
El periodista y escritor Arturo San Agustín, en una entrevista en 'Crónica Global' de 2021
Fallece Arturo San Agustín, el 'flâneur' impertinente
El periodista y escritor, también publicista, deja un gran legado con sus columnas incisivas y sus entrevistas en las que el interlocutor acababa confesando lo que no quería, autor del enorme fresco sobre el Vaticano, 'Tras el portón de bronce'
Un paseo, con un caminar lento, propio de un flâneur, que cavila, que reflexiona sobre su vida y sobre su gran pasión: el periodismo. Arturo San Agustín, nacido en Barcelona en 1949, ha fallecido dejando un legado profundo, con una extensa obra periodística y literaria.
Su figura amable, empática, no desdibujó nunca su gran característica: su impertinencia y su estilo incisivo. Porque San Agustín quiso siempre respetarse a sí mismo frente a lo que pudiera considerar un engaño o una vergüenza.
San Agustín circula por las calles del Eixample de Barcelona. Está preocupado, pero sonríe cuando descubre a un conocido. Se para y charla unos escasos minutos, para retomar su marcha. Tiene la convicción de que las cosas no van bien, que se ha perdido algo, en el periodismo y en las relaciones entre la sociedad y sus gobernantes en esa Europa que siempre ha estimado.
Un escritor "fascinado por un sueño"
Pero, ¿qué quiso ser Arturo San Agustín? De origen aragonés, sus padres procedían, como sus abuelos, de Riglos, un pueblo de Huesca, se ganó la vida como publicitario, de los mejores.
Fue director creativo en cuatro de las principales agencias de publicidad españolas, con trabajos que fueron premiados en dos ocasiones en el Festival de Cine Publicitario de Cannes. Pero San Agustín quería ser, realmente, un escritor, fascinado por un sueño: “El escritor viajaba y conocía personas importantes y almorzaba y cenaba con ellos”, decía en una entrevista.
Sin embargo, comprobó que esa figura era mucho más prosaica, y que el narrador se veía exigido: la soledad y muchas horas de trabajo para lograr un texto de calidad.
Sin pelos en la lengua
Su gran aportación al mundo periodístico, mientras preparaba obras que resultaban largas crónicas, más que novelas --nunca apostó con claridad por ese género-- la realizaría en El Periódico de Catalunya, donde ejerció de columnista diario y de entrevistador.
También ofrecería su experiencia como publicista colaborando en las portadas del diario, de la mano del director Rafael Nadal, con el que mantuvo una larga amistad. Con Nadal, San Agustín se desahogaba, al reprocharle con cariño que tuviera tanto éxito con sus novelas en catalán, mientras él, que escribía en castellano, no lograba un verdadero pelotazo en ventas. Y lo atribuía al propio sistema editorial y mediático catalán.
En esas entrevistas y columnas, San Agustín dio rienda suelta a su “impertinencia” y a su estilo incisivo, como el propio Nadal había destacado en más de una ocasión. Sin nadie a quien dar cuenta, San Agustín no se cortaba al señalar que el PSC fue una creación de los “señoritos” de Sarrià, con Pasqual Maragall al frente, y que no había defendido con convicción a los catalanes del área metropolitana que acaban siendo su base electoral.
En sus últimos años había sido columnista de La Vanguardia, sin renunciar a esa mala baba en sus análisis. Pero San Agustín, criado entre el Poblenou y la Barceloneta, fascinado por un mundo que ya no existe --el del cine clásico y la Roma de los grandes actores y actrices italianos-- quiso volar alto con una “literatura de excelencia”, como también precisaba su amigo Nadal.
Producto de esa ambición es el libro Tras el portón de bronce (2015). Justo ahora que se alaba el libro de Javier Cercas sobre el Papa Fancisco, El loco de Dios en el final del mundo, San Agustín había escrito años antes un fresco monumental sobre el Vaticano, con numerosas entrevistas y con la idea de enfrentar el catolicismo ante los nuevos tiempos, con China en el horizonte. El periodista escribía sobre Bergoglio, el papa Francisco, que había sido elegido en 2013.
Homenaje al pueblo aragonés
Hubo muchas más historias, desde la aseveración del propio San Agustín de que él se sentía, “antes que nada, un periodista”, y que como tal lo más importante era, en todas las entrevistas, dejar hablar al interlocutor tras crear una atmósfera idónea.
Su amigo José Antonio Labordeta le invitó a escribir un libro sobre sus propios orígenes, sobre “el viejo país de los tuyos”. Y San Agustín le tomó la palabra. El resultado fue Pluma de Buitre, donde configuró todo lo que siempre quiso hacer: un compendio de géneros literarios, con una crónica familiar ficcionada, la crónica periodística, la novela de aventuras y hasta el western.
También ejerció de documentalista de televisión, y uno de últimos trabajos más destacados fue El Vaticano, un lugar ambiguo, sobre el Papa Benedicto XVI, en TVE.
San Agustín no se escondía. Seguía esos paseos por su amada Barcelona, aunque siempre con la idea de irse, a Mallorca, decía. Y mientras reflexionaba, caminando con las manos en la espalda, con una mirada nostálgica, quería también incidir en el debate político en Catalunya con la irrupción del procés, que le hizo mucho daño, aunque no quiera reconocerlo del todo.

Arturo San Agustín, en una entrevista en 'Crónica Global' en 2021
Publicó en 2014 Cuando se jodió lo nuestro, evocando la frase de Vargas Llosa sobre el Perú, reflejada en Conversación en La Catedral. En el libro aparecen casi todos: desde Miquel Iceta, Jordi Pujol, Enric Juliana, hasta el propio Rafael Nadal, José Manuel Lara, Joan Manuel Tresserras o Josep Cuní.
El incisivo San Agustín se quedaría con una idea: “el engaño”, la idea de que muchos procesistas se habían aprovechado profesionalmente del movimiento político. San Agustín respetaba al “patriota”, pero odiaba el engaño.
Reprochaba que se pudiera poner en peligro la convivencia de una sociedad catalana poliédrica, compleja, siempre desde la convicción de que nunca fue “un solo pueblo”, y que una parte de esa sociedad había sido olvidada o parcialmente marginada.
¿Contra Leonard Cohen?
Pero el periodista San Agustín, el publicista y el documentalista, tenía otra gran pasión: las viñas y el vino. El retiro entre viñedos, con una copa de un buen caldo. En Antes de quitarnos las máscaras (Comanegra), el periodista novelaba una estancia de una serie de personajes invitados en la Abadía de Santa María de Retuerta, un enclave con más de 800 años de historia, ubicado en Sardón del Duero, en Valladolid.
Aunque a San Agustín no le gustaba el género, y producto de una promesa a una aristócrata italiana venida a menos, el periodista se lanzó con una novela que resultaba una sátira, llena de misterio, con muchos personajes, con homenajes a escritores, personajes ilustres y poetas.
¿Pero, por qué te metes con Leornard Cohen? Eso no me ha gustado, le dije a San Agustín tras leer la narración. “Es un pretencioso, un personaje en sí mismo, pero, ¿de verdad te ha molestado? Hombre, a mí también me gusta, pero…”
Su respuesta me satisfizo. Era Arturo San Agustín, siempre impertinente, incisivo, un poco cabreado de forma permanente. Pero cariñoso. Empático. Sabedor de que hay que caminar con lo puesto. Sin muchas alegrías, pero en paz con uno mismo. Un flâneur que deja un enorme poso entre todos los que lo conocieron y lo leyeron.