El empresario Joan Font i Fabregó, propietario de los supermercados Bon Preu, se enfrenta de nuevo a una serie de actos de protesta previstos hasta septiembre por conflictos laborales. Personaje ejemplar para los grupúsculos más reaccionarios y ultramontanos del procesismo, es un generoso mecenas de chiringos tan autoritarios y dudosamente democráticos como la Plataforma per la llengua, y también fue miembro del Consejo Asesor para la Transición Nacional inventado por Artur Mas. Cerril y fanático, su equipo de información asegura que "no tienen constancia de malestar laboral ni sindical" y que reina un “buen clima” en sus empresas.
Por su parte, los sindicatos denuncian que Bon Preu paga menos que nadie en el sector de los supermercados, que hostiga a los sindicalistas, que es experto en despidos improcedentes y que presiona al personal para que hable en catalán incluso en los tiempos de descanso. Siempre reacio a subir los salarios, a facilitar la conciliación familiar, a aceptar otras demandas de los trabajadores y a elaborar un nuevo convenio, Bon Preu ha tenido un beneficio neto de 33,7 millones de euros. Y sus buenos balances de resultados han situado a Font en el puesto noventa de la Lista Forbes de millonarios del mundo, con un patrimonio de 325 millones de euros. "En Bon Preu es importante que las personas se vinculen con el proyecto empresarial a largo plazo y quieran crecer con nosotros", predica Font. Pero otra cosa es dar trigo. Aunque sea etiquetado en catalán.