Barcelona acumula una larga lista de edificios municipales que forman parte del catálogo de patrimonio de la ciudad que están abandonados esperando que el Ayuntamiento los recupere y les dé un nuevo uso. La Torre Garcini del Guinardó, la Torre del Fang de la Sagrera, el Hivernacle de la Ciutadella y la masía de los jardines de Can Miralletes son algunos de los más significativos. En el caso de esta masía del siglo XVIII, el gobierno municipal todavía no la ha protegido. La intención es hacerlo en la próxima actualización del catálogo patrimonial, informa el Ayuntamiento.

La masía y los jardines de Can Miralletes, en el barrio del Camp de l’Arpa del Clot, llevan años degradándose. La finca está tapiada y llena de grafitis, a la espera de que el consistorio la rehabilite y la reabra. El parque, situado en la calle de Conca, entre Indústria y Sant Antoni Maria Claret, también es un foco habitual de botellón, hay ratas y una persona sintecho lleva semanas malviviendo en los parterres en una tienda de campaña.

COLUMPIO MORDIDO

El mantenimiento del mobiliario urbano y la poda de los árboles y el resto de vegetación brillan por su ausencia. Xavier, un vecino de la zona, explica que el parque está totalmente deteriorado. “Suelo venir a jugar con mi hija. Hace un par de días, el columpio se podía utilizar. Ahora tiene mordeduras de perros”, denuncia. La masía es de titularidad pública. El último uso que tuvo fue el de restaurante, pero bajó la persiana hace años. “Hubo un tiempo en el que la ocuparon unos jóvenes. Entraban por una de las ventanas abiertas”, asegura Xavier.

Un sintecho, acampado en Can Miralletes / JORDI SUBIRANA



Todavía en la puerta principal del inmueble se puede leer que que el edificio fue construido en 1736, en pleno siglo XVIII. Pertenecía a la familia Miralles, que trabajaba las tierras del entorno. En la década de los 70 del siglo XX, la masía estuvo a punto de desaparecer. Un constructor pretendía levantar pisos en el parque, pero la presión vecinal lo impidió. La expropiación municipal no llegó hasta los años 90, coincidiendo con la inauguración de los jardines.

TRES AÑOS ESPERANDO UNA REFORMA

En 2017, el Ayuntamiento anunció la intención de recuperar la masía como ludoteca y ejecutar el proyecto en 2018. Nada más lejos de la realidad. La reforma sigue en los cajones municipales. Ahora es, tres años después, cuando la maquinaría administrativa parece haberse puesto en marcha. El pasado julio, el consistorio sacó a licitación los servicios de redacción del proyecto y la posible dirección de las obras de mejora y adecuación de la masía por valor de 13.489,17 euros, IVA incluido.

Fuentes municipales aseguran que los usos se pactarán con los residentes. Desde la asociación de vecinos del Camp de l’Arpa del Clot, el vocal de Urbanismo, Miquel Catasús, dice que la entidad quiere un bar y lavabos en la planta baja para las personas que hacen uso del parque, y que el primer piso se destine a equipamiento para las entidades juveniles del barrio. "El edificio es demasiado pequeño para albergar una ludoteca", subraya el representante vecinal. 

¿DISPONIBILIDAD PRESUPUESTARIA?

El inicio de las obras no tiene fecha. El gobierno municipal dice que los trabajos se podrán hacer este mandato si hay disponibilidad presupuestaria, algo que no está nada claro por la crisis del coronavirus. Catasús reivindica Can Miralletes como una de las prioridades del Camp de l'Arpa del Clot y defiende la necesidad de acometer los trabajos antes de 2023, aunque la asociación de vecinos todavía no ha podido hablar con el nuevo Ayuntamiento. "El pasado mandato fue una decepción tras otra. Esperemos que podamos reunirnos en unas semanas".

La parte delantera de Can Miralletes, tapiada y con un gran grafiti / JORDI SUBIRANA



Desde la asociación de vecinos no se quiere una reforma nueva del parque que implique otro diseño. El actual ya gusta. "Queremos una mejora del que hay". La entidad hizo una lista de los trabajos prioritarios a ejecutar, entre ellos de accesibilidad (los jardines tienen desniveles y escaleras) y de renovación de la iluminación, la vegetación y del mobiliario urbano, que presenta muchos desperfectos.

GRIETAS Y VIGAS DAÑADAS

La masía de Can Miralletes tiene una planta baja y un piso y una superficie de 290 metros cuadrados. Según un estudio encargado por el consistorio en 2017, el inmueble se encuentra en un buen estado de conservación, pero es necesaria una intervención en las vigas porque presentan un cierto riesgo y reparar las fisuras y grietas que han aparecido. El edificio también se tiene que adaptar a los requerimientos arquitectónicos y normativas actuales. Can Miralletes fue construida con piedras y vigas de madera.

Un columpio de Can Miralletes, mordido / JORDI SUBIRANA



Noticias relacionadas