En el Raval el negocio de la droga nunca se detiene. El mapa que ubica las decenas de pisos donde se vende y consumen sustancias no es una foto fija. Se mueve, se difumina, pero nunca desaparece. Los traficantes saben que existe una demanda importante y sortean los obstáculos que la pandemia y la presión policial les ha planteado en los últimos meses.
La crisis sanitaria, con un estado de alarma que vació por completo las calles de Barcelona, no logró reducir la actividad de los vendedores, que siguieron ofreciendo su mercancía. La gran macrorredada policial del pasado 7 de octubre logró descabezar a tres grupos organizados que vendían heroína y cocaína. Un mes después, Acció Raval ha detectado actividad en cuatro nuevos pisos en el norte del barrio.
'LA SITUACIÓN NO MEJORA'
"El tráfico continúa, de manera más tranquila, pero continúa. Hay un pequeño repunte de puntos de venta. La situación no mejora", explica Ángel Cordero, portavoz de esta entidad, siempre con la guardia alta para denunciar la presencia de los traficantes. Los actuales pisos, sigue, "no dan tantos problemas" como los narcopisos de hace unos meses, aunque generan problemas y molestias a los vecinos con las idas y venidas de consumidores subiendo y bajando las escaleras de las fincas.
Las mujeres consumidoras que acompaña Aura Roig en su local de la entidad Metzineres cuentan que el consumo no ha disminuido. Como es habitual después de estos operativos policiales, la droga se desplaza. En este caso, no ha habido un efecto rebote en otros barrios de la ciudad o incluso fuera de Barcelona.
MUJERES CONSUMIDORAS
Las sustancias se siguen vendiendo en el Raval desde nuevos puntos. "Las mujeres dicen que cierran uno y abren tres. Se ha precarizado el consumo. Ellas se tienen que esconder más, pero el acceso al consumo sigue siendo el mismo", señala Roig.
La asociación de Roig acompaña a mujeres en situación de vulnerabilidad, la mayoría de ellas, consumidoras de drogas y sin casa. Durante la pandemia, la cifra de usuarias de Metzineres ha aumentado progresivamente. A diario pasan por el local unas 40 mujeres, una decena más de las que solían visitar esta entidad que atiene a más de 300 mujeres al año. Una parte de las mujeres sin hogar de Barcelona duermen en estos pisos de consumo. "Hay más mujeres sin hogar, pero son unas buscavidas. A veces, esto pasa por vivir en estos pisos en una situación de gran precariedad", advierte.
'SE ESTÁN REACTIVANDO'
En el norte del Raval, un comerciante de la calle Valldonzella confirma el análisis de Cordero. "Se ve movimiento. Parece que se están reactivando", explica. El grupo de origen dominicano que controla, al menos, un narcopiso en esta vía, buscan estos días nuevos pisos que ocupar y distribuir su sustancia. Hacen de "águilas", cuenta este trabajador. Lo hacen colocando flyers o papeles promocionales en buzones de pisos y, así, detectar las viviendas vacías, muy numerosas en el corazón de Ciutat Vella.
Poco antes de la pandemia, los Mossos d'Esquadra "limpiaban" la zona en palabras de este hombre. Aquí operaban un grupo de narcotraficantes que tenían atemorizado a los vecinos hasta que estos se organizaron y presentaron una denuncia colectiva. Poco más de un año de la intensa actividad de los camellos, esta mafia del norte del Raval se reagrupa para volver a las andadas. "Esto es cíclico. Son como cucarachas".