Joan Múrria i Boada es un señor y un tendero de Barcelona. De los de toda la vida. De los que ya casi no quedan. A su edad y con su mostacho, podría parecer chapado a la antigua, pero no. Múrria está al frente de un negocio histórico y modernista fundado en 1898 --el Colmado Múrria-- en el centro del Eixample que es un bien cultural. Su familia lo ha regentado desde 1943 y Múrria ha tenido una idea brillante para alejar a turistas y mirones que entraban en su local, fisgoneaban, fotografiaban, molestaban a la clientela y no gastaban ni un euro. Lo ha logrado con un cartel de menos de un euro que advierte en castellano y en inglés que fija el cobro de cinco euros si se quiere entrar en la tienda para “mirar y observar sin más”. El éxito ha sido tal que, hasta la fecha no ha tenido que cobrar ni cinco euros a nadie.

Siempre hay algún cretino que lo considera discriminatorio y hasta xenófobo. Pero cretinos los hay en todo el mundo y Barcelona anda sobrada de ellos. De ahí que Múrria confíe en el alcalde Collboni: “Parece que hay otra sensibilidad, otro interés y más ganas de proteger el comercio emblemático de la ciudad”.  Lo dice él, que cada día barre su acera y sabe todas las trabas que le pusieron los colauitas cuando intentó poner una terraza para salvar el negocio y su historia.

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