Sentados en sillas blancas de plástico, entre dos edificios, los punteros vigilan atentamente. Los dos hombres, que rondan la treintena, no pierden detalle de quien entra y quien sale del edificio. Uno de ellos le indica amablemente al visitante la dirección de una calle aledaña. Desde hace años, unos pocos rincones de la Zona Franca, en los barrios de la Marina del Prat Vermell i de Port, se han convertido en uno de los puntos más activos de venta de droga de Barcelona. "La Zona Franca es el gran supermercado de la droga de Barcelona", asegura una fuente de los Mossos.

Nada especial ocurre a simple vista en la calle. Lejos del trasiego habitual de otras zonas de trapicheo como el barrio de la Mina (Sant Adrià de Besòs) o las callejuelas del Raval, invadido por narcopisos, la rutina de este barrio de Sants sigue sin demasiados contratiempos. Desde que la familia de etnia gitana de los Jodorovich empezó a traficar a las faldas de Montjuic, la venta ilícita de estupefacientes como la cocaína convive con naturalidad con el vecindario.

BAJO PERFIL

"Se han cuidado de no generar ningún problema con los vecinos. Tampoco permiten que los compradores causen problemas. Es como si allí no ocurriera nada", señala una fuente policial. La Zona Franca es desde hace años uno de lo principales mercados de la droga de la ciudad condal. Los operativos policiales en el barrio, con controles para detectar a consumidores, no ha logrado erradicar este foco.

La demolición de las casas baratas en 2004 puso fin a una situación de venta descontrolada. Ahora, el suministro se limita a unos pocos puntos, de manera controlada, y sin hacer demasiado ruido. Los consumidores que se acercan a la Zona Franca no responden al tópico del drogadicto, devastado por la adicción, fácilmente visibles en el Raval o la Mina. Muchos son clientes adinerados, visten prendas caras y se acercan en taxi, que espera diligente a que el pasajero suba al piso, compre su dosis, y regrese al vehículo.

AL 'SUPER' DE LA DROGA EN TAXI

Lo corroboran dos mecánicos de un taller cercano de esta zona industrial. "Aquí siempre se ha vendido droga. Si preguntas a un taxista por alguna calle quizá no la conozca, pero todos saben donde está la plaza del Nou", explica el trabajador. El fin de semana, a media tarde, es cuando se registra más actividad, revelada por los coches aparcados en doble fila en la plaza. En la calle Ferrocarriles Catalanes y en un bar de la zona también existen otros puntos de venta, según las mismas fuentes policiales.

Cruce de calles en el barrio de la Marina del Prat Vermell, rodeado de industrias / G.A



Nadie ha logrado toser a los Jorodovich en el negocio de la droga en los últimos 40 años. "Es una mafia y no permiten que nadie les aplaste el negocio. A nivel policial, es difícil de deshacer", explica un policía. Este grupo, con ramificaciones en el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) en municipios como Sabadell, también controla el tráfico de armas. Numerosos arrestos y operativos han llenado las páginas de los periódicos en las últimas décadas.

'LA VENTA ES RESIDUAL'

Desde un bar, un vecino quita hierro al evidente tráfico de drogas. "No tiene nada que ver con hace 20 o 30 años. Sí se vende, pero es residual", explica. Sobre los controladores que vigilan la entrada y salida de compradores y que avisan de la posible presencia policial, tiene buenas palabras: "estos son los mismos que si tienes un problema te van a proteger", comenta. "Droga hay en todos los lados. Tenemos fama de ser un barrio con gente violenta, pero esto ha mejorado mucho. Es un barrio en proyección, en breve se construirán cuatro o cinco edificios. Hay faenas y faenas y alguien que hacer ésta", concluye resignado.

La compra se realiza a través de una ventanilla, sin necesidad de entrar en el domicilio. Antes, predominaba la venta de marihuana, pero ahora la coca impulsa al negocio. La comisaría de los Mossos d'Esquadra, ubicada a escasos metros de la plaza del Nou, tampoco evita la venta de droga. Apenas se patrulla por este lugar y los coches llegan y entran a la estación.

PROSTITUCIÓN

En estos apartados barrios del distrito de Sants - Montjuic, la prostitución convive con las drogas. En la larga avenida Mare de Déu del Port, que serpentea siguiendo el muro de piedra que delimita el cementerio de Montjuic, decenas de mujeres ofrecen su cuerpo a cambio de dinero. Los restos de preservativos y papel higiénico descubre la actividad sexual entre arbustos enganchados a las vías del tren y a unos metros de los contenedores del puerto. 

Atrás quedaron los años en que gran parte de la prostitución en la vía pública de Barcelona se concentraba en los alrededores del Camp Nou. En los aledaños del estadio culé siguen exponiéndose algunas mujeres, también transexuales, pero su presencia se ha reducido considerablemente. Fuentes policiales confirman que es en este rincón de la Zona Franca donde la prostitución callejera es más importante.

En este lugar, las prostitutas son, en su mayoría, españolas, de entre 40 y 50 años. Muchas de ellas tienen problemas con las drogas, son adictas. Cada día decenas de hombres de distintas edades se acercan hasta este lugar para disfrutar de sexo de pago, relaciones fugaces, practicadas furtivamente en los vehículos o rodeado de la maleza.

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