¿Qué es esa construcción que se vislumbra a lo lejos en la confluencia de las calles de Eduardo Conde y Cardenal Vives i Tutó? ¡¿Una glorieta?! Sí, una glorieta modernista de madera pintada de color verde por la que trepan las plantas y coronada por una cubierta cónica revestida de cerámica vidriada verde y blanca. Pero, oh, sorpresa, esa glorieta no es más que un detalle –de acuerdo, quizá el más destacado--, de la impresionante casa que se esconde tras la verja que cierra el jardín: un tesoro ‘made in’ Puig i Cadafalch.

Estamos ante la casa Sastre Marquès, farmacéutico (de nombre Francesc) que heredó de su padre el negocio de Ciutat Vella y fue el creador de un célebre medicamento infantil para acabar con las lombrices. En 1905, este ilustre personaje decidió que ya era hora de tener una residencia de veraneo en Sarrià, y le encargó el proyecto, nada más y nada menos, que a Puig i Cadafalch, responsable también de la decoración modernista de su farmacia, y que en ese momento estaba muy solicitado en la ciudad también con otras residencias burguesas.

La Casa Sastre Marquès de Puig i Cadafalch INMA SANTOS

ETAPA BLANCA DE PUIG I CADAFALCH

El resultado fue esta maravillosa residencia aislada, ya que en aquella época, más allá de la calle de Eduardo Conde solo había campos, alguna masía y, desde 1887, el convento de los Capuchinos de Sarrià, a solo 100 metros. Arquitectónicamente, la casa se sitúa en un momento de cambio de estilo de Puig i Cadafalch, cuando abandonó la “etapa rosa” (más modernista) para entrar en la “etapa blanca” (más racionalista o centroeuropea). La Casa Sastre Marquès destaca por el uso del ladrillo visto, el esgrafiado y el azulejo vidriado verde y blanco, así como el muro del jardín con almenas triangulares.

La estructura cuenta con tres volúmenes de diferente altura. El principal, de planta cuadrada, destaca por las almenas (sí, a juego con la glorieta), lo que le da un aire de castillo. En el primer piso arranca una tribuna de madera y cristal que reposa sobre una barbacana de tejas y cerámica verde y blanca, y que se prolonga en el segundo piso para acabar coronada por una cubierta cónica recubierta de cerámica vidriada ocre y verde. La segunda planta se refugia sobre un potente alero de madera y tejas. No os perdáis la forja, presente en ventanas, puertas y barandas.

La residencia, ampliada en 1931 en dirección a la calle Eduardo Conde, fue la residencia de la familia Serrahima hasta 1973. Entonces se vendió y estuvo a punto de ser derribada para levantar pisos. Tras años de abandono, fue restaurada en 2018.