre”.
Casarse se ha convertido en un sector industrial, importante para la economía. Según datos de la consultora SingularCover, se mueven unos 3.500 millones de euros anuales alrededor del sí quiero, ya sea laico o religioso. Por eso, Rosa Clará presenta 16 colecciones de novia al año, con más de 5.000 vestidos diferentes. Si la novia de ahora se equivoca, como me pasó a mí, es que es muy torpe.
La firma con nombre de señora barcelonesa, que entre muchos galardones recibió la Creu de Sant Jordi en 2017, es hoy la primera empresa de moda nupcial española. Rosa Clará, por méritos absolutamente propios, ya forma parte de la mejor historia de la Barcelona industrial y emprendedora, la que a veces creemos que se acaba. A las señoras como ella, y a sus empresas, hay que cuidarlas.