Joan no se separa de su silbato. Cuando abre su tienda en el Raval se lo cuelga encima y ya no se lo quita hasta el final de la jornada. En verano, un grupo de comerciantes del norte del barrio decidieron usar pitos de plástico para luchar contra los robos en la calle y los episodios conflictivos que puedan producirse.
Hace unos meses, un hombre que pedía dinero cada día en la calle Joaquín Costa atacó a otro hombre con un cuchillo en el cuello hiriéndole de gravedad. Algunos comerciantes soplaron su silbato avisándose entre ellos de lo sucedido y corrieron tras el agresor que, aparentemente, agredió a su víctima sin razón. Avisaron a una patrulla de los Mossos d'Esquadra que localizaron al sospechoso en un establecimiento de comida rápida y lo detuvieron.
"Es una herramienta intimidatoria", comenta Joan. Algunos vecinos de esta zona del Raval, próxima al Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), también llevan este silbato azul. Entienden que es una manera de disuadir a los delincuentes de los robos frecuentes en las calles, la mayoría tirones de bolsos y móviles.
'LA INSEGURIDAD DE SIEMPRE'
La apertura en los últimos dos años de cuatro locales ha revitalizado la calle de la Virgen, antes abandonada y con todas las persianas bajadas. En el café Departure trabaja Xavi, que hizo ademán del silbato cuando alguien robó la mochila de un estudiante en un negocio de fotocopias cercano. "La inseguridad es la de siempre. Aunque haya más presencia policial, si la Ley no cambia nada cambiará", explica en alusión a la reincidencia de los ladrones que actúan en Barcelona.
En 2019, los robos con violencia aumentaron un 25% respecto a 2018 en la ciudad condal. Sin negar que se producen robos en la calle, Joan rebaja la gravedad del problema. "No queremos escandalizar a la gente de fuera que viene a comprar", señala este empresario. Los hurtos cayeron un 1,2% aunque, en total, los delitos crecieron un 2,9%
Cristina, la socia de Joan al frente del negocio, tira sus dardos contra el Ayuntamiento y la Generalitat por no apoyar suficiente el comercio de proximidad. "Estamos abandonados", lamenta. Esta mujer explica que los altísimos precios de alquiler de los locales hacen imposible que se instalen pequeños emprendedores. Los traficantes ocupan los locales vacíos para vender droga y traen, así, más inseguridad al barrio.
'ABANDONADOS' POR LA ADMINISTRACIÓN
El pasado 30 de enero, l'asociación L'Eix Comercial del Raval denunciaba públicamente el "abandono" de las administraciones y volvía a señalar el problema de la inseguridad como uno de los más urgentes a resolver. Cristina también señala que los "titulares sensacionalistas" de los medios de comunicación tampoco ayudan y "dañan" los bolsillos de los trabajadores. Esta empresaria quitó la etiqueta El Raval de la cuenta de instagram de su negocio cuando detectó que mucha gente entiende el barrio como una zona conflictiva.
Manuela, trabajadora de la librería Lata Peinada comenta despreoupcada que el año pasado fue vítcima de tres intentos de robo en la calle. En uno de ellos, alguien logró quitarle el móvil y salir corriendo. "No creo que el Raval sea un barrio inseguro", comenta esta chica, que añade que su visión se debe, quizás, a su origen (Santiago de Chile) una ciudad, dice, más peligrosa que Barcelona.
'SOMOS UNA PIÑA'
Esta chica prefiere usar los grupos de Whatsapp de los comerciantes de la zona en lugar del silbato para comunicarse en caso de algún problema. A primera hora de la manañana y a última hora de la tarde, Manuela prefiere cerrar el local por dentro como medida de precaución.
La trabajadora de una cafetería pide más presencia de la policía. "Lo de los narcopisos es una pasada. Son rapidísimos, les echan de un local y encuentran otro al momento", describe. "Lo bueno de este barrio es que los comerciantes tenemos muy buena relación. Somos una piña", explica.