Manuel (nombre ficticio) es uno de los cerca de 100 policías que forman la unidad de orden público de la Guardia Urbana de Barcelona, los conocidos como antidisturbios. Asegura que entre sus compañeros se ha instalado en los últimos años un malestar "generalizado" contra el Ayuntamiento. El motivo: la pérdida de funciones y atribuciones que el gobierno de Ada Colau ha efectuado sobre la actual UREP (Unidad de Refuerzo de Emergencias y Proximidad). Según el urbano, los agentes están "desmotivados porque cada vez actuamos menos" y acusa a la alcaldesa de querer esconder la unidad a la ciudadanía.
"La gente está muy molesta porque quieren hacer más de lo que hacen", explica el policía en conversación con Metrópoli Abierta. Los agentes tienen formación de control del orden público parecida a la que tienen los antidisturbios de los Mossos d'Esquadra (ARRO y BRIMO), pero desde 2015 han ejercido esta función en contadas ocasiones. El actual modelo policial prioriza el patrullaje con tareas de seguridad ciudadana, el apoyo a los distritos y labores de Medio Ambiente. También colaboran con los Mossos en las entradas y registros de operativos policiales como la última macrorredada contra el negocio de la droga en el Raval.
'COLAU NO QUIERE QUE SE NOS VEA'
La UREP, antes USP (Unitat de Suport Policial) y anteriormente UPAS (Unidad de Policía Administrativa y Seguridad), ha estado en la diana del gobierno de los comunes desde su entrada en la plaza Sant Jaume. De hecho, su programa político prometía "eliminar progresivamente" este pelotón. El gobierno de izquierdas no eliminó la unidad, pero la ha relegado a un segundo plano, una situación que irrita a algunos de sus miembros.
"Colau no quiere que se nos vea. No le gusta lo que hacemos. Hay un intento para que pasemos desapercibidos", explica Manuel, que pide anonimato. El temor a la eliminación de la unidad persiguió durante un tiempo a los policías. "Nos tenía como torturadores que íbamos pegando palizas a la gente. Creo que luego la percepción cambió cuando empezaron a ver las actuaciones contra los vendedores ambulantes y las agresiones que recibíamos", relata
CELEBRACIONES DEL BARÇA
El urbano enumera algunas de las actuaciones que el grupo ha dejado de hacer desde que Colau tomó las riendas del Ayuntamiento. Las tareas, en coordinación con los Mossos, durante las celebraciones del Barça son un ejemplo. "Nos poníamos en un callejón para evitar que la situación se complicara. Dábamos apoyo a nuestros compañeros que iban de paisano por si había problemas".
La intervención en desalojos en edificios públicos son residuales, cuenta este agente. El último gran desahucio, recuerda, fue el de Can Vies en 2014 con Xavier Trias (CiU) en el gobierno que desencadenó en graves disturbios. Los antidisturbios municipales también han perdido protagonismo en los conciertos y en las manifestaciones, sobretodo aquellas que terminan en algún edificio municipal. Antes siempre se desplegaban varias furgonetas para prevenir alguna entrada por la fuerza y destrozos en el interior. "Ya no vamos ni al Ayuntamiento", se queja.
El pasado sábado 31 de octubre, el consistorio sí movilizó a la UREP durante la manifestación del movimiento okupa contra el desalojo de la Casa Buenos Aires, un día después de los altercados tras una protesta negacionista. El ataque a la Guardia Urbana, reflejado con la agresión a un motorista, provocó duras críticas del sindicato CSIF que acusó Colau de impedir la intervención de la UREP. El ayuntamiento defiende que la unidad nunca pidió intervenir y niega que los agentes huyeran corriendo.
ATAQUE AL AYUNTAMIENTO
Esa noche habían cinco furgonetas de los antidisturbios en el vestíbulo del consistorio. Manuel cuenta que la protesta se dispersó en varios grupos por Ciutat Vella. Entonces, otros tres vehículos que custodiaban la entrada del consistorio en la plaza Sant Miquel recibieron la orden de proteger la comisaría de Las Ramblas ante posibles ataques. Instantes después los activistas llegaban a la plaza y reventaban los cristales de la entrada.
En la mayoría de las manifestaciones, sin embargo, no actúan, según relata este policía. "Sabemos que por muchas protestas que se convoquen nunca nos enviarán". En una ocasión, con una marcha convocada en plaza Cataluña, la unidad fue movilizada hasta Jardinets de Gràcia, a 1,4 kilómetros de distancia. Esta situación, con los antidisturbios "lejos" del foco de la manifestación, se repite habitualmente.
SIN CURSOS
Una de las últimas actuaciones de la UREP que recuerda este agente es la dispersión, antes de la pandemia, de varios activistas independentistas de uno de los cortes de la avenida Meridiana. Antes, en noviembre de 2019, desalojaron a los jóvenes acampados en la plaza de la Universitat en protesta por la sentencia del procés. "Cuando nos activaron nos sorprendió. Creíamos que era una señal que con Batlle (teniente de alcalde de Seguridad) la cosa cambiaría. Pero la situación no ha cambiado demasiado", lamenta.
Manuel denuncia la falta de formación continuada en el cuerpo como sí ocurre en los Mossos. "La casa no se preocupa. Percibimos apatía. No sé para qué nos quieren", observa. Los uniformes de los antidisturbios también son objeto de algunas críticas en el cuerpo. Hace unos años el gobierno municipal incorporó unas líneas amarillas encima del vestido oscuro. Este detalle produce confusión entre los mismos agentes que, en ocasiones, no pueden diferenciarse entre los antidisturbios y el resto de guardia urbanos.